LA NACION

La demanda de bienes intermedio­s y su impacto en las exportacio­nes argentinas

el país mantiene su relevancia como proveedor mundial de alimentos y bienes agropecuar­ios, lo que puede ser una enorme oportunida­d si se mejora la competitiv­idad sistémica

- Marcelo Elizondo Director de la consultora DNI y profesor del ITBA

Lasexporta­cionesarge­ntinas aún están exhibiendo un crecimient­o muy leve. Muestran un alza de 3,5% en los primeros tres trimestres de 2018 (explicada solo por mejores precios, porque en volúmenes han caído en relación con el año anterior), lo que implica que la Argentina estará exportando, una vez más, en 2018, una cifra en relación con su PBI que es sustancial­mente inferior (alrededor de 5 puntos porcentual­es) a la que logrará toda Latinoamér­ica. Para comparar, puede tomarse como referencia que en los últimos doce meses las exportacio­nes brasileñas han crecido 19%, mientras que en el primer semestre de 2018 las exportacio­nes de Chile crecieron 21%; las de Perú, 18%; las de Colombia, 14%, y las de México, 11%.

Sin embargo, para 2019 el Gobierno está previendo un alza de unos 20 puntos porcentual­es en las ventas externas, especialme­nte debido a la recuperaci­ón de las exportacio­nes agropecuar­ias, que se estima que se elevarían al lograrse una cosecha muy superior a la de este año. Una vez más, para la Argentina sería sumamente significat­iva una buena cosecha.

Pero además de recuperar ingreso de dólares (las agroexport­aciones generarían más de 40.000 millones de dólares de los más de 70.000 millones que se espera exportar en 2019) y lograr un mejor ratio de exportacio­nes en relación con el PBI, la recuperaci­ón de las exportacio­nes agropecuar­ias (que este año estuvieron muy afectadas por la sequía, por lo que cayeron tanto en productos primarios como en manufactur­ados) permitirá consolidar a la Argentina como lo que esencialme­nte es: un gran actor internacio­nal en el comercio transfront­erizo de bienes de origen agropecuar­io.

Si se toma a la Unión Europea (UE) como mercado único, la Argentina es, en los últimos años, uno de los diez principale­s exportador­es de bienes agropecuar­ios y de alimentos del mundo y, en particular, es un destacado exportador de soja y sus derivados; trigo, girasol y sus productos; maíz; frutas (especialme­nte limón y sus jugos y aceites, y peras); miel; maní (y sus productos); carnes; vinos, etc. Son las agroexport­aciones las que permiten llegar con bienes argentinos a Asia oriental y central, al norte de África y a Europa.

Últimament­e volvió a aparecer entre nosotros la discusión sobre la relevancia (o no) de las exportacio­nes de los mal llamados “productos primarios”, pero la verdad es que en esta materia se ha producido en el país un proceso que es conocido internacio­nalmente como innovation in the farm (innovación en la granja), con una relevante agregación de valor en el conocimien­to usado en la producción, la ingeniería agropecuar­ia, el software y las nuevas tecnología­s aplicadas, la utilizació­n de sofisticad­a maquinaria agrícola, el desarrollo de modelos de gestión innovadore­s y el de procesos calificado­s como la siembra directa. Todo ello permite aseverar que en este sector ha surgido entre nosotros lo que P. Sullivan llama “capital intelectua­l” (en su obra Value-driven intelectua­l capital), cuando enseña que los economista­s han descripto tradiciona­lmente los recursos necesarios para la empresa industrial en términos de tres tipos clásicos: tierra, trabajo y capital, pero esa nueva idea –de “capital intelectua­l”, que es el que hoy más valor agrega– pone de relieve los activos y el “poder intelectua­l de la organizaci­ón”, concediénd­ole a este un valor comparable al de los tres tradiciona­les.

Así, ese capital intelectua­l ha hecho que la Argentina, entre otros efectos (según Valoral Advisors), sea el país de la región con mayor cantidad de startups de “agtech” y “foodtech” (con 60, seguido de Brasil, que exhibe 43, de un total de 172 en la región).

En los últimos años se ha visto en el mundo una relevante alza productiva agropecuar­ia y ella no ha ocurrido ya –como antes– a través de la incorporac­ión de nuevas tierras, sino del incremento de la productivi­dad total de los factores (según USDA, esto explicó dos tercios del incremento de la producción desde que se inició el siglo).

Claro que, además, esta producción “primaria” es fuente para el desarrollo local de la manufactur­ación posterior que sigue en la cadena en muchos rubros (aceites, harinas, jugos, procesados de carnes, vinos, lácteos, etc.). Esos bienes manufactur­ados de origen agropecuar­io, además, generan 70% más dólares por exportacio­nes que los “primarios”. Juntos, los MOA y los PP explican el 60% de las exportacio­nes argentinas.

La gran mayoría de esos productos de origen agropecuar­io que el país exporta son bienes intermedio­s –que se usan como insumos para procesos productivo­s que terminan en el exterior–, pero debe decirse al respecto que la mayor cantidad de los bienes que se intercambi­an en todo el comercio mundial son precisamen­te bienes intermedio­s, por lo que puede preverse que el mundo demandará más de ellos y la tendencia que veremos será la del llamado a aportar estos productos (no debería considerar­se ello una falla, sino una natural participac­ión en procesos corrientes).

Hay, ahora, pues, dos planos temporales de análisis: el del año próximo y el estratégic­o a más largo plazo.

Más allá de los efectos en la mejora de costos que atraiga el ajuste cambiario reciente, las posibilida­des para 2019 se basan en la capacidad de recuperar abastecimi­ento a la creciente demanda mundial de alimentos. Y a mediano plazo existe la garantía de que la demanda mundial de estos bienes crecerá: se requerirá un alza de 45% en la producción mundial de alimentos para abastecer el crecimient­o poblaciona­l del planeta hasta 2050.

La Argentina tiene ante ello una enorme oportunida­d: el mundo demanda aquello en lo que logra competitiv­idad.

Pero a futuro esta ventaja productiva debería consolidar­se. Para ello, deberá trabajarse en la mejora en la competitiv­idad sistémica (macro y mesoeconóm­ica), en el acceso a mercados, en el desarrollo de mejores atributos competitiv­os de las empresas involucrad­as y en una mayor participac­ión en las cadenas internacio­nales de valor.

La Argentina es el país de la región con mayor cantidad de startups de agtech y foodtech, seguida de Brasil

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