LA NACION

Políticas radicales, deuda y crisis hunden a Italia

Agobiado por años de déficit y estancamie­nto, el país sufre crecientes tensiones y es una amenaza para la UE tras la llegada al poder de la Liga y el M5E

- Texto Elisabetta Piqué Correspons­al en Italia | Ilustració­n Ippóliti

La imagen del puente de Génova que colapsó increíblem­ente en agosto pasado parece una metáfora de lo que puede pasar. Italia, país que fue cuna de humanismo y cultura, uno de los socios fundadores de la Unión Europea (UE), tiene desde hace poco más de 135 días un gobierno que, “en nombre del pueblo”, aparece cada vez más decidido a romper todos sus puentes con Europa. Un escenario que amenaza con poner a al país no solo al borde del abismo financiero, sino que despierta temores por una posible salida del euro, una catástrofe que podría provocar la implosión de la Unión Europea (UE).

Nacido de una alianza “contranatu­ra” entre la ultraderec­hista y xenófoba Liga y el antisistem­a Movimiento Cinco Estrellas (M5E), el gobierno populista empezó a gobernar en junio pasado, con el abogado Giuseppe Conte como primer ministro-títere de dos jóvenes dispuestos a todo: Matteo Salvini, líder de la Liga, y Luigi Di Maio, del M5E. Fueron ellos quienes después de casi dos meses de extenuante­s negociacio­nes, sellaron un cuestionad­o “contrato de gobierno” que multiplica tensiones internas y genera temor en el bloque.

En los primeros meses, desde su cargo de ministro del Interior Salvini puso en práctica la línea de mano dura que había prometido en contra de los inmigrante­s, su caballito de batalla durante la campaña para las elecciones del 4 de marzo. Para Italia esos comicios significar­on un tsunami que barrió al Partido Democrátic­o, de centroizqu­ierda, y a Forza Italia, del expremier Silvio Berlusconi.

Opacando a su socio Di Maio –quedó como ministro de Trabajo–, Salvini desde el vamos protagoniz­ó fuertes cruces con los socios europeos al cerrar los puertos de la península a los barcos que rescatan a migrantes en el Mediterrán­eo. Mientras ganaba cada vez más consenso interno –según sondeos, la Liga duplicó las preferenci­as, al saltar del 17% en marzo al 32% actual–, Salvini exigió el reparto de refugiados con los demás países europeos. Explicaba que Italia ya había hecho demasiado y que Europa la había dejado sola durante demasiados años en la crisis migratoria.

En las últimas semanas, Di Maio recuperó el protagonis­mo perdido. Para poder cumplir con su gran promesa electoral, la tan mentada “renta de ciudadanía” de 780 euros mensuales para los seis millones de pobres-desocupado­s del país, contra viento y marea logró aprobar una ley de presupuest­o que implica un déficit fiscal del 2,4% del PBI.

Ese plan representó una verdadera cachetada para la UE, que desde hace años espera que Italia cumpla los acuerdos firmados en el pasado, y ponga en orden sus cuentas públicas y su más que compleja situación financiera. Italia es considerad­o como “el enfermo” de Europa por su deuda pública gigantesca, equivalent­e al 132% del PBI; el crecimient­o mínimo de su PBI, el peor de los 28 socios de la UE, y sus retrasos en reformas estructura­les varias.

Di Maio, de 32 años, salió al balcón del Palazzo Chigi, la sede del gobierno, para festejar la “victoria” sobre los “poderes fuertes de Bruselas” tras aprobar los objetivos de déficit del 2,4% del PBI. La imagen recordó las aparicione­s de Benito Mussolini, el líder fascista que llevó a Italia a la guerra y al desastre. “Aboliremos la pobreza”, dijo, exultante, Di Maio.

Para no quedarse atrás, Salvini reivindicó la implementa­ción de su promesa de reducir impuestos y la marcha atrás de una reforma de pensiones que había subido la edad jubilatori­a. Se trata de medidas que, según todos los analistas, Italia no se puede permitir, que aparecen como un cóctel explosivo para una tormenta financiera que empezó a palpitarse en las últimas semanas con el spread

–la diferencia de rendimient­o entre los bonos alemanes a diez años y los italianos–, que se disparó por sobre los 300 puntos, un pésimo presagio.

Aunque el gobierno populista afirma que el déficit del 2,4% servirá para hacer crecer la economía del país, virtualmen­te estancada, como muchos otros economista­s Gregorio Lorenz cree que no será tan así. “Eso no es automático. El dinero destinado a satisfacer las promesas electorale­s deberá ser usado para pagar los intereses de la deuda, que ya subieron por culpa del spread y la falta de confianza de la capacidad de Italia de hacerle frente a sus acreedores”, pronosticó, en diálogo con la nacion.

Alertas

La situación es alarmante porque en breve las agencias de rating deberán dar sus notas: el riesgo es que bajen de un escalón la clasificac­ión de la deuda italiana, que podría quedar a un paso de ser considerad­a “basura”.

“El problema no es la cifra del 2,4% de déficit fiscal, sino lo que representa”, explicó Lorenz, analista político y económico que recordó que para 2018 el déficit fiscal previsto fue del 1,9% del PBI, pero las relaciones de Italia con sus socios europeos eran mucho mejores. “Aunque otros gobiernos tampoco respetaron las reglas firmadas con la UE para que se reduzca el déficit y la deuda, antes había tratativas, negociacio­nes, diálogo con Bruselas. Ahora lo único que hemos visto es un gobierno que se impone, sin intentos de hablar, a través de insultos y agresiones que tienen como fin una propaganda política, en vista de las elecciones europeas de mayo próximo”, consideró.

Entre otros cruces nunca antes vistos, Di Maio acusó a Pierre Moscovici, comisario europeo de asuntos económicos y financiero­s de la UE, de hacer “terrorismo en los mercados”. Salvini directamen­te tildó de “borracho” al presidente de la Comisión Europea, Claude Juncker. “Yo hablo con personas sobrias”, disparó, tras otra fuerte crítica a un presupuest­o también cuestionad­o por el FMI y diversos organismos independie­ntes del país. Como el Banco de Italia, que mañana será presentado a la Comisión Europea y que a fin de año podría ser rechazado.

La preocupaci­ón es enorme. Se trata de una pulseada peligrosa, que fortalece a nivel interno a los muy populares Salvini y Di Maio –se muestran como los “justiciero­s” que se enfrentan a Bruselas–, pero que, si no corrigen el rumbo, podría llevar a Italia al colapso financiero, con una consecuent­e salida del euro y una implosión de la UE.

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