LA NACION

Por Pablo Vignone

La madre de todos los clásicos. Y con VAR

- Pablo Vignone

Es el paroxismo del juego. Boca y River afrontarán su máximo choque desde sus orígenes comunes junto al Riachuelo. No es exageració­n ni sensaciona­lismo: el fútbol argentino acaba de entrar en una nueva era, porque después de la próxima final de la Copa Libertador­es, la madre de todas las finales, nada en nuestras canchas volverá a ser lo que fue.

Se confirma el temor de muchos: el superclási­co morirá. ¿Qué puede sobrevivir de él después de ser llevado a categoría tan suprema, lo que Cristian Grosso cataloga con justicia en la contratapa como el duelo más volcánico de la historia del fútbol? Esta final trazará la distancia más grande jamás medida entre ambos protagonis­tas y –a no dudarlo– el enfrentami­ento no volverá a ser el mismo por décadas.

El duelo marcará el punto final de uno u otro, del Mellizo o del Muñeco (aunque probableme­nte Gallardo no dirija en ninguno de los dos partidos). El técnico del perdedor se volverá un fusible: tolerancia cero para la derrota. Y el vAR, la dichosa video-asistencia al referato, ofrecerá vastas posibilida­des para ensuciar todavía más esta batalla por la superviven­cia. No habrá piedad con los errores arbitrales. Todos y cada uno de los pliegues polémicos del juego serán discutidos con ardor. Una mecha en cada rincón del campo de juego. Basta imaginar qué sucedería en el territorio si con el vAR se anulara un gol en el arranque o se cobrara un penal en los minutos finales.

Arranca la semana próxima en la Bombonera, presumible­mente se definirá antes de fin de noviembre, en el Monumental. Pero la exasperaci­ón continuará eventualme­nte hasta la final del Mundial de Clubes, tres días antes de la Navidad. El abismo entre los que viajen a Abu Dhabi y los que no se volverá el más gigante de nuestra menuda historia deportiva. El resto del país decidirá si asiste impávido al choque, toma partido o se exilia en ámbitos no contaminad­os por el fútbol (si es que alguno, a esta altura, quedó en pie).

Boca y River no se enfrentan por Copa Libertador­es desde la fatídica noche del gas pimienta, en 2015, cuando pareció haberse alcanzado el límite.

Pero no. El límite estaba aquí.

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