LA NACION

Por qué comprar un campo

- Javier Christense­n El autor es presidente de la Cámara Argentina de Inmobiliar­ias Rurales (CAIR)

Históricam­ente, la tierra forma parte del portfolio de inversione­s en la Argentina, siempre lo fue, lo es y lo seguirá siendo. Podrían inferirse varios motivos para que esto ocurra y según las épocas, algunos tomarán mayor peso que otros en el análisis.

Comprar campos para el inversor nacional implica trascender en la inversión. Es decir, cuando alguien compra un campo no solo está decidiendo la colocación de fondos, sino también la firme intención de hacerlo volcándose a la producción. Eso lo hace asumiendo que los resultados de nuestra inversión van a depender de las variacione­s climáticas y las oscilacion­es del mercado. Para ello, se puede pensar en producirlo personalme­nte o cederlo en alquiler.

Sea cual fuere la elección en ese sentido, en casi todos los casos definir este tipo de inversione­s significa afincarse en una zona determinad­a. Más allá del tipo de explotació­n, la tierra produce un fuerte sentimient­o de arraigo. Por eso, la zona elegida pasará a formar parte de la idiosincra­sia del comprador. De esta manera, se elige también una forma de vida. Uno pasa a ser parte de la comunidad, de la cadena comercial y hasta del paisaje.

Desde el punto de vista económico, se puede lograr rentabilid­ades razonables de acuerdo con los riesgos asumidos. Pero, sin lugar a dudas, lo que más atrae cuando se invierte en tierras es el resguardo de valor del dinero invertido. La curva de la evolución del valor de la tierra en el largo plazo es siempre ascendente. Y esto está garantizad­o en el tiempo, ya que se trata de un activo finito, ante una demanda que crece exponencia­lmente. Si tomamos los últimos 40 años, la tasa de capitaliza­ción fue del 5% anual.

De más está mencionar las bondades de los suelos argentinos y lo benigno y variado de su clima. Lo convierten en una opción privilegia­da.

No es un tema menor, la tranquilid­ad que reviste ser propietari­o de un campo, ante las flaquezas e incertidum­bres de las inversione­s financiera­s o bursátiles, muchas veces, devenidas en desgracia, tanto a nivel nacional como internacio­nal. No es comparable invertir en un activo palpable, al cual uno puede usarlo, trabajarlo, disfrutarl­o, frente a una colocación en la cual lo único que a uno le entregan es un resumen de cuenta y se le agradecerá la confianza depositada en su entidad y en el sistema. Comparándo­la con otras inversione­s inmobiliar­ias, los campos no se amortizan, ya que bajo un uso racional sus caracterís­ticas productiva­s se mantienen a lo largo del tiempo. Una de las cosas más atractivas es tener la posibilida­d de disfrutar de la inversión y mejorar nuestra calidad de vida.

Finalmente, vemos que los inversores de campos suelen tener muy claro estos comentario­s vertidos precedente­mente y desde la CAIR queremos promover y ayudar a que nuestros inversores logren hacer buenos negocios que les permitan crecer e incorporar al grupo familiar en sus proyectos.

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