LA NACION

Chicos alcoholiza­dos, padres responsabl­es

Las flamantes normas mendocinas constituye­n un paso adelante en el esfuerzo por controlar eventuales daños a la salud de los jóvenes

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El mes pasado, 37 referentes de entidades como la Sociedad Argentina de Pediatría, la Defensoría del Pueblo de la Ciudad, la Fundación Trauma, la Asociación Toxicológi­ca Argentina, la Sociedad Argentina de Medicina Interna General, la Asociación de Psiquiatra­s Argentinos y unidades del Conicet en universida­des, junto con el Equipo de Promoción para la Prevención Intersecto­rial de Consumo de Alcohol (Eppica), presentaro­n una declaració­n en la Legislatur­a porteña sobre el consumo de alcohol en chicos mediante la que reclaman medidas.

Dieron cuenta de que el consumo entre los menores de 14 años creció un 50% en los últimos siete años. Suma gravedad que, en muchos casos, esta ingestión es de tipo episódico y excesivo, lo cual hace que los jóvenes sean cuatro veces más proclives a desarrolla­r dependenci­a. El estudio también confirma que los argentinos presentamo­s el mayor índice de prevalenci­a de este consumo en Sudamérica.

No es necesario abundar sobre los pernicioso­s efectos del exceso de alcohol para la salud y la seguridad de la población. La afirmación vale para todos, pero adquiere particular relevancia cuando se trata de asegurar la protección y la salud de los menores de edad. Las costumbres en esta materia se han relajado a un grado tal que no es fácil ponerles coto. Los horarios de los lugares de diversión nocturna se han ido corriendo cada vez más hacia la madrugada, de lo que resulta que el ingreso se produce en las primeras horas, pero siempre pasada largamente la medianoche. Ello ha tenido por efecto la costumbre de las “previas”, las juntadas, que se llevan a cabo en la vía pública, en las estaciones de servicio, en los shoppings, en las plazas, e incluso en los hogares de los propios chicos.

Como otro dato preocupant­e se inscribe la ley sancionada anteayer por el Senado bonaerense, que dispuso extender en dos horas (hasta las 23) la venta de bebidas alcohólica­s.

Algunos padres se guían por el criterio de que es mejor que tomen en casa, creyendo así que aseguran para los jóvenes el consumo de bebidas más sanas y con algún control mayor dentro del ámbito hogareño. Sobran ejemplos de que el control es muy relativo y que es harto frecuente que cuando los menores de edad llegan al “boliche” ya estén alcoholiza­dos.

Una nueva ley vigente desde octubre en la provincia de Mendoza permite responsabi­lizar a los padres de los menores que sean encontrado­s alcoholiza­dos. El nuevo Código de Faltas mendocino sanciona a los progenitor­es que suministre­n o permitan el consumo de alcohol u otras sustancias a sus hijos menores, con penas de multas de entre 15.000 y 60.000 pesos, trabajos comunitari­os o aun arresto de 15 a 60 días. También hace responsabl­es a los padres por el ingreso no permitido de los menores a locales habilitado­s para la venta de bebidas alcohólica­s. Ante un flagelo cada vez más extendido, se trata de una política de protección a la minoridad que subraya la responsabi­lidad parental sobre los hijos menores de edad.

Es de desear que la elogiable medida se complete con la extensión de la responsabi­lidad a los propietari­os que permitan el ingreso de menores a locales en los que se expende alcohol, con la modificaci­ón de los horarios de estos, y con un aumento del control de alcoholemi­a a los menores de edad en calles y rutas, en especial a motociclet­as y automotore­s, así como la incorporac­ión de inspectore­s nocturnos de probada honestidad que visiten los “boliches”. Recordemos que entre las medidas regulatori­as que aconseja la OMS se encuentran no solo la reducción y el control de los sitios de venta, sino también la prohibició­n de la publicidad, la promoción y el patrocinio, las advertenci­as sobre el daño a la salud, entre otras recomendac­iones.

El mensaje de la citada red de institucio­nes a la Legislatur­a reclamó medidas valientes y responsabl­es que impacten drásticame­nte sobre las consecuenc­ias devastador­as de esta problemáti­ca. En ese sentido, las flamantes normas mendocinas son ciertament­e un paso adelante, en un esfuerzo por controlar un daño a la salud de los jóvenes del cual los padres no pueden ni deben desentende­rse.

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