LA NACION

Eva Halac. “Creo que hoy la realidad es la ficción”

La dramaturga y directora lleva a escena una figura clave del periodismo: Jacobo Timerman

- Carlos Pacheco | Fotos Alejandro Guyot / Afv J. timerman De Eva Halac de jueves a sábados, a las 20.30; y domingos, a las 20. cultural san martín, Sarmiento 1551.

Hace cuatro años la dramaturga y directora Eva Halac presentó en El Cultural San Martín Café Irlandés, una pieza en la que fantaseaba con un encuentro entre los escritores Rodolfo Walsh y Tomás Eloy Martínez. La acción transcurrí­a en la década del 60. En su nueva producción, J. Timerman, decidió tomar a un hombre tan emblemátic­o como polémico, el periodista Jacobo Timerman, entonces director del diario La Opinión y mostrar algo de su accionar durante la década del 70. Concretame­nte la trama se desarrolla en unos días del mes de octubre de 1971. Eran momentos en los que se preparaba el casamiento de la hija del presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse con el cantante Roberto Rimoldi Fraga. Tiempos difíciles en aquella Argentina en la que se esperaba que se produjeran muchos cambios sociales. Halac le roba a la realidad algunos nombres de individuos que gravitaron notablemen­te en aquellos años (Timerman, David Graiver, Abrasha Rotenberg) y los introduce en su ficción, no para juzgarlos, sino para exponerlos con el convencimi­ento de que ellos tuvieron cualidades de personajes dramáticos. La pieza está interpreta­da por Guillermo Aragonés, Leonardo Murúa, Carlos Scornik, Cristian Majolo, Mucio Manchini, Juan Pablo Galimberti y Gregorio Scala.

“Timerman es un personaje que va más allá del melodrama y entra en la tragedia –explica Eva Halac–. Un género que nosotros como senTexto timiento rechazamos. Creemos que vivimos en la tragedia, pero es un melodrama. No podemos salir del culebrón de villanos y víctimas y creo que él atraviesa ese género y empieza a decir lo que piensa. Eso, unido a sus contradicc­iones, sus pesadas culpas y a ese enfrentami­ento tremendo que tuvo con la realidad lo convierten en un personaje teatral porque lo encamina hacia la tragedia”.

–Cuando en un escrito definís el momento histórico en el que se desarrolla la obra decís que “eran tiempos en que la ficción no existía y solo existía la realidad”.

–Creo que hoy la realidad es la ficción. Algo de eso empezó a crecer y lo hizo a partir de aquel momento. Por eso el personaje reúne todas las contradicc­iones de esta época que empezó en aquella. Todo aquel andamiaje de la ilusión por la revolución, la lucha armada, empieza a ser en el período que tomo en la obra, que es corto, octubre de 1971.

–¿Cómo entrás en ese mundo que se desarrolla durante tu infancia?

–Llego al diario La Opinión porque mi padre (Ricardo Halac) trabajaba en él. Fue la atmósfera de mi infancia, esa música, esa estética. Todo el tiempo los personajes hablan de un período de transición. Están a la espera de… Con la escenógraf­a Micaela Sleigh hicimos un puente larguísimo, pero con vallas de seguridad. Hay una sensación de pe- ligro. Da la impresión de que están filmando una película y hay riesgo pero sin dobles, sin seguros, sin red. A la distancia leés las noticias de ese diario y te das cuenta de que Buenos Aires se había convertido en una especie de set de filmación donde los argumentos eran tremendame­nte épicos y donde había campesinos y obreros marchando hacia al socialismo detrás de un líder que quizá era un psicoanali­sta. Hay algo de toda esa estética que pertenece a mi infancia y adolescenc­ia y que creo que tiene una resonancia tremenda hoy. Quizá la actuación es una necesidad del capitalism­o. Exige una dosis de actuación y hay extras y actores por todos lados entre los supuestos anarquista­s que andan ahora por la calle rompiendo cosas o los trolls o lo que era el grupo Quebracho. Está lleno de actores y hay una dosis de actuación que empaña deseos honestos. La carga de fantasía que empuja la acción es tremendame­nte teatral.

–¿Cómo analizás la figura de Jacobo Timerman?

–Hay mucho material. Es un personaje tremendame­nte teatral. Tengo entendido que además fue de una impunidad tal que se convirtió en algo parecido al enemigo del pueblo. Tenía un carácter horrible. Era despótico, psicópata, pero por otra parte fue un maestro para muchos periodista­s. Tengo un solo personaje de ficción que es un periodista joven que está en esa redacción y que sufre las consecuenc­ias de ese cambio tremendo que hizo Timerman cuando empezó a darse cuenta del marketing que venía trabajando sobre el diario y las consecuenc­ias que eso podía tener y el acuerdo que necesitó hacer con el gobierno militar por la pauta oficial. La dimensión con la realidad aquí empieza a ser muy desequilib­rada y en ese momento la verdad es que no hay retorno. Nadie puede frenar lo que va a ocurrir. Timerman intenta hacerlo también, pero era imposible. Todo está dentro del marco de esta boda con ese

charm que tenía la imagen de Buenos Aires. Con esa mezcla de la música de Los Náufragos y canciones en inglés, con esa fiesta, con esa alegría que había e inconscien­cia.

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