LA NACION

Macri hace números, pero sueña letras

- Texto Sergio Suppo

Un rebote después de tocar fondo o un descenso vertical y parálisis prolongada, sin recuperaci­ón a la vista. Hay más opciones, pero, puestos a simplifica­r, el futuro inmediato de la economía puede representa­rse con dos letras mayúsculas: V o L. Mauricio Macri sueña con la primera variante y sus funcionari­os repiten hace un mes que la recuperaci­ón comenzará a notarse no bien termine el verano.

Las promesas no son una especialid­ad de Cambiemos. A fines de 2015, el nuevo gobierno prometió que todo mejoraría en el segundo semestre del año siguiente, pero los “brotes verdes” tardaron más tiempo en aparecer. Más cerca, el 1⁰ de marzo, el Presidente anunció en el Congreso que lo peor ya había pasado, cuando lo peor estaba por ocurrir. Una de las formas más crueles de describir el paso de Macri por el poder sería decir que va administra­ndo sus propios pronóstico­s fallidos.

Para el Gobierno todo parece reducirse a una cuestión de tiempo. Los ministros, en privado y en público, anuncian que tras esta etapa inhóspita llegarán momentos en los que será posible plantar mejores expectativ­as. Si el año próximo Macri no puede mostrar logros, al menos tratará de que la recesión y la inflación no le arruinen la reelección. Cree que no conseguirá ese objetivo por la economía sino a pesar de la economía. Y por eso apuesta todo a que no sea un obstáculo y, además, a explicar las desgracias del presente en las huellas que se arrastran desde el pasado.

El Gobierno busca que todo se resuma en un juicio electoral por las responsabi­lidades de la situación y elija entre la herencia que le dejaron quienes desean regresar o el intento de resolver una cri- sis estructura­l de muchos años. Por eso Macri ya comenzó a describir a su primer mandato como una larga transición, algo que contrasta con la costumbre argentina de los virajes y cortes abruptos. La llegada de Macri al poder fue precisamen­te eso: una ruptura con el ciclo populista.

El escenario ideal para el Presidente es tener que confrontar con Cristina, que personific­a como nadie la década que ella protagoniz­ó con su marido. Pero no todo es tan sencillo. El peronismo no parece dispuesto a dejar que la inercia le consuma la posibilida­d de pelearle el poder a Cambiemos. ¿Podrá evitar que sus pasos sean condiciona­dos hasta el último minuto por Cristina Kirchner, la dueña de la mayor porción de votos después de Macri?

El Presidente confía tal vez más de lo razonable en que la oposición no logre romper la maraña de divisiones que la hace inofensiva. Mientras Cambiemos corre hacia adelante buscando la recuperaci­ón de la economía, el peronismo mira el reloj tratando de descubrir si llegará a tiempo para rearmarse como una opción de poder. Ninguna de estas dos situacione­s es sencilla y dependen de factores imposibles de cuantifica­r.

En cualquier caso, el mayor problema para la ilusión reeleccion­ista de Macri es lograr que la economía sea una V. La L, el símbolo que expresa una penuria social más larga y sin indicios de salida, es lo que quiere evitar. Las elecciones se jugarán sobre ese escenario, pero las decisiones políticas que lo construirá­n se están tomando en paralelo. En la mezcla de esos factores está escondido el resultado político más esperado del año que viene.

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