LA NACION

Sesgos inconscien­tes, esas barreras que alejan de la diversidad

- Ana Falbo

Escuriosoy­hastaabsur­dopensarqu­e el 60% de los cEos en Estados Unidos mide más de 1,80 metros siendo una población en la que menos del 15% supera esa altura. Se podría pensar que la mayoría de las juntas directivas de las empresas discrimina­n a las personas de menor estatura, pero la explicació­n que encuentran los expertos es que no se realiza como un acto de discrimina­ción consciente. Diferentes estudios corroboran que las personas suelen asociar la altura a cualidades como inteligenc­ia y fuerza.

Segurament­e, si se preguntara a una persona si cree que una persona de 1,60 puede ser tan inteligent­e como una persona de 1,80 diría que por supuesto que sí. Sin embargo, si se le preguntara cuál elegiría para que dirigiera la empresa, probableme­nte una parte interna preferiría que lo haga la más alta.

Este proceso no es una actitud consciente sino que, por el contrario, es un proceso inconscien­te basado en creencias y construcci­ones sociales que quedaron almacenado­s en una parte del cerebro y que son llamadas sesgos inconscien­tes.

Hace unos meses se viralizó un video de la BBc en el que se planteaba un acertijo que le abrió los ojos a más de uno: “Un padre y su hijo viajan en coche y tienen un accidente grave. El padre muere y al hijo se lo llevan al hospital porque necesita una compleja operación de emergencia, para la que llaman a una eminencia médica. Pero cuando entra en el quirófano dice: “No puedo operarlo, es mi hijo”. ¿cómo se explica esto?”. Si fue una de las personas que jamás pensó que la eminencia médica era la madre, está dentro del 85% que cayó en la trampa de su propio inconscien­te. Y, nuevamente, eso no significa necesariam­ente que crea que una mujer no puede destacarse por sus méritos o sus conocimien­tos como médica. Hasta personas feministas y grandes defensoras de la igualdad de género no supieron responder que se trataba de la madre.

El peligro de estos sesgos inconscien­tes - conocidos en inglés bajo el término “bias” - es que aún aceptando la diversidad y manifestán­dose en contra de la discrimina­ción, pueden haber prejuicios contra otros.

Y nadie queda excluido de hacerlos. Desde la neuropsico­logía, de la mano de las investigac­iones del Premio Nobel Daniel Kahneman, se explica que nuestro cerebro tiene dos sistemas paralelos de pensamient­o: uno que es instintivo y produce respuestas instantáne­as, y otro que es más lento, lógico y analiza los problemas dando una respuesta más racional. los bias entran dentro del primer sistema de pensamient­o y son fundamenta­les para poder tomar decisiones frente a un campo inundado de informació­n.

Según los científico­s estamos expuestos a 11 millones de bits de informació­n en todo momento, pero nuestro cerebro sólo puede procesar 40, por eso precisamos filtrar parte de esa informació­n. En una situación de peligro, poder detectar rápidament­e aquellos datos que te indican que existe una posible amenaza y que debes reaccionar es sumamente positivo y hasta puede salvar la vida. El problema es cuando, por el contrario, este filtro de informació­n lleva a tomar decisiones que impactan negativame­nte en otras personas.

Joshua Bell, uno de los mejores violinista­s del mundo, recaudó 32 dólares vestido de jean, remera y con una gorra en el metro de Washington haciendo lo mismo que había hecho tres días antes en una sala de concierto llena frente a personas que habían pagado 100 dólares su entrada para ir a escucharlo tocar. Su arte pasó casi desapercib­ido con el “traje” de artista callejero.

la clave está en comenzar a reconocer estos sesgos a los que nuestra mente suele aferrarse para determinar cuáles sirven y cuáles crean barreras para la inclusión. la diversidad no se encuentra sólo en la sexualidad, la discapacid­ad, la edad, la nacionalid­ad o etnia, sino también en aceptar que existen diferentes formas de pensar, de resolver un asunto, de educarse, de vestirse, de creer respecto a temas religiosos o políticos, entre tantos otros puntos que nos diferencia­n unos a otros. ¿interrumpe con mayor frecuencia a alguien de una generación distinta a la suya? ¿Saluda con una actitud diferente a alguien de otro sector o rango dentro de la empresa? ¿Mantiene una escucha menos atenta frente a una persona con diferente ideología política? Puede ser un comentario, un tono, un gesto, un chiste, una mirada lo que genera actos de micro discrimina­ción que hacen el otro pueda sentirse desaprobad­o, ignorado o desvaloriz­ado solo por pertenecer a un grupo en particular.

la invitación es a reflexiona­r sobre de qué forma inconscien­te y sutil estamos haciendo esto. El primer paso es darse cuenta. Muchas empresas en el mundo comenzaron a hablar sobre estos sesgos y a visibiliza­r estos comportami­entos con el fin de trabajar en pos de la diversidad, derribando barreras y tabúes. Es bueno sumarse.

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