China se desacelera
Las dos enormes economías del mundo impulsan hoy fuertemente, cual verdaderas locomotoras, el nivel de la actividad global. Son las de China y los Estados Unidos. Ambas están creciendo saludablemente y atraviesan un período de notable bonanza y estabilidad.
La de los Estados Unidos crece al ritmo anual del 4,1% de su PBI. La de China, al 6,5% anual de su PBI, guarismo alto que, no obstante, supone el menor ritmo registrado en el país oriental desde comienzos de 2009. En ambos casos, ese buen andar, según los pronósticos, se mantendrá sin cambios sustanciales al menos durante el transcurso del año próximo.
No obstante, la economía china evidencia algunos signos de que podría haber comenzado una lenta desaceleración. Probablemente, esos signos son consecuencia de los altos niveles de deuda que existen en toda su economía y hacen difícil continuar estimulándola desde el sector público, así como de la lenta intensificación de la guerra comercial que ha estallado entre China y los Estados Unidos, cuyo impacto adverso comienza a advertirse en el resto del mundo.
Por esto, algunos ven que la próxima reunión del G-20 en la ciudad de Buenos Aires podría brindar una oportunidad inmejorable para que los primeros mandatarios de ambos países se reúnan cara a cara y acuerden medidas que puedan lograr el reequilibrio en sus relaciones.
Por esto, el gobierno chino acaba de bajar los requisitos de reserva de sus entidades financieras. Lo hizo por cuarta vez en lo que va del año, de modo de procurar aumentar así el nivel de liquidez de la economía.
No obstante, se advierte ya una leve caída del consumo en China, que presagia una pérdida del dinamismo que en los últimos tiempos ha caracterizado a la economía china. La bolsa local está anticipando esa probable desaceleración al haber caído un 30% desde comienzos del año en curso. A ello se le debe sumar que la moneda china se ha desvalorizado sustancialmente respecto del dólar, hasta alcanzar el nivel más bajo de la última década, lo que, como cabía esperar, ha sido inmediatamente denunciado desde la administración norteamericana como una inaceptable y desleal estrategia para intentar ganar en competitividad en los mercados del mundo.
Por ahora no hay motivos de alarma, sino tan solo señales de que la bonanza común podría desacelerarse.