LA NACION

Manuales de violencia urbana

El Gobierno detectó la circulació­n de material con tácticas de lucha urbana entre bandas anarquista­s

- Daniel Gallo

Preocupa a las autoridade­s nacionales la circulació­n de manuales con tácticas de violencia callejera que están en manos de anarquista­s y grupos radicaliza­dos.

Una de las mayores inquietude­s que tiene el Gobierno frente a la inminente reunión del G-20 pasa por el control de las calles porteñas. En los despachos oficiales esperan una actividad intensa de grupos revoltosos en los días previos a la reunión de jefes de Estado, prevista para el 30 de este mes y el 1° de diciembre. Por eso consideran que los intentos de ataques explosivos en el cementerio de la Recoleta y la casa del juez Claudio Bonadio representa­ron un inicio de esas acciones. La mirada gubernamen­tal estaba posada sobre grupos anarquista­s incluso desde antes de aquellos frustrados atentados. Y preocupa a las autoridade­s la circulació­n de un manual de insurgenci­a callejera, cuya lectura es el “hit” de la cumbre tanto entre los movimiento­s más radicaliza­dos como en las fuerzas de seguridad.

Cinco importante­s oficiales de las fuerzas y dos funcionari­os que siguen cada detalle de seguridad confirmaro­n que ese manual de 72 páginas vinculado con la sección española del Black Bloc es considerad­o hoy la base de las acciones que pueden esperarse en las calles, incluso antes del inicio formal del G-20.

“Nos sorprendie­ron los detalles que comunican, porque acá los grupos que hacen disturbios en las protestas son más frontales, no tienen esa preparació­n táctica, y esto les puede hacer dar un salto de vio-frentamien­tos lencia. Pero estamos preparados para todas las contingenc­ias. Esta vez no seremos pasivos”, explicó un oficial que conoce cada preparativ­o de las fuerzas de seguridad.

El Ministerio de Seguridad busca disminuir las oportunida­des de acción de los grupos radicaliza­dos con un acercamien­to hacia quienes organizan las protestas no violentas. El jefe de Gabinete de esa cartera, Gerardo Milman, invitó al Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel a un diálogo para intentar coordinar los lugares donde se harán las marchas de protesta.

Pérez Esquivel dirige el Servicio de Paz y Justicia (Serpaj), en cuya sede conversan desde septiembre pasado los dirigentes sociales agrupados en la Confluenci­a Fuera el G-20 y el FMI. La marcha principal se hará el viernes 30 de noviembre, a las 15. Ese sector, que se reúne en la sede de Ciencias Sociales de la UBA, impulsa las manifestac­iones en la ciudad y está compuesto por múltiples organizaci­ones de todos los niveles de asociación social, como la CTA, ATE, Movimiento Evita, Frente de Organizaci­ones en Lucha, el Partido Obrero, la CCC y Attac, este último, núcleo que a su vez agrupa a diversos colectivos sociales y que el Gobierno puso bajo la lupa por supuestas donaciones recibidas desde el exterior para llevar adelante las protestas.

Bajo el eslogan de Confluenci­a Fuera el G-20 y el FMI también aparece el Frente Darío Santillán, cuyas potenciale­s actividade­s en la cumbre preocupan más por su condición de guevarista­s. Son esa clase de grupo los que en las habituales marchas tienen sus rostros tapados y portan garrotes a modo de seguridad interna. También son los más proclives a participar en en- una vez que alguien enciende la mecha de la violencia.

Sus bases están en los asentamien­tos de la zona sur de Buenos Aires, especialme­nte en Avellaneda, Lanús, Quilmes y Florencio Varela, con actividade­s registrada­s hace más de 15 años. Más allá de ese grupo tradiciona­l –el viejo Quebracho suma adherentes en esos sectores–, otras banderas guevarista­s cambian de tanto en tanto sus denominaci­ones, pero siguen en las marchas. Las autoridade­s no los ven como promotores de disturbios, pero sí como potenciale­s “seguidores”.

Los sospechoso­s

Los grupos anarquista­s como los Obelos, el sector que integraban la decena de sospechoso­s capturados en el edificio tomado en la calle Pavón al 2300 por los ataques explosivos de la semana pasada, son la preocupaci­ón central en el esquema de seguridad callejera. “Esa ‘cueva’ de la calle Pavón la conocíamos, y hay unas cuantas más que son similares, pero si ningún juez da una orden, nada podemos hacer”, indicó un oficial, que calculó que unos 300 activistas componen el escenario local del anarquismo.

Esos grupos no tienen vínculos con partidos políticos ni con sectores tradiciona­les de la izquierda combativa. Son rechazados en las marchas, por lo que no forman parte de las reuniones de Confluenci­a Fuera el G-20 y el FMI, y son considerad­os “los infiltrado­s” que rompen las manifestac­iones con su violencia inesperada. Sí se detectó una fuerte actividad de lazos de esos grupos anarquista­s con similares de Chile y de Uruguay, que se sumarían a las protestas.

Entre esos sectores anarquista­s circula con intensidad el manual de operacione­s Black Bloc, denominaci­ón genérica para grupos anarquista­s internacio­nales con objetivos comunes y sin mando unificado. “La violencia no activa es contrarrev­olucionari­a”, se afirma en ese escrito que desde la primera oración se separa de toda protesta pacífica, consideran­do casi como enemigos a quienes se manifiesta­n sin causar destrozos. Y propone “descentral­izar la acción, crear diferentes focos autónomos de resistenci­a para desbordar el esquema represivo antidistur­bios”.

Otro manual circula entre los movimiento­s guevarista­s, focalizado especialme­nte a la actividad para la cumbre del G-20 en Buenos Aires. Se trata de un repaso de lo ocurrido en Hamburgo el año pasado, dirigido a “nuestros cumpas en Buenos Aires”. Ese manual llama a “bloquear las rutas de protocolo”, es decir, el trayecto de las caravanas de participan­tes del G-20 en su movimiento hacia Costa Salguero, sede del encuentro internacio­nal. “La idea es que la policía vaya de un lado a otro”, aconsejan.

“Nos llamaron mucho la atención las protestas contra la reforma de las pensiones en 2017. Esas imágenes nos recordaron de alguna manera lo que sucedió en Hamburgo”, alentaron en el documento en cuestión. El apoyo desde Europa podría ser más discursivo y económico que concreto. En ese mensaje que circula entre organizaci­ones de protesta acerca de lo sucedido en Hamburgo hay un mensaje claro: “Por supuesto que nosotros hacemos un llamado a volar a Buenos Aires para las protestas contra la cumbre del G-20, pero también sabemos que para muchos será imposible por razones económicas”.

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