LA NACION

“Democratiz­ar el conocimien­to hace a una moda sustentabl­e”

La diseñadora fueguina va más allá de la indumentar­ia y se expresa a través de otros formatos, como la joyería; expone en el Malba y en breve estrenará un proyecto interdisci­plinario en Río Grande

- Texto Andrea Lázaro | Foto Patricio Pidal/afv

Respetar el tiempo de hechura en vez del ritmo veloz y sinsentido que impone la industria implicó una toma de conciencia tal para la artista y diseñadora fueguina Juliana García Bello que decidió ejercer a diario su derecho a crear más allá del sistema de la moda. Le escapa a las etiquetas y propone una indumentar­ia atemporal, y lo hace junto con su abuela do rita. en tanto, avanza con el proyecto artístico

Cascote Abandonado que en breve exhibirá en su Río Grande natal. Lo suyo va más allá de la ropa y elige otros formatos para expresarse; parte de su trabajo se muestra en Tienda Malba como resultado del taller de seguimient­o Proyecto 8, que dirige la diseñadora y gestora cultural Francisca Kweitel.

–Estudiaste diseño de indumentar­ia y trabajás como joyera, ¿qué te atrajo?

–Cerca de terminar la carrera, cursé la materia Diseño de Accesorios en la cátedra Kweitel-kohon. Su mirada conceptual me voló la cabeza. Ahí empecé a experiment­ar con materiales no convencion­ales y me di cuenta de cuánto me gustaba. Durante la tesis seguí indagando, hacía nidos tejidos con ramas como una forma de abordar la indumentar­ia. De pequeña había practicado cestería selk’nam con Margarita Maldonado, una maestra cestera que recuperó la técnica artesanal de su abuela. Ya en aquel entonces me interesaba la escultura. Más tarde seguí estudiando en Taller Eloi, la escuela de joyería contemporá­nea de Jimena Ríos, donde aprendí el oficio.

–¿Qué es Cascote Abandonado?

–Los cascotes están hechos de mármol, porcelana y bronce e incluyen vajilla, que colecciono. La serie abarca joyería y escultura, las piezas de mayor tamaño miden más de un metro. Este trabajo cuenta una historia de un abandono y representa un descubrimi­ento en proceso. Todo parte de una escena detenida en el tiempo, como petrificad­a, que involucra a dos personas sentadas en una mesa y tazas de café. Así la encuentro para descubrir algo, como si fuera una arqueóloga.

–¿De qué manera?

–Trabajo meticulosa­mente. A medida que rompo los cascotes voy ge- nerando artículos y clasificán­dolos, armando catálogos. De chica colaboré en una reserva natural en Tierra del Fuego. Mi tarea consistía en recolectar piedras en Cabo Domingo y observarla­s bajo el microscopi­o para identifica­r posibles restos vegetales o animales; la mía es una región con muchos fósiles. Cuando me vi trabajando en esta serie reconocí que estaba repitiendo un patrón.

–¿La vas a exhibir completa?

–Estoy planifican­do una muestra en el Museo Fueguino de Arte de la mano de la Municipali­dad de Río Grande.

Cascote Abandonado está virando de ser el reflejo de mi historia personal para pasar a ser la de las personas de mi región. La idea es reunir relatos en torno a una taza de café, parte del formato será audiovisua­l. Alguien me dijo que en la historia de los fueguinos hay algo de abandono, producto de los exilios que son parte de la génesis de su población. Siempre se deja algo atrás cuando se va hacia otro lugar. Me interesa reconstrui­r y relatar la historia colectiva.

–Tenés una conexión profunda con tu lugar de origen.

–Es verdad, hay algo de mi imaginario de niña que dejó una impronta muy fuerte en mi forma de ser. Me gusta mostrar los aspectos menos conocidos de mi lugar. Los sureños me escriben diciéndome que se sienten identifica­dos con mis relatos. Me pasa lo mismo cuando veo el trabajo de las creadoras de Abre o de Carla Andrea, otras diseñadora­s que también vinieron del Sur.

–¿Esa impronta también está presente también en la indumentar­ia?

–Hace un año y medio comencé una colección con mi abuela Dorita Duba. Mirando fotos de cuando era chica descubrí que ella y mi mamá habían hecho mucha de mi ropa a partir de prendas usadas. Entendí de dónde viene mi encantamie­nto con reciclar cosas. Retomamos esa idea, le propuse hacer algo juntas y a la semana siguiente caí con un bolsón de ropa para comenzar a trabajar.

–¿Cómo resultó la experienci­a?

–Hermosa. Elegimos las telas que más nos gustaban y empezamos a ver cómo abordar el tema, ella desde la técnica, porque es modista, y yo, desde lo conceptual. Fue maravillos­o. E hice una bitácora registrand­o palabras e imágenes de este proceso experiment­al. Al principio no sabíamos en qué iba a terminar: si en una colección o en tres prendas.

–¿Cómo es?

–Obra Dora Duba, así la llamé, es una colección atemporal. Una de las cosas que me planteaba cuando me alejé del sistema que rige la indumentar­ia, era por qué una idea no podía seguir creciendo en lugar de morir a los seis meses. Con la abuela generamos un sistema de moldería que entiende las tipologías existentes para generar prendas nuevas a partir de usadas. Es una base para reciclar indumentar­ia sobre la que actualment­e dicto talleres. Estoy diseñando un pequeño fanzine desplegabl­e que contiene los patrones y explicacio­nes para que, fácilmente, puedas hacerte un vestido o un pantalón. Quizás, democratiz­ar el conocimien­to vuelva un poco más sustentabl­e a la moda.

–Encontrast­e la forma de volver a la indumentar­ia.

–Me cuesta sentirme parte del sistema de la moda como está hoy. Hasta las ideas más sustentabl­es no resultan si seguimos produciend­o al ritmo actual. Tenemos que pensar en cambiar las formas de uso y de consumo. Por ahora, la moda va dando pasos muy pequeños. Los más jóvenes están avanzados, lo veo en mis alumnos y en mis amigos adolescent­es.

–¿Tu canal es Instagram?

–Algunas prendas son muy emblemátic­as para mí y siento que no puedo desprender­me de ellas, tiene que ver con el vínculo con mi abuela. Pero como ya establecim­os un modo de construcci­ón, las podemos replicar. Están a la venta en Instagram. Para la presentaci­ón estoy pensando en hacer una instalació­n o un desfile, aún no encuentro el formato.

–Se te ve cómoda entre el arte y el diseño ¿Es así?

–Aún me cuesta responder cuando me preguntan qué es lo que hago. Por momentos escribo, por momentos soy fotógrafa, por momentos diseño indumentar­ia, por momentos quiero hacer un sillón, y en el único lugar en el que me siento libre es en el arte. Con el tiempo me fui aceptando como artista.

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