El horario del choque decisivo y un tironeo por seguridad
La seguridad porteña pidió adelantar una hora el inicio para jugar con más luz natural, pero no hizo el pedido oficial a la Conmebol
Era la reunión organizativa más importante de cara al partido más trascendental del año: la superfinal entre Boca y River que consagrará al nuevo campeón de la Copa Libertadores. Había sillas para todos: los clubes, la AFA, la Conmebol y los representantes de la seguridad porteña y del gobierno nacional. Todo quedaría por escrito, en un acta que describiría punto por punto lo que se discutiera en la sala. No hubo mayores discusiones hasta que habló Juan Pablo Sassano, subsecretario de Seguridad Ciudadana (GCBA). Palabras más, palabras menos, el funcionario porteño dijo: “Si nos proponen atrasar el partido diríamos que no. Pero si lo adelantaran estaríamos a favor. Nos conviene jugar más tiempo con luz natural”. En realidad, era una idea de los clubes. Y lo blanqueó Gerardo Milman, jefe de gabinete de la cartera de Seguridad: “Han propuesto que el partido se iniciara a las 16, y la organización está a cargo de los clubes, AFA y Conmebol”, dijo el funcionario.
Así se gestó la posibilidad de que el partido comenzara a las 16. En rigor, esa había sido la propuesta original del presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez, a los clubes y a la AFA: disputar ambas finales en sábado y desde las 16. Pero el segundo encuentro de la serie se pospuso una hora por un pedido del gremio de los jugadores. Futbolistas Argentinos Agremiados le envió un documento a Domínguez pidiéndole que la segunda final se jugara a partir de las 17, ya que desde mediados de noviembre rige en la Argentina el “horario de verano” para la actividad profesional. Y los partidos no pueden comenzar antes de la 17, para proteger a los jugadores de las altas temperaturas. El sindicato, que no se pronunció sobre el tema, dio a entender que no tendría problemas en que el partido comenzara a las 16.
Los clubes también apoyaron la moción. Para cualquiera de los dos, que el partido terminara con luz natural sería un beneficio. Ya sea para que Boca pueda encarar el operativo festejo rumbo a la Bombonera, o para que River pueda celebrar con su gente en el Monumental. La oscuridad complicaría todos los planes. Y a nadie le pasó inadvertido que en el segundo partido de la final no valdrá el gol de visitante: en caso de empate, habrá media hora de alargue y, en caso de persistir la igualdad, disparos desde el punto penal. En total, la definición podría alargarse una hora más, que sumada a los noventa minutos reglamentarios y a los 15 del entretiempo llevaría a que todo el espectáculo dure cerca de tres horas: empezando a las 17, la historia terminaría solo a las 20. Y de noche. Si el partido se jugara a las 16, todo estaría decidido a las 19, con los últimos rayos del sol.
Sin embargo, a última hora de ayer la Conmebol no había recibido ningún pedido. Ni del gobierno porteño ni del nacional. Tampoco de los clubes. “Oficialmente, no hay nada”, dijo una fuente de la Confederación Sudamericana cuando la posibilidad de que el horario de inicio de la Superfinal se adelantara. Ese pedido nunca se hizo oficial.
Según lo que pudo reconstruir la nacion, no está claro que los funcionarios de seguridad hagan el pedido oficial a la Conmebol para adelantar el partido. Saben del resquemor que generaron en la organización, que se suma a todas las idas y vueltas de la primera Superfinal, suspendida por la lluvia que azotó Buenos Aires y jugada al día siguiente. “La Conmebol es clara y se remite a los reglamentos. Tanto River como Boca saben que el horario del partido es a las 17”, insistieron las fuentes desde Luque, a pasos del aeropuerto internacional de Asunción (Paraguay).
Los interlocutores tampoco entendían por qué River, Boca y los responsables de la seguridad esperaron hasta ayer para reclamar por un eventual adelanto del comienzo del partido. El horario fue confirmado hace diez días. El reglamento de la serie decisiva, con alargue y penales, mucho antes. La fallida iniciativa quedará en anécdota mientras no haya una comunicación oficial que avale el pedido. Y todo lleva a pensar que los argumentos no alcanzarán. “A las 17. Y punto”. La Conmebol, por ahora, se muestra tajante.
La superfinal del sábado es el partido del año. Más allá de lo que implica a nivel deportivo –la gloria continental y la clasificación al Mundial de Clubes– y económico –una recaudación superior a los $100 millones y un premio total para el campeón de más de US$ 11 millones–, será también un acontecimiento político. Ya confirmó su presencia el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, y es posible que también aparezca en el estadio Vladimir Putin, máxima autoridad del gobierno ruso.
Se trata, en definitiva, de un espectáculo deportivo en la antesala del G-20, la reunión de los presidentes más importantes del planeta. En el medio, noventa (o más) minutos de fútbol. Y una rivalidad imperecedera.