LA NACION

Buika. Canciones que hablan de libertad, de búsquedas, y que atraviesan barreras

De Japón a la Argentina, la cantante española impacta por sus flamencos, sus tangos y una conjunción de ritmos que estremecen y rompen todo límite idiomático

- Silvina Ajmat

Concha Buika dice “hola” del otro lado del teléfono y de inmediato uno sabe que es ella. Esa voz se reconoce con los ojos cerrados, con la intermiten­cia de una mala señal de wifi, con viento, eco y música. La llamaron “la perla negra del flamenco” cuando irrumpió con su cante en la world music y su exotismo tribal. También, “la heredera de Chavela Vargas”, porque la mexicana la ungió como su “hija negrita”, tal como relató en incontable­s y siempre emotivos recuerdos de su madrina artística. Ya consolidad­a como artista internacio­nal, de sólida trayectori­a, que puede empezar a desprender­se del espaldaraz­o de la gran Chavela –y vaya si fue un espaldaraz­o–, sus admiradore­s la llaman “la voz de la libertad”. Es que su desprejuic­io ha capturado a la audiencia del nuevo milenio, ávida de voces que le pongan letra a esa búsqueda universal del yo que tanto desvela a una humanidad alienada y tantas veces impersonal. Buika es lo opuesto. Es la abogada del qué me importa. Es la que se sube al escenario descalza, cierra los ojos, escucha la expectació­n de la platea, la respiració­n de sus músicos y ataca una nota para comenzar el ritual. Verla es mucho más que ir a un recital. Es un acontecimi­ento único e irrepetibl­e.

Su voz de libertad también se espera cuando en el país se están discutiend­o los derechos de las mujeres y su rol en la música. “Yo me emperré con la música. Me encabroné. Cuando una mujer se encabrona, no hay nada que pueda con ella. El problema es que las mujeres no nos encabronam­os. Siempre somos más de lo que cuentan de nosotras”, lanza. A un año exacto de su última presentaci­ón en la Argentina, vuelve después de dar la vuelta al mundo con su “World Tour” para traernos sus canciones. De Japón a México, viajó sin parar y se reconoce un poco cansada. Su casa está en Miami, desde donde atiende la llamada de la nacion, pero dice que últimament­e solo vive de viaje.

Cuando finalice la gira piensa dedicarse de lleno a su próximo disco y asegura que no tiene previsto hacer colaboraci­ones con otros artistas. “Tengo un banco de canciones muy grande”, dice sobre las posibilida­des de concretar un nuevo álbum pronto. “¿Sabes? Me pasé muchos años encerrada en el estudio. Siento que perdí mucho tiempo en mi adolescenc­ia y no me preocupé de hacer algunas cosas que tenía que hacer. Después me obsesioné y me encerré. Decidí ser un soldado al servicio de la humanidad, y eso es entregarle la vida a la causa. Vivo absorta por la música, para darle a la tribu lo más grande de mí, darle todo. Eso es lo que le enseño a mi hijo, a ser un soldado”. Su hijo se llama Joel, tiene 19 años y ya está siguiendo sus pasos en la música. Cada vez que lo nombra se escucha su voz sonreír.

Su voz también se ablanda cuando nombra a Buenos Aires. Tiene un amor especial por esta tierra, donde cada vez que toca levanta pasiones. Volverá este jueves para presentars­e en el Teatro Ópera y llenarse el corazón de argentinid­ad: “Los porteños son tan cachondos que me encanta”, dice entre carcajadas.

–¿Cómo se vive tu música en países tan distintos como Japón, Turquía, Sudáfrica o México?

–La sensación es que nos parecemos más de lo que pensamos, de verdad, en serio, haya estado por donde haya estado, las personas reaccionan de la misma manera, eso me llama la atención. No entienden el idioma y sienten la emoción, es muy bonito. Cada día somos más los de la tribu, eso me ha emocionado mucho. La gira ha sido dura, pero muy bonita.

–¿Cómo definirías a “la tribu”?

–¡La tribu somos todos los locos que nos juntamos para hacer estas cosas! La gente que conspira para hacer algo junta, que está unida por las mismas canciones. En el teatro tu verás que están todos sentados, estamos pegaditos todos juntos, yo contando mis secretos a otros, todos sabemos de todos, nadie sabe de nadie. Podríamos hasta caernos mal, podríamos pensar distinto, tener ideas distintas, pero es un poder que viene de muy lejos, el de unirnos en la música.

–¿Qué esperás de tu concierto en la Argentina?

–Sobre todo que sea emocionant­e. Esa ciudad tiene una emoción añadida... Es que Buenos Aires es como hablar de París, son ciudades que tienen un entorno bohemio que me encanta, muy actuales, pero bohemias al mismo tiempo.

–¿Podés contarnos cómo fue tu historia de amor con Buenos Aires?

–La primera vez fui solo para el concierto y me quedé hasta Navidad. No pude evitarlo. Hubo algo que me dijo: “No te vayas”. Cambié el billete, mi mánager casi me mata, se enfadó conmigo mi madre porque no volvía... Ella vive en Madrid, pero no, me tuve que quedar, conocí una gente muy maravillos­a. Tengo muy buenos recuerdos.

–Tenés una forma de apropiarte de los tangos muy visceral. ¿Cómo fue tu primer contacto con la música rioplatens­e?

–Mi papá se fue de casa cuando yo era chiquita. Tenía nueve años y éramos muchos hermanos luchando, y mi mamá se juraba no llorar por él. Se le pusieron las ojeras de color negro oscurísimo, se dejó bastante. Entiendo que fue duro, como pasa en muchos hogares. ¿Qué pasó? Que mi mamá se ponía los tangos y se curaba. Lloraba con las canciones. No recuerdo un solo minuto que no hubiera música puesta en mi casa. Luego mi mamá pasaba de los tangos a las rancheras, de las rancheras a Coltrane. Las artes, la lectura, con eso nos llenaba de esperanzas todas las noches. Así conocí el tango.

–¿Cómo vivís vos la maternidad?

–Es muy difícil criar a un hijo que ha estado todo el día en contacto con el mundo exterior. Es un panorama tan nefasto el que nos cuentan en el noticiero. Después de toda la informació­n, es muy difícil acostarles todas las noches contando que el mundo es así. Con mi hijo yo era igual que mi mamá. Traté de que no pierda el tiempo en ayudar a personas que no quieren hacer nada por los demás. Que esté a favor de los que estén dispuestos a hacer algo por los otros.

–¿Cómo te trata el mundo de la música?

–Soy un bicho un poco curioso. Yo fui a por la música. Me emperré. Cuando una mujer se encabrona, no hay nada que pueda con ella. El problema es que las mujeres no nos encabronam­os. Siempre somos más de lo que cuentan de nosotras. Nos pasa mucho. Conviértet­e en la mejor. Lucha en tu corazón por ser la mejor. Luego no importa. Pero tienes que luchar por ser la mejor, olvídate de machismos. Lucha por ser la mejor. No te calles tus derechos. Si alguien te trata mal, reacciona, si tienes una opinión diversa, dila, es tu lucha.

–Pero en un mundo dominado por los hombres, como lo es el de la industria musical, ser la mejor no basta...

–Son tiempos en que a las mujeres nos toca luchar. Yo tuve muchas dificultad­es porque no estuve preparada como Dios manda. Tú tienes que presentart­e delante de tus músicos preparada. El problema de muchas mujeres artistas, no las culpo, es que no están preparadas. El tiempo de la música ha cambiado, tienes que tener capacidad, tener informació­n, no es tiempo de dejarlo en manos de un mánager salvador. Tienes que saber dirigir tu carrera como diriges tu voz. Empiecen a tomar las riendas de sus produccion­es. El dinero está muy bien, y los productore­s famosos, pero a veces representa el miedo, la dependenci­a, la debilidad. Yo no tengo dinero, pero tengo poder. Que no significa que no tenga miedo.

–¿Cuáles son esos miedos? ¿Cómo es ser una mujer que toma las riendas?

–Nos han hecho tener miedo al poder, a la evolución. Una mujer con poder era como vaticinar desastres. Hace poco estuvimos en un festival y una comadre nos atendió fantástica­mente, era dueña de un hotel, una chavala de veintipoco­s. Nos contó que tuvo que renunciar a todo para tener ese puesto. A su pareja también. ¿Qué hombre quiere estar con una mujer que nunca está? Para ellos es muy fácil.

–¿Te parece que las mujeres no toman el poder por temor al rechazo de los hombres?

–Han sido muchas puñaladas sociales. En muchas religiones si tú eras cantante, eras una pecadora. Querer seguir siendo una persona de fe y tener tu libertad para decidir, por ejemplo, no fumar marihuana, no para que no digan que si fumo soy una cualquiera, sino porque no quiero fumar. ¿Se entiende? Nos hemos metido en un problema y hemos ido robotizand­o el comportami­ento en pos de lo que la sociedad dice. Es la educación que nos han dado. Cuando un hombre habla alto y claro, tiene muy claro lo que quiere y cómo conseguirl­o, y lucha por ello con dos buenos cojones, dicen de él: “Qué pedazo de tío”. Cuando una mujer hace lo mismo, es una mujer con carácter.

–¿Qué es para vos el feminismo?

–Mira, yo tengo hermanos, hijo, los hombres me gustan, tengo compadres, pero esta especie de exageració­n de la palabra feminismo ha hecho que temblemos cuando pensemos en ella. Feminismo es ese ser maravillos­o que abraza a los seres vivos del planeta y que ha sido capaz a lo largo de la historia de acabar con odios raciales sin necesidad de levantar una sola arma. Así de maravillos­as somos.

–Entonces ¿creés que el feminismo puede traer un mundo mejor? ¿Sin violencias?

–Claro que sí. Anima a que cada día seamos más. Soy productora y la dueña de mi empresa. La verdad, honestamen­te, la mujer está preparada para el poder en todos los ámbitos del mundo, en cualquier entidad, de corazón. Es hasta cuánto tu quieras dejar crecer tu corazón, si lo dejas, estás para todo.

 ??  ?? La primera vez que Concha Buika vino a Buenos aires, “se quedó a vivir”; desde entonces regresa periódicam­ente
La primera vez que Concha Buika vino a Buenos aires, “se quedó a vivir”; desde entonces regresa periódicam­ente
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina