LA NACION

El crimen resucitó los disensos dentro de la casa Al-Saud

- el escenario Nick Tattersall AGENCIA REUTERS Traducción de Jaime Arrambide

ELONDRES n medio del escándalo internacio­nal por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, algunos miembros de la familia real de Arabia Saudita están presionand­o para que el príncipe heredero, Mohammed ben Salman, no ascienda al trono, según revelaron fuentes del palacio.

Decenas de príncipes y primos de ramas poderosas de la familia Al-Saud quieren ver un cambio en la línea de sucesión, pero según las fuentes no actuarían mientras esté vivo el rey Salman, de 82 años y padre del príncipe heredero. Todos ellos admiten que sería muy improbable que el rey le dé la espalda a su hijo favorito, conocido en Occidente por la sigla MBS.

En cambio, están debatiendo con otros miembros de la familia la posibilida­d de que, tras la muerte del rey, quien ocupe el trono sea su hermano más joven, el príncipe Ahmed ben Abdulaziz, de 76 años, tío del actual heredero.

Ahmed es el único hermano de padre y madre que le queda vivo al rey y, según las fuentes del palacio, tendría el apoyo de miembros de la familia, del aparato de seguridad del país y de algunas potencias occidental­es.

Ahmed regresó a Riad en octubre, tras dos meses y medio en el extranjero. Durante ese viaje se lo pudo escuchar criticar a los líderes sauditas, pero también salir a responderl­es a los manifestan­tes que protestaba­n frente a su residencia en Londres exigiendo la caída de la dinastía Al-Saud. Ahmed fue uno de los únicos tres integrante­s del ConsejodeL­eales–compuestop­or los principale­s miembros de la familia real– que en 2017 se opuso a la designació­n de MBS como heredero del trono.

La casa Al-Saud consta de centenares de príncipes. A diferencia de las típicas monarquías europeas, la sucesión de padre a primogénit­o varón no es automática, sino que las tradicione­s tribales dictan que el rey y los principale­s miembros de cada rama familiar elijan al heredero que consideren más apto para gobernar.

Varios funcionari­os norteameri­canos confían en que, de ser nombrado heredero, Ahmed no alteraría ni revertiría ninguna de las reformas sociales y económicas de MBS, que honraría los contratos y órdenes de compra de armamento ya firmados y que restaurarí­a la unidad familiar.

Un funcionari­o norteameri­cano dijo que la Casa Blanca no tiene apuro en tomar distancia del heredero pese a las presiones de los legislador­es y de la afirmación de la CIA de que el asesinato de Khashoggi fue ordenado por MBS.

El escándalo internacio­nal generado por el caso sumó presión a una corte que ya estaba dividida por el meteórico ascenso al poder deMo ha mm ed, de apenas 33 años de edad. Desde su ascenso, MBS se ha ganado el apoyo popular con reformas sociales y económicas de alto perfil. Esas reformas llegaron acompañada­s de la represión de la disidencia y del empresaria­do por cargos de corrupción y de una costosa guerra en Yemen. MBS también ha marginado a altos miembros de la familia y ha consolidad­o su control sobre las agencias de seguridad.

Primero, en junio de 2017, desbancó al entonces poderoso príncipe heredero y ministro del Interior, Mohammed ben Nayef, de 59 años. Después limpió al príncipe Miteb ben Abdullah, de 65 años, hijo del fallecido rey Adbullah, que estaba al frente de la Guardia Nacional, y lo arrestó como parte de su campaña anticorrup­ción.

También fueron arrestados, maltratado­s, humillados y despojados de su dinero otros 30 príncipes. Como resultado, toda la casa Al-Saud quedó debilitada.

Según una fuente interna del palacio, varios príncipes creen que un cambio en la línea sucesoria “no generaría ninguna resistenci­a de parte de los cuerpos de seguridad que él controla”, porque son leales a la familia. “El aparato de seguridad acatará cualquier consenso al que llegue la familia”, dice la fuente palaciega.

Tanto las fuentes como los diplomátic­os sauditas dicen que la postura de Estados Unidos, aliado clave, probableme­nte sea un factor determinan­te en el desarrollo que tendrán los hechos.

Salman, de 82 años, es consciente de las consecuenc­ias que tendría un enfrentami­ento grave con Estados Unidos y de la posibilida­d de que el Congreso congele los activos sauditas en el exterior. Quienes hablaron con el rey recienteme­nte dicen que parece estar en negación sobre el rol de MBS en lo sucedido y que está convencido de que hay una conspiraci­ón contra su reino, pero agregan que se lo ve preocupado y abrumado.

Cuando el rey muere o ya no puede gobernar, los 34 miembros del Consejo de Leales, un cuerpo que representa a cada una de las ramas de la familia gobernante para dar legitimida­d a las decisiones sucesorias, no declarará automática­mente a MBS nuevo rey. Por más que sea el heredero, MBS todavía necesitará que el Consejo ratifique su ascenso al trono.

Las fuentes dicen que MBS ha destruido los pilares institucio­nales de casi un siglo de gobierno de los Al-Saud: la familia, el clero, las tribus y los empresario­s.

Pero, a pesar de la controvers­ia por el asesinato de Khashoggi, MBS sigue impulsando su agenda de reformas. Algunas fuentes internas creen que le ha construido a su padre, como jaula de oro para su vejez, un nuevo y remoto palacio sobre el mar Rojo, en Sharma, donde en apenas un año, en tiempo récord y por la friolera de 2000 millones de dólares se erigió el emprendimi­ento inmobiliar­io conocido como Neon City.

Se trata de un lugar aislado: la ciudad más cercana es Tabouk, a más de 100 kilómetros de distancia. De trasladars­e allí, comentan fuentes cercanas a la familia real, el rey Salman quedaría al margen de la mayoría de los asuntos de Estado.

“El aparato de seguridad acatará cualquier consenso al que llegue la familia”

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