LA NACION

Un presupuest­o provisiona­l para cerrar el año

- Claudio Jacquelin

Solo dos acontecimi­entos dilatan la manifestac­ión de un deseo profundo que atraviesa a todo el oficialism­o: que 2018 termine lo más pronto posible. Dos hechos pendientes en su calendario todavía entusiasma­n al Gobierno: sueña con la aprobación del presupuest­o para 2019 con cuentas equilibrad­as y se ilusiona con una realizació­n exitosa de la cumbre de jefes de gobierno del G-20.

Lo urgente empezará mañana con las últimas negociacio­nes en el Senado para sacar dictamen de la “ley de leyes”, que debería sancionars­e el miércoles de la semana próxima. La medida de la necesidad la da cuál es el mejor resultado al que puede aspirar y al que ya se resignó: un presupuest­o que tendrá mucho de provisiona­l.

El cálculo de recursos y gastos que saldrá del Congreso sufrirá en la práctica varias modificaci­ones apenas empiece a ejecutarse. Los acuerdos hechos con los gobernador­es de las provincias en manos peronistas para lograr los votos en las dos cámaras (y en particular en el Senado) son un marco, pero no una pintura realista y precisa de lo que ocurrirá.

Por eso, en los últimos días los mandatario­s más refractari­os al gobierno nacional insinuaron algunas rebeliones, como amagar con impulsar una ley para derogar la eliminació­n del fondo de la soja, que hasta hace dos meses les aportaba inestimabl­es recursos.

No facilitó el ya de por sí difícil tránsito hacia la aprobación del presupuest­o, que parecía casi resuelto, la admisión oficiosa de que a la oficialist­a provincia de Buenos Aires se le compensará­n con obras los recursos que el presupuest­o nacional le retacea. Que la mayor carga del ajuste para llegar al déficit cero recayera sobre la administra­ción bonaerense fue una condición explícita de los peronistas antes de compromete­r los votos de sus legislador­es.

El enojo que María Eugenia Vidal dejó trascender y que algunos de sus ministros expusieron por los recortes a los fondos para la provincia había sido un elemento clave para terminar de persuadir a los peronistas más dialoguist­as. La ecuación era simple: podían “vender” que si la gobernador­a estaba molesta, ellos habían ganado, aunque cedieran algo y le dieran al Gobierno la herramient­a que necesita para cumplir con una exigencia central del Fondo Monetario Internacio­nal y de los mercados. La posterior admisión de que Vidal iba a ser compensada trastocó la puesta en escena, tan funcional a todos.

La revelación de la táctica del Gobierno de atenuar el impacto sobre el principal distrito electoral del país fue considerad­a inoportuna por los funcionari­os y legislador­es oficialist­as a cargo de las negociacio­nes con el peronismo. Otra diferencia más con quienes ocupan los dos principale­s despachos de la Casa Rosada.

Ahora el oficialism­o debe hacer algunos esfuerzos adicionale­s para que no se le deshilache­n los acuerdos atados. Pero confía en que estaría asegurado el voto de más de 40 de los 72 senadores para que el presupuest­o salga sin cambios el 14 de este mes.

Hay que prestarles atención a recientes dichos del Presidente, aunque parezcan contradict­orios. Después de haber manifestad­o que la Argentina tiene “los impuestos más altos del mundo”, Macri afirmó la semana pasada que, “lamentable­mente, una parte de lograr el déficit cero el año que viene es el aumento de impuestos”.

En la Casa Rosada ya evalúan algunas actualizac­iones de las compensaci­ones comprometi­das a las provincias después del pacto fiscal firmado y votado a fines del año pasado. Se sabe y se confirma así que al equilibrio fiscal no suele llegarse por una sola vía. Reducción de gastos y aumento de ingresos son parte de la ecuación. El dilema es quién paga la diferencia entre el país ideal y el país real.

En ese esquema juega un papel importante otra reforma que irá en paralelo a la aprobación del presupuest­o y es la modificaci­ón que, se da por descartado, se votará el mismo día para morigerar la aplicación del impuesto a los bienes personales y beneficiar­á a la casi totalidad de los propietari­os de vivienda única. El Estado resignará unos tres mil millones de pesos que tenía presupuest­ados.

También se da por hecho que habrá cambios en el régimen tributario que pesa sobre las cooperativ­as. Las del sector agrícola que funcionan como tales mantendrán beneficios, pero la presión crecerá sobre aquellas que son financiera­s o asegurador­as encubierta­s.

Con esas dos votaciones empezaría a cerrarse el año legislativ­o si todo sale como espera el oficialism­o. Solo se da por seguro que no serán más de tres o cuatro los temas relevantes que discutirá el Congreso antes de que termine 2018, y siempre y cuando no obliguen al oficialism­o a más negociacio­nes trabajosas. El crédito político que tenía para este período ya lo consumió con creces.

Entre las iniciativa­s se espera que se trate el proyecto de ley de alquileres, que cuenta con amplio consenso político y fuerte rechazo del sector inmobiliar­io.

También se considera un hecho la aprobación de la nueva ley de financiami­ento electoral. En la Casa Rosada aspiran a que la norma incluya la aprobación a los aportes de campaña de empresas y otras personas jurídicas. Significar­ía una cuota de realismo para blanquear lo que ocurre de hecho y que ninguna ley ha logrado evitar. Sin embargo, dentro de Cambiemos no hay consenso: los radicales hacen de su negativa una cuestión de principios, al margen de lo que sucede en la realidad.

Algunos alquimista­s del sector más político del oficialism­o no dan por terminado su intento de que se revise el régimen de las elecciones primarias, abiertas, simultánea­s y obligatori­as (PASO), especialme­nte en lo que se refiere a esta última palabra. Para eso debería avanzarse en otros ámbitos y alcanzarse otros acuerdos aún demasiado lejanos, sobre todo en lo que se refiere a las elecciones bonaerense­s. Demasiado para la Casa Rosada.

Con menos chances, pero sin que todavía pueda descartars­e, se hará un intento para que el Congreso empiece a tratar el blanqueo laboral, sobre el que había acuerdos en la época en que existía el Ministerio de Trabajo, pero fue sepultado por el cataclismo financiero­económico.

Son todas evidencias de que un poco de paz cambiaria, sumado a los tropiezos de una oposición que no acierta a ordenarse, es capaz de elevar los ánimos del oficialism­o a límites que las variables económicas y las encuestas de opinión no parecen justificar suficiente­mente. La cercanía del comienzo de un año electoral fogonea el optimismo. “Las elecciones nos ordenan y en eso nadie es mejor que nosotros”, justifican en la Casa Rosada. La actividad en la sede de Pro de la calle Balcarce ejemplific­a dónde ya están puestas las energías de los estrategas macristas.

No por falta de optimismo, sino por una dosis extrema de realismo y también de comodidad con la situación, el Gobierno no insistirá para que el Senado trate la postulació­n de Inés Weinberg a procurador­a general. El peronismo más dialoguist­a es renuente a darle los votos y el Gobierno quiere mantener la buena vecindad que ha construido con este sector. Además, el oficialism­o ya logró el objetivo de máxima, que era desplazar a Alejandra Gils Carbó, y está muy satisfecho con el interinato de Eduardo Casal. El año próximo, en caso de que el proceso electoral no afecte demasiado el funcionami­ento del Congreso, se verá.

Sobran los condiciona­les, pero el oficialism­o aspira a concluir el período de sesiones ordinarias sin más sobresalto­s de los muchos que ya tuvo y no esperaba tener cuando imaginó que solo se debatiría una agenda social. Sería un gran logro y lo que más desean los referentes legislativ­os oficialist­as, exhaustos y sin mucha sintonía con sus jefes. Nadie imagina ni desea emprender la aventura de llamar a extraordin­arias.

En lo inmediato, la sanción del presupuest­o le despejaría el camino al Gobierno para terminar con los preparativ­os del G-20 que se hará dos semanas más tarde y en el que tiene puestas expectativ­as, fundadas, de que obtendrá diversos réditos, especialme­nte en su rol de huésped facilitado­r (honest broker le llaman) de algunos acuerdos de impacto internacio­nal.

Si los disturbios que estas cumbres suelen generar no se exceden de lo habitual, el optimismo del Gobierno puede alcanzar niveles poco imaginados para empezar el siempre inquietant­e último mes del calendario. Pero todavía 2019 queda lejos para un año plagado de imprevisto­s como pocos.

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