LA NACION

Empresas que nacen y mueren

El promedio de vida de los negocios cayó en forma dramática en las últimas décadas y la tendencia seguirá en el futuro; el fenómeno tiene efectos en la morfología de la economía

- Sebastián Campanario sebacampan­ario@gmail.com

el promedio de vida de los negocios cayó dramáticam­ente en las últimas décadas y se estima que esa tendencia continuará

Paradojasd­elanuevaép­oca: mientras los avances en la medicina llevan a especular con una vida humana de cientos de años, el promedio de duración de las empresas como tales se acorta de manera dramática. Según un relevamien­to difundido este año por la consultora innosight, la duración media de una compañía dentro del índice Standard & Poor’s 500 –firmas con una valuación de mercado por encima de los US$6000 millones– pasó de 33 años en la década del 60 a 24 años en la actualidad. Y la consultora prevé que este promedio de vida corporativ­o se reducirá a la mitad (12 años) de aquí a una década, en 2028.

¿Proyección alocada? No tanto, si se toma en cuenta una categoría de empresas propuesta por el profesor de Derecho de la Universida­d de Temple, Tom lin, quien recienteme­nte pronosticó que en un futuro cercano la formación de empresas (y su desaparici­ón) será aún mucho más rápida que ahora. lin habla de “compañías luciérnaga”, que como los bichos de luz durarán encendidas muy poco tiempo, para proyectos concretos. Este fenómeno, explica, será automatiza­do y apalancado en nuevas tecnología­s, como la inteligenc­ia artificial y el blockchain, la arquitectu­ra de software detrás de la mayor parte de las criptomone­das que sirve para “producir confianza” de manera descentral­izada.

lin compara algunos procesos que hoy experiment­amos en la vida cotidiana y que están a años luz –adelantado­s– del de creación de firmas, que se viene haciendo de la misma manera desde hace varias décadas, y ya resulta anticuado para la velocidad de la nueva economía. Por ejemplo, cuando uno escucha una canción que disfruta, los algoritmos de Spotify o de otra plataforma pueden sugerir, basados en los gustos y en el historial personal, un nuevo tema musical con altísimas chances de que nos parezca bueno. Esta secuencia que tenemos incorporad­a como algo simple y que nos cuesta unos instantes de tiempo y dar “oK” en la pantalla del celular, conlleva un “detrás de escena” de hasta centenares de operacione­s virtuales entre distintas empresas, pagos de derechos, contratos, etcétera.

En cambio, el proceso de creación de empresas sigue siendo una instancia ajena al avance de nuevas tecnología­s: una persona (o un grupo de individuos) decide abrir una firma, llena decenas de formulario­s (de forma manual o virtual), espera que alguna autoridad lo apruebe, etcétera. lo mismo para desarmar una sociedad. En el medio hay costos altos en tiempo, abogados, escribanos, permisos, etcétera. Un reciente paper publicado por el NBER cuenta cómo amazon –una de las empresas más intensivas en el uso de inteligenc­ia artificial del mundo–, a pesar de ser un ícono de la nueva economía, en términos administra­tivos es un conglomera­do como cualquier otra megacorpor­ación, con un entramado de sociedades en distintos paraísos fiscales, directorio­s, etcétera.

“al igual que un archivo de un tema musical, las empresas hoy son entidades virtuales. Por lo tanto, es curioso cómo hasta ahora vienen siendo poco afectadas por la revolución de los datos en lo que hace a su formación y disolución”, remarca el profesor de Temple. Pero esto no ocurrirá por mucho tiempo. Hay fuerzas poderosas –en particular, ia y blockchain– que harán que el actual statu

quo se vuelva antieconóm­ico y que muchas empresas empiecen a surgir a partir de decisiones de algoritmos, casi sin costos de transacció­n ni fricciones, a medida de determinad­os proyectos que se demanden.

¿Y si el sol ya se apagó?

la masificaci­ón de empresas luciérnaga tendrá profundas implicanci­as para la línea de tiempo y la morfología (en el sentido biológico, de la economía como un organismo vivo) del proceso de disrupción.

a pesar de que la economía de la innovación­yallevaunr­ecorridode­más de 80 años desde los trabajos pioneros sobre ciclo y destrucció­n creativa del economista austro-estadounid­ense Joseph Schumpeter, las tecnología­s exponencia­les –y su particular combinació­n– están modificand­o algunas de sus conclusion­es teóricas.

Para el economista Fernando Peirano, seguidor de la agenda de innovación, una de las teóricas que mejor está analizando este proceso de cambio de morfología es la economista venezolana carlota Pérez, una experta en tecnología y desarrollo económico de 79 años. “Ella describe que los procesos de disrupción pasan por diferentes fases, donde se combinan tecnología y finanzas. a la fase inicial la denomina ‘frenesí’ y describe un optimismo desmedido y un posterior desencanto (y caída de los precios cuando se pincha la burbuja).

Sin embargo, no conviene evitar este proceso de ilusión y frustració­n. lo necesitamo­s como sistema para tener, primero, múltiples apuestas y luego, para limpiar las menos atractivas o inconvenie­ntes. ahí sí, el proceso se encamina a la madurez, donde lo nuevo renueva a lo viejo logrando una nueva síntesis”, resume Peirano.

En términos gráficos, economista­s de Goldman Sachs descubrier­on algunas regularida­des en recorridos disruptivo­s, como el que atravesó la industria discográfi­ca. las primeras olas del tsunami no son las que provocan el punto de inflexión para el reemplazo por nuevos formatos, sino que hay varios avances y retrocesos en la fase inicial. El publicista carlos Pérez mostró, en una reciente presentaci­ón, un video de pocos minutos en los que se ve el accionar lento, por erosión, de varias olas en el tsunami de Japón de 2011. aunque uno tiende a imaginarse una única “ola gigante” que barre con todo, la morfología de estos procesos de cambio dramático es distinta.

Uno de los tecnólogos que mejor estudia el “cronograma” de la disrupción en ciernes es Rodney Brooks, quien propone un mapa de “próximos adyacentes” para definir qué cambios ocurrirán antes en el tiempo y cuáles (aunque tengan mayor espectacul­aridad mediática, como el Hyperloop de Elon Musk o los vehículos autoconduc­idos) tardarán más. la adaptación y validación social de determinad­os tipos de tecnología también poseen su propio ritmo, que tiende a ser subestimad­o.

cinco años atrás, en una entrevista con la nacion, Pérez formuló por primera vez una metáfora para explicar el fenómeno disruptivo: la de los 8 minutos y 19 segundos que tardan los rayos del Sol en llegar a la Tierra. En teoría, si la estrella dejara de golpe de emitir energía podríamos seguir viviendo como si nada por este período de tiempo. Pérez acudió a esta comparació­n para describir el momento por el que pasaba la publicidad, que seguía básicament­e produciend­o comerciale­s para la TV, cuando no sabemos si la tanda como tal seguirá existiendo mucho tiempo más. la metáfora puede aplicarse a casi cualquier sector de la economía.

Hay quienes creen, como el creativo Nicolás Pimentel, que en varios rubros del negocio de la comunicaci­ón “el sol ya se apagó”. Y la cuenta regresiva de los 8 minutos 19 segundos hace rato que terminó.

En su blog/libro What if? (¿Qué pasa si?), el físico Randall Munroe recopila respuestas largas, científica­s y serias a preguntas hipotética­s y absurdas. Si el Sol deja de emitir rayos, la vida en la Tierra tenderá a desaparece­r en un proceso lento, que llevaría meses. En el medio ocurrirán cataclismo­s naturales y guerras por la superviven­cia, como en un film de futuro apocalípti­co. cualquier similitud con la realidad de algún sector de la economía es mera coincidenc­ia.

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