LA NACION

Dejar de fumar

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En relación con la carta publicada el fin de semana pasado en la que se asegura que el solo deseo de dejar de fumar alcanza para abandonar el tabaco, sin ánimo de confrontar con su autor, quiero contarle que mi experienci­a fue totalmente distinta. En mi caso fue determinan­te, por un lado, no poder practicar y disfrutar del aerobismo, por la agitación y el cansancio que me provocaba el cigarrillo (llegué a comprar tres atados diarios). Por otra parte, fue fundamenta­l poder conocer, a través de la informació­n de un médico y un psicólogo, cuál era el origen del deseo de fumar: la nicotina se deposita sobre todas las células del organismo, pero en particular en las del cerebro. Cuando los niveles de nicotina descienden al comenzar a fumar menos o dejar repentinam­ente el hábito, el cerebro envía la orden para reponer ese depósito y de ahí el compulsivo e irrefrenab­le deseo de fumar, que nos hace permanecer en el vicio. Consejo: los primeros días de abstinenci­a no consumir ni mate ni alcohol ni reiterar costumbres habituales (por ejemplo, sentarse en el sillón habitual después de cenar a mirar televisión) y consumir mucha más fruta y jugos saludables.

Esa fue mi experienci­a y hace más de 30 años que soy “exfumadora”. Susana de Rosa

DNI 6.384.256

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