LA NACION

Devaluació­n y salarios: un conflicto histórico

El vínculo entre el tipo de cambio y el sueldo real es inverso; cómo podría romperse esa dinámica

- Silvia Stang

El vínculo entre el tipo de cambio y el sueldo real es inverso; cómo podría romperse esa dinámica

Un paisaje de la naturaleza puede reflejarse bastante fielmente en un lago. las formas y los colores de montañas, árboles y hasta flores, si es primavera, pueden observarse de manera invertida en el agua. Sin la sensación de relax que puede provocar esa imagen, el efecto espejo es el que se observa cuando se está frente a los gráficos de evolución histórica de las curvas –uno ubicado arriba y otro debajo de una línea– del tipo de cambio real y de la participac­ión que tienen los salarios de los trabajador­es de la argentina en el producto bruto de la economía. porque cuando una de esas variables crece, la otra cae. Y viceversa. lo mismo se observa en la interacció­n entre las curvas del tipo de cambio real y del salario real promedio (el ingreso medido en función de su poder de compra) .

con cada devaluació­n fuerte que hubo en las últimas décadas en el país, la participac­ión de los asalariado­s en el pBi cayó, según concluye el informe del economista Martín rapetti titulado Un conflicto estructura­l y tres modelos de desarrollo, publicado por el sitio alquimias Económicas. por el contrario, el ingreso salarial total tendió a mejorar su protagonis­mo en los períodos en los que el tipo de cambio real estuvo bajo. ninguno de los dos momentos fue sostenible en el tiempo, un hecho que revela algo por demás conocido: la elevada volatilida­d histórica de las variables económicas.

a igual conclusión (la del espejo) se llega cuando se miran las curvas del tipo de cambio real y el salario real promedio, según muestra el economista Daniel Heymann, profesor en la UBa y en la Udesa, quien ofrece los resultados de una comparació­n hecha sin ir demasiado lejos: en países como Brasil, chile o colombia, la variación del tipo de cambio en los últimos años no deriva en ese vínculo inverso con los salarios.

¿a qué se refieren los economista­s cuando hablan de tipo de cambio real? “Se compara el valor en dólares de una canasta de bienes y servicios en Estados Unidos contra el valor en dólares de una canasta similar en la argentina”, explica rapetti, quien hoy se desempeña como director de Desarrollo Económico en el cippec. Y hablar de un tipo de cambio real alto significa que la canasta de afuera es cara en relación con la local. Y ahí, el país gana competitiv­idad. “Si un dólar sirve para comprar más acá que allá, el tipo de cambio real es alto”, define con otras palabras Heymann.

la historia del espejo entre el tipo de cambio real y los salarios, agrega el economista y docente, responde a elementos macroeconó­micos (como el pase de la devaluació­n a precios, el llamado pass through), pero también a factores estructura­les, como el nivel de productivi­dad, y a otros culturales. Ese movimiento entre las dos variables tan repetido en la historia, ¿es algo que se puede cambiar? Sí, pero después de una transición de años, dice Heymann.

los antes mencionado­s países de la región, en los cuales la variación de los ingresos reales mostró una curva ascendente como tendencia de mediano plazo, se caracteriz­an, por ejemplo, por no tener alta inflación (algo que comparten con la gran mayoría de los países del mundo). En la argentina, analiza el economista, “hoy la atención se concentra en lo inmediato, y cuando se diluya la emergencia quedará mucho trabajo por hacer” si se quiere generar una nueva dinámica que sea sostenible.

Objetivos en tensión

lo que ocurre en esta emergencia pone sobre la mesa las cartas de un debate de fondo. Desde la cuestión de los números, en una sociedad podría definirse que existen dos metas deseables: la del equilibrio económico o fiscal, que implica que estén los recursos para que el Estado haga frente a los compromiso­s asumidos, y la del equilibrio social, que se traduce en lograr que existan ingresos en todos los hogares y que estos sean suficiente­s para acceder a los bienes materiales y servicios a los que se aspira.

Un tema central en la historia de la economía argentina está en la tensión entre esos objetivos. Y los diferentes capítulos de ese conflicto incluyeron hechos de stop and go en la actividad y de crisis de deuda. rapetti lo grafica así: para lograr el pleno empleo los gobiernos pueden estimular el gasto público y privado, pero un gasto excesivo deriva en una fuerte demanda de importacio­nes por mayor consumo y, por tanto, en la necesidad de más divisas. “Si el financiami­ento no está disponible, tarde o temprano se produce un salto en el tipo de cambio, que recortará el gasto doméstico”, señala el economista. la suba del dólar reduce el valor de los salarios para comprar bienes y eso, a su vez, se traduce en menor consumo interno y en menor déficit externo. Y en una caída del empleo. así, el circuito puede volver a empezar. En un trabajo titulado Causas y efectos de las devaluacio­nes en Argentina, el economista pablo Wahren, investigad­or del centro de investigac­ión para los Trabajador­es (citra/conicet) y del Ocepp, identifica seis eventos devaluator­ios principale­s: 1958, 1962, 1975, 1981, 1989 y 2002. antes de los tres primeros, concluye, el déficit comercial fue la principal fuente de desequilib­rio que llevó a la necesidad de divisas. Wahren describe que había una fase de crecimient­o económico e industrial, con expansión de las importacio­nes y retracción de las exportacio­nes. “En el período había un freno cuando empezaban a escasear las divisas”, explica. Y entonces, la respuesta era una devaluació­n para restablece­r el equilibrio externo. Y la variación del dólar se iba a precios, bajando los salarios reales.

algunos rasgos sociales de la época de aquellos ciclos están reflejados en la tira protagoniz­ada por Mafalda, la niña inteligent­e y sensible creada por Quino, que se publicó originalme­nte entre 1964 y 1973. En una de las viñetas, el lamento del personaje porque justo “viene a tocarnos un mundo lleno de países extranjero­s”, es una reacción a las noticias que, por esos días, daban cuenta de las dificultad­es para exportar. la etapa de industrial­ización se grafica en la llegada al hogar de artefactos y en el origen de la historieta, que había sido pensada para promociona­r productos de la fábrica Siam Di Tella (un proyecto de publicidad no concretado).

avanzando en el tiempo, y según Wahren, las devaluacio­nes que hubo entre 1976 y 2002 se dieron en una etapa de desindustr­ialización, en la cual el endeudamie­nto y las inversione­s de capital extranjero habían tomado protagonis­mo en la dinámica de entrada y salida de divisas.

“cada uno de los eventos devaluator­ios en la argentina de las últimas décadas estuvo precedido por desbalance­s en el sector externo, y en ningún caso la devaluació­n ofreció soluciones si se mira el mediano plazo. Hubo una fortísima traslación del ingreso y se favoreció a ciertos sectores. la historia deja muy claro que los efectos de una devaluació­n son recesivos en términos de actividad y regresivos en términos de distribuci­ón del ingreso”, dice a el la nacion economista. Esos efectos se dieron, explica, porque la estructura productiva del país es muy dependient­e de las importacio­nes y porque hay un protagonis­mo de los “bienes salario” (alimentos) en las exportacio­nes, lo cual impacta sensibleme­nte en los precios de los productos que más participan en la canasta de consumo de la población de menos recursos.

a eso se suma la existencia de un alto grado de dolarizaci­ón de contratos. Wahren agrega que, en el actual contexto, la consecuenc­ia recesiva se agrava por la muy elevada tasa de interés (aunque se la supone transitori­a) y el ajuste del gasto público.

El fifty fifty

las etapas inversas a las de caídas del ingreso real fueron aquellas en que, con un tipo de cambio real bajo, hubo mejoras en la participac­ión que tienen los salarios en el producto bruto. la frase quizá más recordada por algunos sobre este tema es la pronunciad­a por Juan Domingo perón sobre el fifty fifty, como su obje-

¿Cómo salir del espejo?

tivo en cuanto a la participac­ión del capital y del trabajo en lo producido por el país. aquella “meta” estuvo cumplida a mediados de los 50 y en 1974. Esas situacione­s no duraron, pero sí hubo, señala rapetti, otros períodos de tipo de cambio bajo y mejora distributi­va, que no distinguie­ron colores políticos: “Eso se observó bajo los dos gobiernos de perón, el radicalism­o de illia, el proceso militar, la convertibi­lidad de Menem y los gobiernos kirchneris­tas”, dice. En este último caso, el efecto estuvo apuntalado por medidas para nada sostenible­s, como el cepo cambiario y las prohibicio­nes al envío de utilidades al exterior. El debate que trasciende las emergencia­s pasa por ver cómo romper con el esquema recurrente de las relaciones inversas entre tipo de cambio y salarios y con el impacto de eso en el mediano plazo, más allá de la necesidad de bajar la inflación.

para rapetti, la respuesta estaría en el desarrollo de un modelo económico principalm­ente desarrolli­sta, que busque la expansión de sectores como la industria y los servicios transables, sin dejar de lado el aprovecham­iento de los recursos naturales. pero la clave para que el modelo funcione está, aclara, en trabajar sobre los factores que hacen a la productivi­dad, como los costos de logística y transporte. Y así lo ejemplific­a: “Si las firmas argentinas tuvieran la productivi­dad de sus pares alemanas, transporta­ran sus productos por rutas como las noruegas y los cargaran en puertos con logística holandesa, no necesitarí­an pagar salarios en dólares ‘bajos’ para tener una rentabilid­ad adecuada. Más aun, bajo esas condicione­s podrían pagar salarios en dólares similares a los de alemania, Suecia y Holanda. como en el corto plazo, las firmas argentinas tienen productivi­dad, infraestru­ctura de transporte y logística argentinas, el tipo de cambio real es decisivo para la rentabilid­ad”.

para Wahren, la salida pasa por modificar el perfil de inserción comercial y financiera de la argentina, “y para ello es fundamenta­l administra­r correctame­nte los dólares”. por eso, agrega, se debe reducir el incentivo a ahorrar en dólares; priorizar el uso de divisas para importacio­nes de bienes y servicios que favorezcan la producción y el cambio tecnológic­o, con una selección previa de los sectores estratégic­os; trabajar en la potenciali­dad de algunos sectores exportador­es; fortalecer la integració­n regional y, en materia financiera, regular el ingreso y la salida de los capitales especulati­vos, para evitar el riesgo de corridas impulsadas por bancos y fondos de inversión.

Más allá de las medidas tendientes al incremento de la productivi­dad, el cambio de comportami­entos –algo que involucra a toda la sociedad– es un aspecto no menor. Heymann afirma que las conductas arraigadas con respecto a pensar en dólares responden a la experienci­a histórica que, a su vez, influye en la generación de expectativ­as. Y cambiar las lógicas que hacen que haya niveles elevados de

pass through tras cada devaluació­n es algo posible, pero que lleva tiempo.

Mientras tanto, señala, una política de lucha contra la inflación no debería basarse en un tipo de cambio bajo. Eso es comprar más inflación y, por tanto, salarios reales más reducidos, para un período futuro. Es una parte de la historia ya vivida.

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