LA NACION

La savia de los inmigrante­s que nutrió a un país apenas nacido

- Jorge David Cuadrado

En la Argentina, cuando empleamos la expresión “los inmigrante­s” generalmen­te hacemos referencia a la gente que vino para quedarse aquí desde mediados del siglo XIX hasta muy avanzado el siglo XX. Era un movimiento de la humanidad de los tantos que ha tenido.

Los inmigrante­s fueron fundamenta­lmente por aquí europeos, y la gente a la que denominamo­s “los turcos” se integró tan bien a nosotros que sus descendien­tes hoy en día son como los descendien­tes de alemanes, irlandeses o italianos en todos los sentidos. Cuando ellos llegaron masivament­e ya estábamos independiz­ados de España y después de muchas guerras internas y externas, integrados y con proyección.

Muchos de los indios que todavía quedaban recibieron de los gringos el trato que el país no les había dado y en algunas zonas el comportami­ento correcto del inmigrante fue bueno para el indígena.

Los gauchos que quedaban del pasado, que tenían cicatrices de guerra, fueron en algunos casos venerados por los inmigrante­s.

Las cifras, como los datos genéticos, si no se las emplea correctame­nte suelen inducir a error, pero lo cierto es que fue masiva la llegada de inmigrante­s y en algunos períodos y lugares puntuales del país fue superior a los nativos en número.

Nunca el gringo se hizo gaucho, pero sus descendien­tes en algunos casos sí, pues el gaucho no fue y es una raza, sino un tipo humano. Y cuando empiezan las discusione­s clásicas sobre el tema suele ser por una cuestión de términos, ya que existe un hilo conductor entre el antiguo gaucho y lo que queda de él en los recónditos lugares de la Argentina; no todo es desfile, no todo es escenario sobre estos asuntos.

Millones de italianos llegaron cuando el país no tenía tantos millones de habitantes. El 45% del total de los extranjero­s eran italianos y hoy el 50% de los argentinos tienen antepasado­s italianos, no obstante el 60% de los argentinos tienen algo de sangre india.

La España del siglo XVI y del siglo XVII y la América de siempre son las madres patrias de la Argentina. Solemos desilusion­arnos de España si no tenemos en cuenta esto, pues desde la Constituci­ón española del siglo XIX España es hermana nuestra y los inmigrante­s de ese país fueron muy aceptados en el nuestro.

El nuevo argentino que surgió fue el que originó la idea en tiempos del presidente Hipólito Yrigoyen para instaurar “el Día de la Raza” y no otros asuntos.

La geografía argentina puso a prueba a los inmigrante­s, las hazañas humanas que hicieron en el país en pos del progreso y llevar la existencia de la población a todo el territorio es asombroso, compartier­on con el indio y el criollo esas luchas, fueron compañeros en el hacer.

Cuando vinieron “...el alma del ser nacional ya estaba moldeada y asimiló a los que llegaron después”, como escribió Blanco Villalta.

En este aplauso a los inmigrante­s y sus descendien­tes afirmamos e insistimos en que el gaucho es el padre del ser nacional por la influencia que tiene en todo lo que es argentinid­ad y también los inmigrante­s. Por grande que sea un árbol, alguna vez fue semilla. Nuestros próceres muy bien hicieron en fomentar la inmigració­n.

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Federico guastavino

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