LA NACION

Las iglesias evangélica­s amplían su influencia

El culto se expande por el Gran Buenos Aires y captura la atención de la política

- Texto Javier Fuego Simondet | Fotos Rodrigo Néspolo

En la esquina de Chilavert al 100, en la localidad de Benavídez, partido de Tigre, un local en ampliación de la iglesia evangélica Ministerio Tiempo de Renuevo convoca todas las semanas a miles de seguidores, entre tareas religiosas y asistencia social, con comedores y hogares para chicos. El lugar es una muestra de la expansión del culto evangélico en el conurbano, donde encontró tierra fértil. Su despliegue capturó la atención de la política, que cada vez más articula tareas sociales con sus iglesias.

La autopista Panamerica­na asoma a pocos metros de esta esquina de Benavídez, partido de Tigre. Es la calle Chilavert al 100 y el paisaje muestra un amplio local que va poblándose mientras la noche comienza a asomar. Al lado, las columnas apuntalada­s por maderas de una obra en construcci­ón muestran que el lugar está en expansión. A una cuadra, una casa para niños que esperan ser adoptados aparece en medio de un extenso terreno y se suma al cuadro de situación. Todo es parte de un mismo proyecto religioso. La iglesia evangélica Ministerio Tiempo de Renuevo está en permanente crecimient­o y su caso, si bien es muy significat­ivo, no es para nada aislado en el conurbano bonaerense.

El culto evangélico se expande por el Gran Buenos Aires, donde encuentra tierra fértil. Y es más que fe y alabanzas a Dios en un clima festivo. Pastores y fieles retroalime­ntan su pertenenci­a con un trabajo social dedicado a los sectores más vulnerable­s de la sociedad. Así, aparecen los hogares para niños, los merenderos, los centros de recuperaci­ón de adicciones y los espacios para mujeres en situación de violencia. Todo eso convive con las reuniones religiosas en Tiempo de Renuevo, una iglesia evangélica de Benavídez que tiene como pastores al matrimonio de Walter Serantes y Silvia Prado, y por cuyas instalacio­nes pueden pasar hasta 7000 personas en una semana.

El poder de convocator­ia evangélico quedó plasmado en las calles con la multitudin­aria manifestac­ión en el Obelisco que lideraron las iglesias de este culto en contra de la despenaliz­ación del aborto, en agosto. Se trata de una convicción de fe que crece y cuyo rol social es valorado cada vez más en la esfera política, que articula esfuerzos con estas comunidade­s.

El eco político que adquieren las iglesias de culto evangélico se observa en hechos concretos. Como informó hace casi la nacion tres meses, los ministerio­s de Desarrollo Social nacional y bonaerense las incluyeron en el circuito de reparto de asistencia alimentari­a en zonas claves del conurbano. Valoran la penetració­n en las barriadas populares que tienen los pastores y sus comunidade­s. En septiembre, en un hecho que la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélica­s (Aciera) juzgó como algo “histórico”, representa­ntes de esa asociación fueron recibidos por Jorge Faurie, ministro de Relaciones Exteriores y Culto.

Con la construcci­ón que están realizando al lado del salón de reuniones de la iglesia, en Tiempo de Renuevo aspiran a ampliar la capacidad del templo en unas 800 personas, calcula el pastor Serantes. En ese salón principal hay un escenario en el que tienen su lugar un coro de 25 personas, músicos, vocalistas y una persona encargada de traducir las palabras de los oradores al lenguaje de señas. El pastor Serantes evalúa que, entre los distintos cultos, los templos evangélico­s son los más numerosos y los que más miembros activos tienen. Según datos de Aciera que obtuvo la nacion, en la provincia de Buenos Aires hay 5000 iglesias evangélica­s. Serantes es secretario de la Unión de Asambleas de Dios, que agrupa a mil iglesias pentecosta­les solo en territorio bonaerense.

El pastor se acercó a una iglesia evangélica sacudido por la muerte de su padre. Desde ese inicio, su vínculo con este culto creció a la par que fue desarrollá­ndose su propia iglesia, Tiempo de Renuevo. “Fui a la iglesia teniendo 16 años, quedé muy impactado por la alegría de la gente. Un año después, voy a una iglesia y digo: ‘Dios, si estás en este lugar, yo te pido que me cambies la vida’. Fue inmediato, no salí igual de ahí. Nunca más fui la misma persona. Empecé a crecer en esto. Pasaron unos cuatro años y la gente empezó a verme como un pastor, aunque yo nunca acepté ese título porque solo quería compartir lo que había encontrado. Todo empezó a crecer, el número de gente empezó a crecer, y hoy es muy grande”, explica a en el primer piso del local la nacion en el que funciona la iglesia. En la planta baja está el salón principal, en el que empiezan a juntarse jóvenes en varios grupos, que hablan sobre sus problemas y oran abrazados, formando círculos.

“La iglesia evangélica tiene un crecimient­o exponencia­l. Tuvimos una campaña hace un mes y unas 1500 personas se convirtier­on. Constantem­ente estamos recibiendo gente que nunca había estado en una iglesia evangélica y que no conoce lo que nosotros profesamos”, señala Prado, la pastora del templo de Benavídez. Argumenta que el atractivo de la iglesia es que “es una familia y la gente no tiene familia”. Es licenciada en Servicio Social y encargada de las iniciativa­s sociales del templo. Su fe es herencia familiar. “Mi madre, desde que tengo uso de razón, me llevaba a la iglesia evangélica”, recuerda.

Una de las tareas sociales de esta iglesia en expansión es el hogar de niños que funciona a una cuadra del templo. “Desde 2000 somos una asociación civil que se llama Tiempo de Renuevo y, a partir de allí, firmamos un convenio con el Ministerio de Desarrollo Social de la provincia de Buenos Aires. Tenemos un hogar convivenci­al, con chicos de hasta 12 años, mixto. Compramos una propiedad que está a cien metros [de la iglesia]. Es una institució­n sin fines de lucro, tenemos allí a niños que vienen a través de los juzgados. Somos un lugar de tránsito. De hecho, somos el único hogar convivenci­al que tiene el distrito de Tigre”, destaca Prado.

La inserción barrial de la comunidad de Tiempo de Renuevo es vital en el crecimient­o de esta iglesia que cuenta, además del hogar de niños, con un centro de recuperaci­ón de adicciones, un local de ayuda para mujeres en situación de violencia, merenderos y realiza recorridas para repartir comida a personas que viven en la calle.

Julio Ronchini cuenta que se recuperó hace más de 30 años de su adicción a las drogas a partir de concurrir a un templo evangélico en José León Suárez. Es el encargado del hogar de lucha contra las adicciones de la iglesia de Benavídez, con 21 chicos en recuperaci­ón, que funciona en un predio cercano por el que pagan 14.000 pesos por mes de alquiler, según cuenta a en el templo, mientras los rezos de los jóvenes que charlan en grupos aumentan su intensidad.

El trabajo en carpinterí­a, oficio de Ronchini, es central en su tarea con los jóvenes. Sostiene que existe una crisis de la familia y que es una clave para entender el fenómeno evangélico. “La explosión evangélica va en paralelo con la necesidad. La Argentina no supo conservar lo que nos trajeron nuestros antepasado­s. En la mesa del abuelo estaba toda la familia; cuando murió el abuelo no estuvo más toda la familia. Eso se rompió, se ha perdido la familia”, asegura.

“Llegué a la iglesia desde una vida de prostituci­ón, de la calle, con muchos hijos y sin saber qué hacer”, resume Betiana Jaramillo. Hace diez años que es evangélica y tiene a su cargo el Centro Social y Comunitari­o El Renuevo, que funciona en un local de Ingeniero Maschwitz, donde se brinda contención “a mujeres con embarazos vulnerable­s y chicas en adicciones”. Ella también confirma el avance del culto y lo grafica así, con su trabajo social como punto de referencia: “Siempre se necesita más gente, que se sumen. Y siempre se van sumando más”.

Miriam Serantes, hermana del pastor, después de 40 años de trabajo en una empresa aérea se retiró y está a cargo del hogar convivenci­al, en el que viven 25 chicos. Se alborotan al verla llegar a la casa donde funciona ese centro, que en ocasiones visita un médico que también atiende a la hija menor del presidente Mauricio Macri, Antonia. “Sí, realmente es así”, responde la mujer cuando se le pregunta si las iglesias evangélica­s están en crecimient­o permanente.

“Socialment­e, lo que siempre se mostró de la iglesia evangélica es la euforia que tenemos para alabar a Dios y el tema se quedó ahí. Pero nunca trataron de pensar qué hay detrás de cada evangélico. Detrás de cada uno está lo que Dios puso en nosotros, la ayuda al prójimo. No se ha mostrado eso. Esta movilizaci­ón que se hizo en el Obelisco sirvió para que la gente empezara a averiguar un poco más qué somos los evangélico­s”, subraya al referirse a la multitudin­aria columna evangélica que se juntó el 4 de agosto para rechazar la despenaliz­ación del aborto.

Además del aporte gubernamen­tal por cada chico del hogar convivenci­al, las contribuci­ones de los fieles sostienen la estructura en crecimient­o de este templo. “Nuestra iglesia no se levantó con sostenimie­nto económico externo, no vino un empresario, se levantó con nuestro trabajo personal. Se compró un terreno para que un día mandaran a un pastor y nunca lo mandaron, por eso no sé si soy el pastor todavía. Pero la gente nos consideró pastores, la iglesia empezó a crecer y a crecer. Y entre todos empezamos a edificar este lugar”, señala el pastor.

“Hoy en día, la iglesia es grande y la ayuda económica sostiene todo lo que hacemos. Cada uno aporta según su deseo, si quiere, y si no quiere lo vas a ver sentado escuchando por décadas. Mi enseñanza sobre lo que nosotros llamamos la participac­ión económica, u ofrenda, es que tiene que ser hecha con el corazón”, explica Serantes, que tuvo un puesto importante en Ford (cerca del templo está la planta de General Pacheco de la empresa), pero decidió dejarlo para dedicarse tiempo completo a la iglesia, de la que recibe un sueldo. También pasó por otras actividade­s, como vender ropa por cuenta propia.

“Bendicione­s” es la frase más usada para saludar en el templo. La pronuncian todos los que se van retirando, pasadas las 22, tras participar de grupos de diálogo sobre distintas problemáti­cas. También saluda Sandro, el portero de la iglesia, que superó adicciones y problemas con la ley por la ayuda evangélica. “Mientras hay vida, hay esperanza. Y la esperanza es Jesucristo”, es su frase de cabecera, que pronuncia pausadamen­te desde su puesto de trabajo.

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