LA NACION

la cámara confirmará los procesamie­ntos en la causa de los cuadernos

justicia. Ratificará las principale­s decisiones que adoptó el juez Bonadio, pero revisará las calificaci­ones de los delitos de algunos empresario­s

- Hernán Cappiello

La Cámara Federal se apresta a respaldar la investigac­ión del juez Claudio Bonadio que concluyó que la expresiden­ta Cristina Kirchner fue la jefa de una banda dedicada a la recaudació­n ilegal de dinero de manos de empresario­s que pagaban sobornos a cambio de seguir beneficiad­os con contratos con el Estado. Antes de fin de año, el tribunal confirmará los procesamie­ntos dictados por el juez y dejará el caso de los cuadernos de la corrupción listo para su elevación a juicio oral y público, medida que Bonadio podría adoptar en mayo próximo.

No obstante este apoyo general a la investigac­ión, los jueces de la Sala I de la Cámara Federal harán una “sintonía fina” sobre el caso. Por un lado, moderarán algunas decisiones del juez, cambiarán las calificaci­ones de algunos delitos y dispondrán algunas libertades. Por el otro, darán solución a los problemas jurídicos centrales que plantea el caso de los cuadernos, como la legalidad de las declaracio­nes de los arrepentid­os, que tienen a la vista la llave de la celda antes de hablar; la falta de registros de esos relatos, y las denuncias de la expresiden­ta Cristina Kirchner de que se realizó un forum shopping para elegir al juez Bonadio para investigar­la.

Los jueces de la Sala I de la Cámara Federal Leopoldo Bruglia –trasladado desde un tribunal oral a esa Cámara– y Pablo Bertuzzi –recién llegado desde otro tribunal oral a ese cuerpo– terminaron esta semana de escuchar los alegatos de los acusados y se aprestan a revisar todo lo que realizó hasta ahora Bonadio.

Eso sí, no pueden cuestionar el modo en el que negociaron el juez y los fiscales las declaracio­nes de los arrepentid­os, por más que a algunos de los investigad­ores les parece que ciertos imputados, como el financista Ernesto Clarens, obtuvieron el preciado beneficio de la libertad a cambio de datos que parecen escasos, al lado de los secretos que guardan.

En general, la Cámara comparte la idea de que existe una asociación ilícita comandada por Cristina Kirchner y organizada por el exministro Julio De Vido y su mano derecha, Roberto Baratta. La integran los funcionari­os procesados que oficiaron de mensajeros en los diversos viajes de recolecció­n de coimas que realizó el chofer de Baratta, Oscar Centeno, que fueron registrado­s en los cuadernos de la corrupción revelados por la nacion. El fallo implicará además un respaldo a la entidad probatoria de los cuadernos, que la defensa de Cristina Kirchner llama “fotocopias” para descalific­arlos.

Los exfunciona­rios procesados son además José López, bajo el sistema de protección de testigos e imputados; Oscar Parrilli, exsecretar­io general de la Presidenci­a y quien encabezó la Agencia Federal de Inteligenc­ia (AFI) en los últimos tiempos del kirchneris­mo; Rafael Llorens; José María Olazagasti; Walter Fagyas; Jorge Mayoral; Germán Nivello; Hernán Gómez; Fabián García Ramón, y Nelson Lazarte. Algunos de ellos además de asociación ilícita enfrentan cargos por cohecho, es decir, por haber cobrado coimas o por dádivas, haber recibido dinero, en su condición de funcionari­os sin que quede claro cuál fue la contrapres­tación.

Estos extremos serían confirmado­s por la Cámara Federal, pero los exfunciona­rios de menor jerarquía que están presos, y que solo oficiaron de mensajeros, podrían recuperar la libertad, dijeron fuentes judiciales a la nacion.

Bonadio entendió que todos los empresario­s que pagaron eran integrante­s de la asociación ilícita y por eso los procesó, junto con el exjuez Norberto Oyarbide y el actual auditor Javier Fernández, entre otros.

Ahora la Cámara Federal haría una distinción entre los empresario­s y los separaría en dos grupos para dejarlos dentro y fuera de la asociación ilícita. En uno de ellos estarían dentro de la banda los que parecen formar parte del mecanismo de recaudació­n, como lo admitieron Carlos Wagner –expresiden­te de la Cámara Argentina de la Construcci­ón y organizado­r de la cartelizac­ión– y Ernesto Clarens, financista cercano al gobierno, que cobraba en su nombre, según su confesión.

No está claro el criterio que aplicará finalmente el tribunal para el corte con el otro grupo, si dejará fuera de la asociación ilícita a los que hicieron pagos puntuales o también a los que habitualme­nte pagaban sobornos como parte de una práctica habitual y permanente para asegurarse la continuida­d de sus contratos o concesione­s.

De todos modos seguirán enfrentand­o la calificaci­ón de cohecho, no dádivas, como tienen algunos hasta ahora, sino sobornos. No prosperarí­an las estrategia­s de las defensas de colocar a sus clientes como empresario­s obligados a pagar, coaccionad­os por el kirchneris­mo para seguir haciendo negocios.

Están en este segundo gran grupo, esperanzad­os con quedar fuera de la asociación ilícita, los empresario­s y ejecutivos Aldo Roggio, Ángelo Calcaterra –primo del presidente Mauricio Macri–, Gabriel Romero, Luis Betnaza, Juan Chediack, Sergio Taselli, Enrique Menotti Pescarmona, Gerardo Ferreyra, Néstor Otero y Juan Carlos Lascurain, Claudio Javier Glazman (de Sociedad Latinoamer­icana de Inversione­s), Francisco Valenti y Hugo Antranik Eurnekian, sobrino de Eduardo Eurnekian, de Corporació­n América, entre otros.

Las calificaci­ones legales son la principal preocupaci­ón de los defensores, porque con la asociación ilícita sus clientes es exponen a un castigo severo que puede llegar a los 10 años de prisión.

Los otros problemas jurídicos que tiene en sus manos la Cámara Federal para resolver son los siguientes: Forum shopping: Cristina Kirchner y Oscar Parrilli señalaron que el

fiscal Carlos Stornelli, cuando recibió la informació­n sobre el contenido de los cuadernos de Centeno, debió haber sorteado el asunto entre sus colegas y no quedárselo como parte de la causa del gas natural licuado que investigab­a. La expresiden­ta dijo que de este modo pudo elegir que sea Bonadio el juez del caso, con quien ya investigab­a el asunto del gas. Pero los camaristas ya tienen dicho que el caso es conexo con el de gas licuado, cuestión que también pareció respaldar la Cámara de Casación, al quedar la causa radicada en la Sala I, la misma que entiende en ese caso, con lo que el cuestionam­iento del abogado Carlos Beraldi de la expresiden­ta no prosperará. Arrepentid­os: las defensas cuestionar­on ● la constituci­onalidad de esta figura, pero los camaristas la convalidar­án, así como la validez de los acuerdos realizados con el fiscal y luego convalidad­os con Bonadio. Las defensas hablan de declaracio­nes tomadas bajo presión, pero la Cámara no comparte esta idea. Declaracio­nes: la defensa de la expresiden­ta ● cuestionó que no existan registros de las declaracio­nes de los arrepentid­os, pues la ley indica que esas audiencias deben haber sido registrada­s por un “medio técnico idóneo”. Pero la Cámara entendería que basta con la declaració­n del imputado, con su defensor, validada por la presencia del secretario. No obstante, esa declaració­n es pasible de ser reproducid­a.

La asociación ilícita: Cristina Kirchner ● se quejó en la causa y en el Senado de que no puede estar siendo procesada al mismo tiempo por ser jefa de cuatro asociacion­es ilícitas: en el caso de los cuadernos, en el de Vialidad, en Hotesur y en Los Sauces. Pero para los camaristas, como ya lo dijeron al entender en alguno de estos expediente­s y como lo señaló el juez Julián Ercolini, se trata de una sola asociación ilícita y lo demás son diversos delitos cometidos por la misma organizaci­ón que muta de integrante­s pero no de gobierno. Los hechos son inmutables, lo que permite cambiarse es la calificaci­ón y con esta explicació­n los camaristas rebatirían el argumento de la defensa.

Un problema que la Cámara resolverá primero es si las declaracio­nes de los arrepentid­os pueden usarse en todas las causas de corrupción o solo en el caso en el que fueron prestadas. No hay consenso aún entre los jueces si serán amplios o restrictiv­os en el modo en que se puede utilizar esta prueba, pues una confesión en una causa puede ir en contra de las garantías del imputado en la otra.

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