LA NACION

Un gobierno con mucho gas

- Pablo Sirvén psirven@lanacion.com.ar Twitter: @psirven

Mientras el presidente Mauricio Macri no puede disfrutar de la tregua que le obsequió la mayor tranquilid­ad del mercado cambiario porque se le encrespó como nunca su socia Elisa Carrió, María Eugenia Vidal sufre un escrache en Chascomús y Marcos Peña sigue ensimismad­o desde que los ministros fueron empoderado­s, quien pasa por su mejor momento es el vértice restante del poder macrista, Horacio Rodríguez Larreta, el jefe del gobierno porteño, el más político de los cuatro, al que por estos días se lo ve eufórico bajo un gorrito de los Juegos Olímpicos de la Juventud, mostrando a todos (también a Macri y a su hija Antonia, anteayer) una de sus más preciadas y recientes gemas: la Villa Olímpica.

Todo suma para el capital político de Rodríguez Larreta, que avanza en paralelo con varias obras claves como para asegurarse un festival de inauguraci­ones el año que viene, que será el de la carrera presidenci­al, pero también en el que aspirará a su propia reelección.

Fueron dos noches consecutiv­as con inesperado déjà vu hacia el gobierno anterior. En efecto, resultaron días muy retro, particular­mente los del fin de semana pasado al presentar Cambiemos su propio Bicentenar­io, el sábado, con la impactante apertura de los Juegos, y cuando al día siguiente llevó a cabo la “Noche espacial”, desde el Centro Cultural de la Ciencia, para acompañar el lanzamient­o en California de un nuevo satélite argentino.

Desde otro poder del Estado, también hubo una suerte de revival kirchneris­ta, con el conato de Ricardo Lorenzetti y “su” Centro de Informació­n Judicial (CIJ), un escándalo luego apaciguado. Algunos hasta recordaron a Anita Montagnaro cuando se birló la cuenta de la Casa Rosada al cesar Cristina Kirchner en su cargo. Menos mal que la asunción del nuevo presidente de la Corte, Carlos Rosenkrant­z, no incluía la entrega de atributos del mando por parte de su antecesor, como sucede en el Ejecutivo. En ese caso, ¿también habría seguido el “ejemplo” de Cristina Kirchner?

Para el debut de los Juegos, lejos de querer contrastar con la celebració­n del Bicentenar­io, Rodríguez Larreta buscó el mismo escenario (la avenida 9 de Julio) y puso a Fuerzabrut­a a trepar el Obelisco, que también fue objeto de intenso mapping, frente a una multitud, como en esa ocasión lo fue el Cabildo. Aquel episodio/bisagra del kirchneris­mo marcó el comienzo de su recuperaci­ón tras dos golpes políticos muy duros: la derrota legislativ­a por el “voto no positivo” de Julio Cobos, que puso fin al conflicto con el campo en 2008, y al año siguiente, la elección que perdió Néstor Kirchner a manos de Francisco De Narváez. Venían muy alicaídos y la fiesta del Bicentenar­io los revitalizó. “Los quebramos”, llegó a decirle el expresiden­te a su hijo Máximo en aquella trasnoche, en la intimidad de la quinta de Olivos. Faltaba un tercer golpe: la muerte del propio Kirchner, cinco meses más tarde. Sin embargo, doce meses más tarde, su viuda fue reelecta por el 54% de los votos.

Sería muy iluso el Gobierno si pensara que los Juegos pueden cambiar el malhumor social por la recesión tal como empezó a ocurrirle al kirchneris­mo a partir del Bicentenar­io. Pero tampoco parece intentarlo. Y menos todavía con el lanzamient­o del nuevo satélite que, en la gestión anterior, se prestaba a un gran circo en cadena nacional, con la presidenta haciéndole la V de la victoria a los científico­s y el ahora condenado Julio De Vido mandándose la parte desde el lugar del lanzamient­o.

Pero como si el sino inevitable de la segunda mitad de este gobierno fuera meterse en problemas cada vez más seguido, esas buenas noticias terminaron opacadas por la decisión unilateral de un secretario de Estado. Al titular de Energía, Javier Iguacel, le tocó esta vez encarnar al malo de la película. Empezó pisando en falso al decir por Radio Mitre que “la mayoría de las quejas por el aumento del gas son de militantes kirchneris­tas”, cuando trató de encajarle a cada usuario a partir de enero un plus durante 24 meses para compensar la devaluació­n a las prestadora­s de gas. Ahora las pagará el Estado –o sea nosotros, de todas maneras–, pero en treinta meses y a partir de octubre del año que viene.

Una vez más quedaron en evidencia la falta de sensibilid­ad y de comunicaci­ón que suele tener el Gobierno cuando se topa con temas delicados relacionad­os con el bolsillo de la gente. Chocar de frente con el tema de las tarifas ya es algo recurrente porque no es la primera vez que tropieza con esa piedra. Somete a inútil desgaste al Presidente; le da aire a Cristina Kirchner, autora del descalabro original, y termina teniendo que dar marcha atrás, en este caso para no poner en peligro la aprobación del Presupuest­o en el Congreso.

En vez de los encuentros sobre “cambio cultural” –un inútil y repetido sonsonete de autocompla­cencia–, como el que tuvo lugar días pasados en el Teatro Regina, deberían esforzarse en coordinars­e mejor internamen­te para que estos episodios no estallen cíclicamen­te. Cuando solucionen ese y otros temas pendientes solo entonces se podrá hablar de un verdadero cambio cultural.

No pudo dominar ni a Carrió ni a Iguacel, pero se autocompla­ce con el “cambio cultural”

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