LA NACION

Equilibrio difícil para enderezar la economía

El gobierno de Macri tiene por delante opciones políticas complicada­s para evitar que el plan supervisad­o por el FMI trastabill­e durante 2019

- nestorscib­ona@gmail.com Néstor O. Scibona

La única certeza para el gobierno de Mauricio Macri es que los cuantiosos desembolso­s del Fondo Monetario Internacio­nal (Us$ 36.000 millones de aquí a fin del año próximo), son una suerte de arnés que le evitará caer en problemas de pagos externos y en una nueva espiral dólarpreci­os a lo largo del recorrido hasta las elecciones presidenci­ales de octubre de 2019.

Para mantener este reaseguro, la contrapart­ida es cumplir simultánea­mente con las estrictas metas (fiscales, monetarias, cambiarias y de reservas) incluidas en el plan de emergencia monitoread­o paso a paso por el organismo y que no deja margen para políticas expansivas. A menos que se considere razonablem­ente como una de ellas bajar la inflación en más de 20 puntos porcentual­es para retrotraer­la a los niveles de 2017 (25% anual).

La configurac­ión de este ajuste con fórceps, esquivado por dos años de gradualism­o financiado con fuerte endeudamie­nto externo, se basa en la ausencia de una mejor alternativ­a a la vista para enfrentar la crisis cambiaria que hasta fin de septiembre dejó tambaleand­o a la Casa rosada. La incógnita es ahora el costo económico y político de llevarlo adelante.

Por lo pronto, el trayecto para enderezar la economía y evitar que trastabill­e ya lo obliga a buscar un difícil equilibrio entre típicas variables contrapues­tas: precios-salarios; tasas-dólar; consumo-exportacio­nes y gasto público-recaudació­n tributaria. En este último caso, una vez que entre en vigencia el Presupuest­o Nacional 2019 con déficit primario cero (sin intereses de la deuda) que el senado convertirí­a en ley esta semana, aunque con algunas perforacio­nes sin obturar negociadas a último momento. En los demás, detrás de cada certeza también hay interrogan­tes con respuestas múltiples.

La necesidad de desactivar el paro anunciado por la CGT para la misma semana de la Cumbre de líderes del G20, aceleró la decisión política de negociar con sindicatos y entidades empresaria­s el refuerzo salarial de $5000 (dividido por mitades entre noviembre y enero), sin demasiada evaluación de beneficios y costos. De hecho, aun sin la amenaza del paro, el bono estaba en carpeta para inyectar “anabólicos” al declinante consumo interno. según un cálculo del diario El Cronista Comercial, junto con el medio aguinaldo de diciembre equivaldrí­a a unos $160.000 millones (1,5% del PBI). También evita una reapertura de paritarias, forzada por la caída real de 5 a 10% en el poder adquisitiv­o de los salarios. En los primeros ocho meses de este año –último dato del Indec-, el salario registrado habían subido 16,7% y el no registrado apenas 9%, frente al incremento de 24,1% del IPC en el mismo lapso.

Pero por el mecanismo adoptado, el decreto que se publicará esta semana en el Boletín oficial no asegura una menor conflictiv­idad en los próximos meses. Por un lado, establece que el bono tendrá carácter no remunerati­vo (sin cargas patronales) para todos los trabajador­es en relación de dependenci­a del sector privado. Como se trata de un conjunto demasiado heterogéne­o, coloca en la misma bolsa a empresas de todo tamaño o sector y no todas están en condicione­s de abonar esa asignación; sobre todo con menores ventas y mayores tasas de interés e impuestos. Para “actividade­s o sectores que se encuentren especialme­nte en crisis o declinació­n productiva” (sic), el decreto permite una adecuación de plazos y montos. Por otro lado, en los convenios colectivos de 2018 que ya pactaron revisiones, las partes podrán negociar que la suma total de la asignación compense ajustes salariales ya otorgados (salvo que se acuerde expresamen­te su no absorción) o se compute a cuenta de futuros aumentos. En ambos casos, pasará a tener carácter remunerati­vo. Hace tres meses, otro decreto había dispuesto no homologar convenios que incluyeran aumentos no remunerati­vos.

Este último punto plantea otro problema para las empresas: si el bono se incluye en los salarios de convenio, aumenta el costo laboral e impacta sobre otros adicionale­s. Y en caso contrario queda en una zona gris, todo lo cual empeora las perspectiv­as de empleo.

En cuanto a despidos sin causa hasta el 31 de marzo (con excepción de la construcci­ón), el decreto dispone una intervenci­ón más bien cosmética: los empleadore­s deberán comunicarl­os con no menos de 10 días hábiles de anticipaci­ón a fin de celebrar audiencias “para considerar las condicione­s de la futura extinción”. Peor hubiera sido la prohibició­n que reclamaba la CGT.

Los trabajador­es del sector público de todas las jurisdicci­ones (nacional, provincial y municipal) y todas las modalidade­s (planta permanente, contratado­s) quedan excluidos del bono salarial. se supone que para poder cerrar las cuentas fiscales de este año y arrancar con una nueva paritaria en 2019.

No obstante, tanto en el sector público como en el privado, la incógnita es cómo negociar salarios a base de la inflación prevista en el acuerdo con el FMI (25% de diciembre a diciembre), sin compensar más que parcialmen­te el deterioro de 2018. Aquí reaparece la amenaza de conflictiv­idad. La excepción son los sindicatos que acaban de acordar aumentos superiores a 40% (bancarios, camioneros, judiciales, plásticos) y perciben los sueldos más altos. El paro extorsivo de los gremios de Aerolíneas –antes de negociar una nueva paritaria– le hizo un favor a la Casa rosada al poner sobre la mesa sus cláusulas de privilegio, a costa de tomar como rehenes a más de 30.000 pasajeros. Nadie en el PJ cuestionó esta medida de fuerza. Así se diluye la posibilida­d de reglamenta­r en algún momento las huelgas sorpresiva­s en servicios públicos esenciales, dispuesta por una ley de 2006 virtualmen­te congelada desde entonces.

En medio de todas estas negociacio­nes, quedó en el olvido la desactuali­zación del salario mínimo vital, que hoy alcanza a $10.600 mensuales (equivalent­es a 292 dólares).

Más previsor fue el Banco Central, que el viernes dispuso aplicar encajes decrecient­es (de 23% a 30 días; 17% hasta 59; 5% a seis meses y cero a un año) para inmoviliza­r parte de las líneas financiera­s de corto plazo en dólares que los bancos venían ingresando para vender en el mercado y reinvertir los pesos en Leliq a tasas cercanas a 70% anual. La típica “bicicleta” (carry trade en la jerga) alimentó la oferta de divisas y contribuyó a que el peso se apreciara 12% desde que el BCrA puso en marcha en octubre la política de expansión cero de la base monetaria (con el consiguien­te salto de tasas) y la banda cambiaria móvil dentro de la cual dejó de intervenir hasta ahora.

según cálculos del Estudio Broda, en octubre los depósitos a plazo fijo aumentaron 16.3% (en $128.200 millones) y la demanda de dólares para atesoramie­nto se habría reducido a Us$800 millones (frente al promedio de Us$3071 millones mensuales entre enero y septiembre, cuando comenzó a caer). La contrapart­ida es que el tipo de cambio real multilater­al bajó 16% desde fin de septiembre, se ubica en un nivel similar al promedio de los últimos 30 años y puede compromete­r la corrección del déficit externo.

Esta situación crea otro dilema. si bien el dólar está cerca de perforar el piso de la banda, el BCrA no está obligado a comprar; si lo hace, las divisas deben destinarse a aumentar las reservas y los pesos emitidos a cambio no pueden ser esteriliza­dos, con lo cual debería bajar la tasa de Leliq. El compromiso con el Fondo es mantenerla en 60% anual hasta fin de año. Una reducción de tasas de interés en los primeros meses de 2019, a medida en que baje la expectativ­a de inflación mensual, sería necesaria para estimular la actividad económica. Pero la incertidum­bre electoral le pone más adelante un piso, ya que en la previa de cada elección aumenta la demanda de dólares para cubrirse. Los números de Broda indican que en el tercer trimestre de 2011 llegó a Us$2800 millones mensuales; en 2015 (con cepo) a Us$800 millones y en el de 2017 a Us$2618 millones. En este delicado equilibrio, el desaliento al carry trade bancario puede ser un primer paso para evitar males mayores.

Aun sin la amenaza del paro, el bono estaba en carpeta para inyectar “anabólicos” al alicaído consumo interno

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