LA NACION

marilina ross

Con nuevos bríos, hoy vuelve a recorrer su repertorio de canciones en un nuevo show; anticipa su regreso al teatro, pero como directora, y filmó su propio cortometra­je

- Foto Soledad Aznárez Texto Pablo Gorlero

Hoy vuelve al escenario con un show en el que repasa sus clásicos.

Es una gran anfitriona. Con una paz fuera de lo común, Marilina Ross sabe guiar y dejarse acompañar. Gran conocedora de los vínculos, amante de lo natural y degustador­a de la vida, cuesta creer que a veces tarde en decidirse. Bueno, pero esta vez se decidió volver a un escenario a hacer un show completo, de esos que sus miles de fanáticos y fanáticas fieles no se quieren perder. Porque sus encuentros son como en el fondo verde de su casa: amenos, íntimos, aunque esté rodeada de casi mil personas. Hoy, a las 21, junto con Ángel Mahler (gran amigo suyo de hace décadas) presentará por única vez su show Otra vez, en el Auditorio de Belgrano (Virrey Loreto 234). “Será una linda recorrida nuevamente con Ángel después de un tiempo largo, ya que estuvo dedicado a la política. Es un reencuentr­o con mis canciones. Además tendremos invitadas de lujo: Lucía Galán y Julia Zenko”, anticipa.

–¿Qué te decidió volver?

–El placer.

–Hubo tiempos en los que no tenías ganas…

–Más que nada era un problema de salud que me impedía moverme con facilidad. El año pasado tuve una crisis difícil de pasar, fue fea.

–¿El maldito EPOC, no?

–Sí. Estoy intentando que, al menos, no avance muy rápido, pero es inexorable. En este momento estoy bien, he bajado de peso, hago dieta y muchos ejercicios.

–Supongo que con Ángel no hablás de política...

–Tratamos de no tocar el tema. Nos unen muchas cosas, nos tenemos un gran afecto. Tengo muchísimos amigos que no piensan lo mismo que yo. Mis relaciones no pasan por ahí. Pongo el afecto por sobre todo, creo es lo único importante.

–¿Este será el primero de otros shows o vas a volver a parar?

–En este momento hago este y no quiero planear a futuro porque no sé cómo voy a estar. Ahora aprovecho para disfrutar todo lo que me da el escenario, que es muy grande. Me sigue haciendo muy feliz la música.

–¿Seguís componiend­o?

–No. Se cerró el quiosco. Yo intento golpear, pero ya no me abren. Desde que tuve el infarto en 2002, me están dando una medicación que hace que mejore el biorritmo. No está ni muy arriba ni muy abajo. Eso provoca que ya no tenga la inspiració­n de antes. Tiempo atrás, ante el dolor o la felicidad me ponía a componer. Ahora no encuentro qué decir. Y no me quiero repetir. Me pasa lo mismo con el blog, donde antes era muy activa. A veces, aparece mucha agresión que no tengo ganas de bancarme.

–Entre tu público hay muchos jóvenes que no vivieron tu gran momento musical. Es curiosa esa devoción.

–Ese es un buen aspecto que tienen las redes: las posibilida­des que te brindan de llegar a otros públicos. Me sorprende, me alucina un poco. No sé si estoy expresándo­los porque, en realidad, expreso a otra generación. Tal vez sea que estoy expresando cosas del ser humano. Me da placer saberlo.

–En los comentario­s que dejan en tu blog muchas veces te dicen “maestra”. ¿Por qué sentís que sos un referente para muchas personas?

–No me considero maestra ni mucho menos. A duras penas sigo con todo lo que me toca vivir y estoy abierta a seguir aprendiend­o. Más con todos los medios que hoy tenemos al alcance, con las posibilida­des que nos da la computació­n. Soy muy activa con eso, me gusta hacer videítos, editarlos. Ahora acabo de meterme en un concurso. ¡Mirá qué atrevida! En Sagai se lanzó uno de cortos de menos de 20 minutos y se me ocurrió presentar un video que hice en 2004, que me gusta lo que cuenta.

–¿De qué se trata?

–En Junín de los Andes me sorprendió el trabajo de un escultorar­quitecto que hizo una iglesia. Lo fui filmando mientras descubría esa historia de un ser fuera de serie. Ojalá que gane. Me entretengo con estas cositas, solita frente a la compu, sin la ayuda de nadie.

–¿Así que te estás descubrien­do como directora teatral?

–Sí, esto es algo muy nuevo. Estoy sorprendié­ndome con ideas. Por ahora vengo sufriendo un poco. Es una obra que hice en 1972 y 1973. Se llama Solita y sola, de Ricardo Talesnik. Por aquel entonces Lino Patalano la produjo en el café concert El Gallo Cojo y fue él quien me propuso que la dirija. Es un unipersona­l con Marta Mediavilla, que es una muy buena actriz joven, ideal para este personaje. Hay mucho trabajo por hacer y estamos en eso. Hace un tiempo que estamos ensayando y la haremos en el Maipo. Lino quiere que estrenemos en enero, pero no sé si llegamos. Me está poniendo nerviosa el tema.

–¿La dirección teatral es algo planeado o repentino?

–En absoluto estaba en mis planes.

–A todo esto…, ¿dónde quedó la actriz?

–Y…, la actriz por ahí anda. A decir verdad, no la extraño mucho. Siempre añoro más todo lo que tiene que ver con la música. Fui muy feliz interpreta­ndo algunos personajes, pero se cumplió una etapa, un tiempo, ya son hermosos recuerdos.

–¿Qué recordás con mayor cariño?

–La nena fue un hermoso recuerdo que duró cinco años. También esa cantidad de deseos y sensibilid­ad puesta a flor de piel que fue la telenovela Piel naranja y su autor, Alberto Migré. Y el corolario de mi carrera como actriz que fue La Raulito. Tal vez sea lo más importante que hice, fue mi proyecto y llevarlo adelante fue un sueño cumplido y realizado. Fue lo que me transportó a España. Le debo mucho a La Raulito. Tengo grandes recuerdos de cosas que he hecho, pero que ya está, quedaron en el pasado. No dejé nada en el tintero. Siento que realicé todo lo que quería. Así que estoy muy bien, en paz. –Todo va cambiando, pero creo que fui mutando junto con el tiempo, por eso no siento que me haya quedado nada pendiente, en cada momento hice lo que tenía ganas. Toda mi vida fui así.

–No. Cuando aparece le doy un beso y ya está, ya fue. Esa nena es hoy esta nonna. Esta es la realidad, y aunque no tengo hijos tengo otros críos que disfruto mucho: una perra, una gata y una paloma. –Lo último que hice fue El espejo de los otros, de Marcos Carnevale. Me cuesta mucho estudiar la letra y todo lo que tiene que ver con la mecánica de la actuación. Podría ser si me ofrecieran un papel de muda, para no estudiar la letra.

–Con los actuales cambios sociales que hay en el mundo, ¿aparece algún fantasma de la época en la que tuviste que partir al exilio?

–Mi miedo está más cerca. Está en Brasil. Me asusta tenerlo acá, al ladito. Por suerte esto me encuentra más cansada y con menos ganas de profundiza­r en esos aspectos, ya no tengo aquel ímpetu juvenil. Tengo otros cansancios. Pero me está asustando lo de Bolsonaro, tanto como que el partido nazi esté nuevamente en Alemania.

–¿Y qué pensás de esta Argentina?

–Me duele este momento. Veo que la situación está muy difícil, sobre todo para la clase trabajador­a. Me asusta el achique. No se cuida a la ciencia, al arte. Se achican espacios, así como las orquestas de niños o barriales; los centros culturales están desapareci­endo porque no hay dinero para sostenerlo­s. Eso me parece peligroso porque la cultura es lo que nos hace estar vivos.

–¿Qué te trae a tierra, Marilina?

–Mirá, ya no levanto mucho vuelo ni aterrizo demasiado de golpe. Mi vida es una leve onda…, ya no aterrizo del todo.

“Será un reencuentr­o con Ángel Mahler después de un tiempo largo”

“No me considero maestra, a duras penas sigo con todo lo que me toca vivir”

–Sé que ves mucha televisión. ¿Qué es lo que te atrae?

–Veo programa políticos. Me hago mucha malasangre, pero necesito saber lo que está pasando. Además, sigo muchas series en Netflix. Disfruté mucho La casa de papel por su argumento. Eso de tener que adueñarse de un papel que acaban de fabricar, que no fue sustraído a nadie, construir tu propio dinero y llevártelo porque lo hiciste vos… Me encantó la idea. También veo 100 días para enamorarse.

–¿Como cambió tu vida Patricia, tu esposa?

–Mucho, mucho, mucho. Aprendí de Patricia una sensibilid­ad extrema. Le hice una canción que habla de eso. ¿Te digo la letra?

–Claro...

–Quién me iba a decir a mí que a esta altura de la vida el amor me brindaría una relación así, donde me siento cuidada, tan a gusto, tan mimada, sorprendié­ndome feliz con un tecito en la cama con aroma de jazmín. Coser no sabe, no tiene idea qué es bordar, pero sí sabe abrir la puerta para ir a jugar, al póquer. Y tantas risas, y alguna lágrima también, y estoy segura que Dios sonríe cuando nos ve. Quién me iba decir a mí, que ya todo lo sabía, que todavía tendría tantas cosas que aprender. Del respeto por la vida, desde una paloma herida hasta el llanto de un ciprés, y ni hablar de la ternura de esta perrita peluda que tenemos de bebé.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina