LA NACION

La insoportab­le presión tributaria

El incesante incremento de la carga impositiva en nuestro país desalienta las inversione­s y agobia a los sectores productivo­s

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La multiplici­dad y la complejida­d de nuestro actual esquema tributario en su conjunto, compuesto nada menos que por 96 diferentes tributos, terminan lastimando severament­e la competitiv­idad

Cuando el gobierno nacional está por cumplir ya tres años de una gestión que comenzó el 10 de diciembre de 2015, las reformas estructura­les prometidas han avanzado, aunque sin la velocidad y profundida­d requeridas. Entre ellas, la que tiene que ver con reducir la carga impositiva total que pesa sobre los hombros de los argentinos y los de sus empresas, que es la más elevada de la región y resulta absolutame­nte excesiva para un país en desarrollo.

El propio presidente de la Nación ha reconocido días atrás que nuestra presión impositiva es una de las más agobiantes del planeta y que, por este motivo, cuando los inversores comparan esa carga con las que se aplican en nuestros países vecinos e incluso en Colombia, eligen, como es lógico, los países con menos carga tributaria. Sin embargo, el Gobierno no dudó en aplicar nuevos gravámenes, como los referidos a la supuesta renta por la venta de inmuebles y a las indemnizac­iones para directivos y personal jerárquico de las empresas.

Hablamos de un peso relativo que es verdaderam­ente asfixiante, equivalent­e nada menos que al 37% del PBI de nuestro país. Peso que, cabe puntualiza­r, aumentó muy significat­ivamente entre 2002 y 2016, como contrapart­ida de un aumento, también paralizant­e –e insostenib­le en el tiempo– del gasto público, considerad­o globalment­e.

Para una familia, esta situación supone la necesidad de dedicar nada menos que entre 171 y 202 jornadas de trabajo simplement­e para tener que alimentar al insaciable sector público. Bastante más de la mitad del tiempo de los argentinos que trabajan se dedica entonces a pagar impuestos, si, naturalmen­te, se tienen en cuenta los días no laborables.

El crecimient­o de la presión fiscal en nuestro país evidencia una magnitud desgastant­e que se advierte con tan solo recordar que ese peso fiscal relativo promedia el 22,7 por ciento en nuestra propia región, considerad­a en su conjunto.

Ese promedio es de casi 15 puntos menos de la carga que hoy agobia a nuestro sector privado, produciénd­ole una inevitable anemia y lastimando severament­e su competitiv­idad frente a las demás naciones. La recaudació­n del pasado mes de octubre se incrementó un 42% anual, con un fuerte crecimient­o de casi el 60% por ciento en la percepción del IVA.

En las últimas horas se han agregado nuevos impuestos, que ahora quedaron definidos mediante un decreto publicado en el Boletín Oficial. Se trata del impuesto a las ganancias para la venta de inmuebles y para las indemnizac­iones que cobrarán los directivos y ejecutivos que perciban más de 160.500 pesos mensuales. Son medidas de muy dudosa constituci­onalidad que no contemplan, por si fuera poco, ningún ajuste por inflación ni la devaluació­n que sufre el peso.

A ello se agregan la multiplici­dad y la complejida­d de nuestro actual esquema tributario en su conjunto, compuesto nada menos que por 96 diferentes tributos que deben abonarse en distintos niveles y jurisdicci­ones, cuya atención conlleva además el elevado peso del tiempo que en ella se consume. Simplifica­r esto es también una tarea tan necesaria como urgente.

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