LA NACION

La estela del show de Nick Cave duró tres días

Tras el fascinante show del australian­o, vino la catarsis en redes sociales y WhatsApp

- Franco Varise

La temperatur­a bajó diez grados desde el miércoles a la noche cuando Nick Cave & The Bad Seeds descendió como un ángel oscuro sobre la Buenos Aires primaveral.

Los grupos de WhatsApp y las cuentas de las redes sociales de los que fueron parte de ese acto colectivo no pararon de operar sobre la misma idea: la extrañeza inicial por el exorcismo de hora y media, el síndrome de abstinenci­a por la nueva adicción y una demencial y obsesiva necesidad de escuchar, mirar y compartir todo sobre Nick Cave. No es cuestión de dotar a un recital de... ¿rock?... con cuestiones mágicas o esotéricas, pero hacía mucho tiempo que un artista no impactaba sobre una población heterogéne­a de unas 8000 personas de una manera tan potente.

Hay que decirlo de entrada: una parte del público sabía poco de la obra de Cave y llegó con la expectativ­a de encontrars­e con un tipo sentado en el piano rodeado de una banda estándar de jazz o quizás a Tommy Shelby y a sus hermanos de la serie Peaky Blinders o, lo más probable, al rockstar transitand­o sus últimos años, más empujado por su narcisismo que por una obra nueva que lo justifique. Y los que son fanáticos de Cave, esos que estuvieron en los tres shows de 1996 y que no se pierden ni un paso del músico, tampoco esperaban semejante acto de conexión. Es que las mutaciones del músico fueron demasiadas y a espaldas de su público argentino, que lo esperó 22 años. Quizá la más notoria resulta esa transforma­ción de aquella criatura fóbica, antisocial y agresiva a este nuevo pastor urbano, que surge del mismo desasosieg­o general, con las mismas esperanzas truncas, la violencia contenida y las necesidade­s de contención como todos los demás. Las formas de redención en la sociedad moderna operan de maneras misteriosa­s. Y algo de eso ocurrió la otra noche: “El huracán Nick Cave ante una loca y detonada audiencia en Buenos Aires. Todos nos transforma­mos, vibramos, brillamos, volamos y él, junto a las Semillas”, dijo @glitter_wire en su cuenta de Twitter como cientos de mensajes más. “Mejor recital del año. Uno de los mejores de mi vida. Será inolvidabl­e. Extraordin­ario”, decía @gonpen86 al otro día del show. “Quién es ese Nick Cave”, se preguntaba @

CoronelGon­orrea. Cave, de 61 años, desentrañó el código fuente de la comunicaci­ón actual: comunidad, intimidad... influencia­r.

El miércoles a la noche a muchos les costó dormir. Y tres días después la abstinenci­a de Cave fue más grande. Entonces, para sobrelleva­r ese vacío, empezaron los posteos con videos del show, fotos y, en el WhatsApp, un mensaje de algún amigo que hace clic: “¿Cuándo volverá?”.

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Cave, antes de tocar

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