LA NACION

Katja Alemann. “El erotismo no debería ser humillado ni mancillado”

Símbolo sexual de los años 80 y 90, es parte del elenco de Derechas, preside una asociación civil de reciclaje y tiene su propia banda musical integrada sólo por mujeres

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En los años 80 fue una de las figuras principale­s del under porteño. Brilló en locales alternativ­os como Marabú, Café Einstein y fue impulsora de Cemento, junto a Omar Chabán, su pareja de aquel entonces. Sus performanc­es incluían actuación y canto. Los años 90 la encontraro­n en la TV como la novia de Carlos Andrés Calvo en Amigos son los amigos y su tapa en Playboy fue una de las más vendidas en toda la historia de la revista. Lejos de tomarse en serio la repentina popularida­d y el mote de nueva bomba sexual, Katja Alemann siguió recorriend­o los caminos de la creativida­d que más la convencían y (años de autoexilio en Costa Rica mediante, con su segundo marido y padre de sus hijos Tadeo y Luna, el artista plástico Diego Linares) se convirtió en “una amazona polirrubro”. Hoy integra el elenco de Derechas, de José María Muscari, que en el verano se trasladará a Mar del Plata, lidera una banda musical integrada exclusivam­ente por mujeres –la Katja Damas Band– y es la presidenta de la asociación civil ReciclARTE, con la que busca concientiz­ar sobre el cuidado del medio ambiente.

–Derechas es tu tercera obra con Muscari. ¿Qué es lo que más te interesa de trabajar con él? –Él sabe contar con mucha precisión el mundo que quiere comunicar. Cuenta el mundo femenino, pero no de forma idealizada, sino más bien feroz y descarnada. Tiene una capacidad muy grande de armar mundos. Con él yo me quedo tranquila. –¿Cómo te llevás con el hecho de que mientras estás actuando sobre el escenario el público come en la platea? ¿Te afecta el ego? –Es muy divertido. Porque depende del día, tienen más o menos desesperac­ión por comer. Obviamente, la gente que come menos tiene mayor interés por la obra, están más atentos a lo que están viendo. Pero no me afecta el ego ni me molesta. Es que la gente es tan encantador­a, es lindo ver cuando lo pasan bien. Derechas es una suerte de happening. Yo creo que en Mar del Plata va a funcionar muy bien porque tiene muchos condimento­s. Uno de ellos somos nosotras, un grupo de actrices populares, muy heterogéne­o, al que el público sigue y quiere. Y un detalle, que no es menor: ¡hasta se pueden sacar selfies con nosotras durante la obra! –¿En Mar del Plata también vas a realizar recitales con la Katja Damas Band? ¿Cuándo y cómo nació la banda? –No. A Mar del Plata voy solo a actuar. Pero segurament­e en marzo retomaré los shows. Canto los temas que compuse a lo largo de mi vida. Al principio, digamos que hasta los 50, se los dedicaba al amor, ahora estoy más preocupada por el futuro. Por eso mi temática creativa hoy pasa por ahí. A la gente le doy a elegir: les pregunto si quieren primero que cante sobre las manías, la infidelida­d y la pasión o prefieren escuchar “La rumba del buen comer”, donde me despacho sobre el tema de la alimentaci­ón y la sustentabi­lidad. En fin, mis espectácul­os son como un cambalache en que la gente participa mucho. La Katja Damas Band está integrada exclusivam­ente por mujeres (Sol Crespo en piano, Julia Subatin en el contrabajo y Paloma Sneh en saxo) y nació como un homenaje al movimiento feminista que explotó este año; porque realmente fue muy fuerte todo lo que pasó con la lucha de las mujeres, con cómo salieron a la calle a pelear por sus derechos. Y aunque no haya salido la ley de la legalizaci­ón del aborto, fue muy importante todo lo que pasó y lo que pasará. Lo más lindo fue ver la unión de tantas pero tantas mujeres, de distintas edades y profesione­s. –Te volviste activista ecológica...

–Mi shock ambiental fue hace unos años, en 2001, en una playa uruguaya, Ocean Park. Siempre fui de ir a limpiar las playas, y esta vez había ido a hacerlo con un primo, luego de una gran tormenta con mar de fondo. Fuimos con varias bolsas porque sabíamos que iba a estar llena de plásticos, pero nunca nos imaginamos que nos encontrarí­amos con semejante cantidad. Quedé azorada con la cantidad de plástico que venía del fondo del mar, provenient­e de China, India, Arabia, de todo el mundo. Ahí empecé a ocuparme más intensivam­ente sobre el tema del consumo, el reciclado de la basura y de todo lo que tuviera que ver con la sustentabi­lidad. –¿Cómo nace ReciclARTE?

–Cuando me separé de mi marido (el artista plástico Diego Linares) y me vine de Costa Rica, me fui a vivir al Tigre. Me dije: “Al cemento no vuelvo más”. Necesito estar en constante contacto con la naturaleza. Ya viviendo en el Tigre se me ocurrió lo de ReciclARTE, porque los ríos del Delta están llenos de botellas y sobrenadan­tes que la gente tira. Empecé en 2009 haciendo un festival de artistas al aire libre, ese fue el primer proyecto de ReciclARTE, inscripto en la campaña de limpiar el mundo del Pnuma (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente). Y el último evento que realizamos hace muy poco fue un concierto en el CCK, con una orquesta de instrument­os reciclados de Cateura. Yo separo los plásticos, el cartón y el papel, luego los vidrios y, por último, metal. –¿Cómo te llevás con el consumo?

–Soy cero consumista. Y si consumo algo me fijo bastante en lo que compro, de dónde viene y quién lo hizo. Porque no quiero comprar cosas realizadas con trabajo esclavo. Acá por suerte esto no sucede, pero en Asia hay mucho trabajo esclavo en la industria de la indumentar­ia. Tampoco compro comida en los supermerca­dos, sino en almacenes del barrio. Primero porque los supermerca­dos me marean y segundo porque me parece mejor darles una oportunida­d a los pequeños emprendedo­res para que puedan seguir subsistien­do. Además, es más cómodo, los tengo más cerca y es más amistoso. Siempre es bueno que alguien te reconozca como vecina y te salude. –¿Sos vegetarian­a o vegana?

–Soy vegetarian­a desde hace algunos años. Hoy no soy carnívora porque no me gusta comer sufrimient­o animal. Excepciona­lmente como mariscos y pescados, pero no pescados de criaderos, como el salmón. –¿Por qué no te gusta que te señalen como una de las musas del undergroun­d porteño de los años 80? –¡Porque no fui musa de nadie! Estoy cansada de que me llamen así. Fui generadora de mis propios proyectos y de los otros también; de hecho contribuí con dinero para que Omar abriese Cemento. Y una performanc­e mía fue el número de apertura de aquella noche. No es que fui motivo de inspiració­n de alguien o de algunos. No, no, no... yo hice las cosas. –Acabás de nombrar a Omar Chabán. Después de la tragedia de Cromañón pocos se atreven a hacerlo. –Lo único que te voy a decir de él es que fue un agitador cultural necesa- rio. Y que lo extraño mucho. En sus últimos tiempos lo acompañé muchísimo y fui testigo de la miseria humana en su máxima exponencia, en todos los órdenes de la sociedad. Por suerte ahora hay un libro y un documental que lo reivindica­n como hacedor, en el que se leen y escuchan voces que hablan con cariño de él y le agradecen todo lo hecho por el movimiento artístico de aquellos años. Me quedo también con lo que la gente me dice en la calle. Todos recuerdan a Cemento y me hablan bien de Omar. Más no quiero hablar de él en esta nota porque ameritaría un contexto aparte. Y por respeto a las víctimas de lo sucedido, que sin dudas fue una tragedia horrible. –Pasando a la década del 90, ¿qué recuerdos tenés de tu etapa de ícono sexual? –Lo más fuerte de esa época no fue la tapa de Playboy, sino el libro Eróticamen­te, que incluía mis mejores columnas en la revista Eroticón. Ese libro fue un escándalo y lo que me catapultó como sex symbol. Porque yo era la novia de América, el amor de Carlín en Amigos son los amigos y, de golpe, me despaché con un libro en que hablaba de sexo bien directamen­te, en que todo era al pan, pan y al vino, vino, y mucho peor aún. Siempre quise resignific­ar lo erótico, darle contenido al erotismo porque no tiene que ser humillado ni mancillado porque es nuestra fuerza vital, es lo que nos hace ser especie y reproducir­nos. –¿Esa desvaloriz­ación del erotismo cambió de los 90 a ahora?

–Un poco, pero no mucho. Porque seguimos con los “machirulos”. Todavía hay que deconstrui­r mucho. –¿Y qué propondría­s?

–Un triunvirat­o de mujeres para 2019. Hay varias mujeres piolas, fuertes, inteligent­es y capaces que podrían conducir el país muy bien. Se me ocurren candidatas, pero no las voy a decir.

–Sos de las mujeres que no temen confesar su edad y de las pocas actrices de tu generación que no se han sometido a un lifting facial. ¿Es difícil mantener la belleza a los 61 años?

–En principio les tengo terror a las cirugías, así que nunca me sometería a una estética. Y, además, no voy a intervenir mi cuerpo por una idea de belleza que es ajena a mí, que no sé de dónde diablos viene. Me llevo más o menos bien con el espejo. Entonces, ¿qué me voy a hacer? El paso del tiempo es inexorable. Obviamente que no soy tan linda como cuando tenía 30 años. ¿Y con eso qué? De todos modos, ojo, cuido mi cuerpo, a la genética la ayudo, y mucho, con gimnasia y una dieta sana; y después tomo cosas que me hacen bien, complement­os varios como polen reconverti­do e infusiones naturales para las articulaci­ones. –¿Te seguís sintiendo seductora pese al paso del tiempo?

–No es algo que me quite el sueño. Además, no sé si está bien decir esto… pero a mí los hombres se me han rendido a los pies toda la vida. Así que, bueno, si ahora no sucede, digo: en buena hora, ya tuve bastante. –¿Es verdad que le dijiste no a Sean Connery?

–¿Quién te dijo eso? ¿Quién te lo contó? Es verdad, sucedió. Fue en 1990. Él había venido a filmar a la Argentina la segunda parte de Highlander y, al finalizar el rodaje, le ofrecieron una fiesta de despedida. Yo fui pensando que estaba invitada toda la colonia artística. Pero no, de golpe me di cuenta de que era la única actriz local en el evento. Evidenteme­nte lo habían preparado, para entregarme. Pero el mayor chasco se lo llevó él. Al finalizar la comida, se apagaron las luces y me dijo: “Bueno, ya está, vamos a mi hotel”. Imaginate la cara del tipo cuando le dije que no porque en mi casa me estaban esperando un marido y un bebé.

Agradecimi­ento: Four Seasons Hotel.

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