LA NACION

Día histórico en CUBA. Tras 100 años, se aprobó que las mujeres sean socias plenas

La reforma del estatuto se impuso en la asamblea de socios por el 73% de los votos; de todas formas, ellas no podrán participar de actividade­s deportivas en la sede central, en Viamonte 1560

- Evangelina Himitian

Fueundía histórico. Por primeravez en sus 100 años de existencia, el Club Universita­rio de Buenos Aires (CUBA) se atrevió a someter a votación uno de los mandatos que lo volvían anacrónico en los tiempos que corren: que las mujeres no tuvieran los mismos derechos que los hombres dentro del club. Con el 73% de los votos en la asamblea, ganó el cambio: a partir de este momento, las mujeres podrán ser socias plenas de CUBA, sin importar su estado civil ni filiación. Hasta ahora, solo podían acceder como “asociadas” si eran esposas, hijas o madres de un socio. Pero el cambio no será total, ya que todavía seguirán existiendo espacios vedados a las mujeres: la sede Viamonte continuará siendo el bastión delaresist­encia.

Allí, ellas solo podrán participar de actividade­s “sociales y culturales”, tal como postula el artículo 68 del estatuto interno que ayer votó la asamblea de socios, de la que participar­on 2256 hombres: 1648 votaron por la reforma del estatuto que permita la inclusión de las mujeres; 601, por el no; hubo 6 abstencion­es y uno nulo. Al cierre de esta edición, los socios reunidos debatían el texto en particular.

De todas formas, incluso con la reforma, solo los hombres podrán acceder a los espacios deportivos en la sede central de Viamonte. ¿El argumento? Que cuando se levantó el edificio, en 1928 solo concurrían hombres y no hay, explican, en todo el predio un lugar para hacer un vestuario de damas. En las demás ocho sedes, las mujeres podrán participar de todas las actividade­s como socias plenas. Eso sí, siempre y cuando sean universita­rias.

Pero llegar a la instancia misma de debatir implicó una discusión puertas adentro que generó una fractura generacion­al. Mientras que los mayores defendían en nombre de la tradición que CUBA es un reducto de hombres, los más jóvenes impulsaban la reforma, con el argumento de que es un club de universita­rios, más allá del género.

La asamblea de socios empezó cerca de las 16, en el gimnasio cubierto de la sede Palermo. En el inicio eran apenas unas 100 personas. Los vitalicios eran mayoría, agrupados a la izquierda del escenario, impulsaban el “no”, con el conductor Rolando Hanglin y el socio Raúl Landini como principale­s referentes. A la derecha del salón y en el centro, el promedio de edad bajaba y era mayoría el “sí”. Pero con el correr de las horas la balanza se fue inclinando.

Después del horario de oficina, llegaron los socios más jóvenes. Por momentos, el ingreso al club parecía colapsado. Por la tarde, aunque estaba cerrado para actividade­s deportivas, la llegada de socios era constante y contrastab­a con un día en el club: nada de chombas, remeras de rugby, shorcitos de tenis ni joggins. Camisa, en algunos casos, corbata y el que aguantaba el calor, saco y corbata. La formalidad le ganó al deporte.

Solo tres mujeres estuvieron presentes desde el inicio de la asamblea: Dos de ellas, vestidas con trajecito negro y camisa blanca, fueron las encargadas de acercarles el micrófono a los hombres que pedían la palabra: unos 46 oradores. Porque allí, en la asamblea que decidió el futuro de las socias en CUBA, las mujeres del club no tuvieron ni voz ni voto. La tercera mujer, con su mirada incomodó a más de uno: una funcionari­a de la Inspección General de Justicia, ya que la comisión directiva solicitó que el organismo certificar­a, junto a los escribanos, el resultado de la asamblea.

Poco antes de las 19, se inició la votación electrónic­a, en la cancha de tenis cubierta del club. Miles de socios se organizaro­n en largas filas que zigzagueab­an por los jardines del club. Los treintañer­os con mochilas se imponían por sobre los vitalicios. Tanta era la gente, que los organizado­res decidieron ampliar el horario de votación. “Yo me tengo que ir, porque a las 22 tengo el programa de radio. Espero llegar a votar”, decía Hanglin.

Por sí o por no, la discusión se replicaba en las filas, antes de entrar al gimnasio donde había unas 20 urnas electrónic­as. Durante el fin de semana, los grupos de WhatsApp de los socios no dieron descanso. El veredicto decía que si iba mucha gente a votar, ganaba el no. Al menos, con eso se esperanzab­an los mayores. Pero cuando el aluvión que llegó era de un promedio sub 40, los augurios de triunfo empezaron a titilar.

“Si gana el sí, lo voy a tomar con tristeza. Porque puede ser el principio del fin de CUBA, que fue un éxito. Somos el único club que no está fundido. Todos quieren venir acá. Equipo que anda bien no se toca. Es mentira que las mujeres están marginadas”, argumentab­a Hanglin.

El proyecto de reforma del estatuto que se sometió a votación fue elaborado por la comisión directiva del club, que en un comunicado a los socios explicó: “Aunque CUBA es hoy un club de familias universita­rias, donde las mujeres están incorporad­as a la práctica de todas las actividade­s deportivas, sociales, culturales, el estatuto actual no lo reconoce así. La legislació­n nacional e internacio­nal aplicable expone al estatuto a fuertes y serios cuestionam­ientos, puesto que restringe a las asociadas, aun siendo universita­rias, del ejercicio de derechos por una cuestión de género”, dice el comunicado.

Hoy CUBA tiene 22.000 miembros, desde los cuatro años. Unos 2000 son socios vitalicios y las mujeres son unas 6000 “asociadas”, que es el nombre que llevan.

Muy lejos del lenguaje inclusivo, el texto no incorpora a pesar de los cambios que impulsa, al género femenino en sus cláusulas. No se refiere a socios y socias, sino que hace la salvedad al comienzo del estatuto en el que aclara que cuando dice hombres, se refiere genéricame­nte tanto a hombres como a mujeres.

“En este estatuto cuando se emplea el género masculino para referirse a las personas humanas, se lo debe entender comprensiv­o del género femenino sin distinción alguna entre sí”, dice el artículo 1.

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En la sede de Palermo, la votación se prolongó por más de dos horas y media

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