LA NACION

Más problemas para May

gran bretaña. Tras un intento de moción de censura, enfrenta la oposición de sus aliados irlandeses y escoceses por el Brexit

- LUISA CORRADINI CORRESPONS­AL EN FRANCIA

Teme que el Brexit no sea aprobado por el Parlamento.

PARÍS.– La primera ministra británica, Theresa May, escapó de la amenaza de una moción de censura de los diputados conservado­res y se aseguró el apoyo de los empresario­s. Pero aún no ha resuelto el peor de los peligros: que el tratado del Brexit acordado con la Unión Europea (UE) no sea aceptado por la Cámara de los Comunes, que debe votarlo en diciembre.

La jefa del gobierno logró salir indemne después del virtual fracaso del complot urdido por los diputados más eurófobos de su partido, encabezado­s por el ultraconse­rvador Jacob Rees-Mogg. Solo 26 parlamenta­rios tories admitieron que pidieron el voto de censura contra el acuerdo firmado por May con la UE. Rees-Mogg reconoció ayer que estaba lejos de alcanzar el mínimo de 48 cartas necesarias y amenazó con perseverar en su ofensiva si la primera ministra pierde la votación en el Parlamento sobre el paquete que acordó con la UE.

May debe viajar hoy a Bruselas para reunirse con el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. Allí podrá exhibir el apoyo acordado por los empresario­s británicos a su acuerdo con la UE.

“Podía haber sido mejor”, pero “es preferible a que no haya ninguno”, afirmó John Allan, presidente de la Confederac­ión de la Industria Británica (CBI, por sus siglas en inglés).

Esa pequeña victoria disipa la sensación de que nadie está de acuerdo con el texto de 558 páginas que la primera ministra trata de vender como el “mejor posible”.

Pero Theresa May aún tiene pendiente sobre su cabeza la espada de Damocles que representa la ira del Partido Democrátic­o Unionista (DUP) de la provincia británica de Irlanda del Norte.

El DUP la acusa de “romper su promesa” y anuncia su intención de retirar su apoyo en la decisiva votación del acuerdo del Brexit.

May necesita imperiosam­ente el respaldo de los diez diputados del DUP para no quedar en minoría. Los unionistas lanzaron una clara advertenci­a al respecto al decir que no podrá contar con sus votos si permite una separación “regulatori­a” de Irlanda del Norte respecto del resto de Gran Bretaña. Y ese es el caso en el acuerdo actual.

“El gobierno rompió su promesa y debe atenerse a las consecuenc­ias”, dijo el vocero del DUP para el Brexit, Sammy Wilson.

Tampoco podrá contar con los votos de los 35 diputados del Partido Nacional Escocés (SNP), según advirtió oficialmen­te la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon.

El problema para May reside en que las exigencias escocesas son totalmente opuestas a las del DUP.

Como alternativ­a, Sturgeon propuso que vuelva a la mesa de negociacio­nes para que el país se quede en el mercado común y la unión aduanera.

Tampoco es seguro que todos los euroescépt­icos del ala dura del Partido Conservado­r estén dispuestos a votar el texto acordado con Bruselas y anunciado el martes 13.

Consciente de que cualquier maniobra para deponerla como líder conservado­ra podría hacer peligrar un Brexit ordenado y crear una crisis sin precedente­s, May parece decidida a forzar el destino. “Echarme no facilitarí­a la negociació­n”, advirtió el domingo pasado.

En ese contexto, la reunión de esta tarde con Juncker será crucial porque determinar­á en gran medida el resultado de la próxima cumbre europea. Durante esa cumbre, convocada para el domingo próximo, los líderes de los 27 países que permanecer­án en la UE deberán pronunciar­se sobre el acuerdo técnico alcanzado entre Londres y Bruselas.

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ADRIAN DENNIS/AFP May tuvo el lunes una cumbre con empresario­s

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