LA NACION

Reinas y víctimas del glamour

- Hugo Beccacece

Una tarde deliciosa de domingo en La Boca. Alejandra Radano es Joan Crawford en Hello Andy, un monólogo escrito y dirigido por Alfredo Arias, que puede verse los sábados y domingos en Proa. El subtítulo de la pieza es Crawford habla.

Basta cambiar el nombre propio para tener uno de los eslóganes más célebres de la transición del cine mudo al sonoro. Cuando Greta Garbo hizo su primera película sonora,

Anna Christie (1930), la publicidad se basaba en la frase “Garbo talks” (Garbo habla). La voz de la actriz sueca, como la de todas las estrellas de Hollywood, entre ellas Crawford, era un misterio hasta entonces y despertaba todo tipo de especulaci­ones. Las dos estrellas superaron la prueba del sonoro y trabajaron juntas en Grand Hotel (1932).

Alfredo Arias desde hace unos año ha evocado en varias obras a los íconos de su niñez y adolescenc­ia. Ahora, le tocó el turno a Crawford. La imagen de Radano como Joan es un acierto: combina la precisión y la elegancia del vestuario de época con el humor. El maquillaje, perfecto como un cuadro de Vermeer de Delft; el complejo peinado, verdadera proeza de cestería (peluquero Fabián Sigona) y el estupendo vestido de hombrera y escote espejo (de Fabián Luca) provocan la sonrisa divertida y nostálgica.

La conversaci­ón telefónica entre Crawford y Andy Warhol es un monólogo en el que los cambios de tono y lo grotesco son tratados con mucha sutileza. El truco del tubo es el mismo que utilizó Jean Cocteau en La voz humana y, si pasamos a ejemplos locales, Tato Bores, Carlos Perciavall­e y Antonio Gasalla.

El motivo de la llamada a Warhol es el deseo de inmortalid­ad de Crawford: quiere posar para un retrato como el que Andy le hizo a Elizabeth Taylor. La charla no tiene desperdici­o. Como tampoco lo tienen las canciones que interpreta Radano. Sus tiradas y sus réplicas son una irresistib­le mezcla de inocencia, ingenio, crueldad y gracia. Casi una versión en clave de comedia de Sunset Boulevard.

Joan empieza la obra citando lo que dijo François Truffaut en 1954 acerca de la interpreta­ción de ella como cowgirl y mujer fatal en el western Johnny Guitar, dirigido por Nicholas Ray; “Crawford es un fenómeno que con el pasar del tiempo se vuelve cada día más masculino”.

Cuando vi Johnny Guitar en mi pubertad me impresiona­ron Joan y su enemiga en la película, Mercedes McCambridg­e. La cara de Joan y sus actitudes de pistolera como Vienna, dueña de un bar del Lejano Oeste, hacían que Sterling Hayden, su recio galán, me pareciera un “tierno”. Pero él y Crawford me parecían jovencitas de Louisa M. Alcott en comparació­n con la masculinid­ad de Mercedes McCambridg­e, una genuina “machona” vintage.

Radano es femenina, seductora e “ingenua” con Andy, pero también una diva implacable y sarcástica con todos, incluida ella misma. Joan era capaz de decir con la dureza necesaria: “Cuando una foto mía es mala, no odio la foto, me odio a mí misma, porque la realidad me ha dominado”. Era reina y víctima del Hollywood dorado y doloroso del glamour.

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