LA NACION

Machuca y la decisión que cambió su vida: volcarse a la lucha

La chica de José C. Paz dejó el patín y forjó una carrera más fructífera: obtuvo una plateada

- Fernando Vergara

La lucha y Linda Machuca van de la mano. Siempre. El deporte, sí, pero también ese esfuerzo enorme y continuado que realiza una persona para conseguir un fin. Ayer, la oriunda de José C. Paz se quedó con la medalla de plata en la categoría de hasta 73 kilos de los Juegos Olímpicos de la Juventud. Una gesta enorme para quien hace cinco años practicaba patín, hasta que la convencier­on con cambiar de deporte.

“Va a ser la primera vez que mi familia me va a ver competir en vivo”, había avisado Machuca en la previa. Por eso se sucedieron los abrazos con mamá Carolina y papá Darío. En el Parque Olímpico, la atleta de 17 años lloró, sonrió y se sacó fotos con decenas de personas que querían tocar su premio. Un premio a la perseveran­cia para quien encierra una gran historia de vida. En el Pabellón Asia, acompañada por una multitud que la apoyó constantem­ente, la argentina venció sucesivame­nte a la turca Vahide nur Gok, a la bielorrusa Kseniya Dzibuk y la uzbeca Svetlana Oknazarova, antes de caer en el combate final con la cubana Milaimys Marín Potrille.

Provenient­e de una familia muy humilde, Machuca creció en el barrio Sagrada Familia. Amante del deporte, primero se inclinó por el patín, motivada por la reconocida Andrea González, también oriunda de José C. Paz. “Me encanta patinar, pero realmente no me iba muy bien. Y no quería hacer un deporte por hobby: yo quería ser alguien en la vida”, le explica la juvenil a la nacion.

En la decisión apareció una persona clave: el profesor Sergio Orozco. La vio entrenando y se acercó. “Me sugirió el cambio, me dijo que podía triunfar e inclusive llegar a estos Juegos Olímpicos”, reconoce Machuca. “Es grandota para el patín. Este es su mundo”, remarca el entrenador cubano Erick León.

El inicio del recorrido en un deporte totalmente diferente como la lucha no resultó lo que ella esperaba. “Al principio no me gustó porque tenía mucho contacto con el cuerpo de otra persona. Claro, las técnicas eran parte de tocar el cuerpo del adversario y no me sentía muy cómoda. Pero después me fui relajando y ya me gustaron varias cosas: hacer fuerza, la resistenci­a, la técnica, exigirme”.

Las medallas empezaron a acumularse en su currículum. Sus buenas tareas la llevaron al selecciona­do y a dar vueltas por el mundo: Alemania, Suecia, México, Brasil, Perú, Chile y Cuba. “Me gusta viajar, pero no me hace bien estar tanto tiempo separada de mi familia. También tengo tres hermanos: una de 20 y dos chicos de 12 y 13. En la preparació­n para este torneo fuimos a río de Janeiro y Guadalajar­a. Por momentos quería que se terminara y que pase el tiempo a toda velocidad. Son cosas que se sufren y generalmen­te no se dicen”, confiesa.

La rutina de Machuca es agotadora. “Me levanto a las 7 y viajo desde José C. Paz hasta el Cenard. Tengo más de dos horas en el colectivo. Termino de entrenar a las 11.30, almuerzo, me baño y después voy a la escuela ahí mismo. A las 18.15 otra vez a la rutina: entreno hasta las 20.30, y a veces ceno en el Cenard y me voy a casa”, detalla. “Tiene carácter, entereza. Y un futuro brillante”, cierra León.

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“Quiero ser alguien en la vida” es su frase de cabecera

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