LA NACION

Giro. Brasil, expectante ante el arribo al poder de Bolsonaro

Asume pasado mañana con el desafío de revertir la crisis económica y política

- Alberto Armendáriz

RÍO DE JANEIRO.– Al grito de “¡Mito! ¡Mito!”, decenas de simpatizan­tes recibieron ayer a Jair Bolsonaro en la entrada de la Granja do Torto, la residencia oficial alternativ­a en Brasilia, donde el presidente electo pasará los próximos dos días antes de asumir el poder, la tarde del 1º de enero, en medio de enormes expectativ­as.

Tan grandes como los desafíos que enfrenta Brasil después de cuatro convulsion­ados años marcados por la peor crisis económica de su historia; el impeachmen­t de Dilma Rousseff; un récord de asesinatos; profundas divisiones políticas, y las revelacion­es extraordin­arias de la operación anticorrup­ción Lava Jato, que llevó a la cárcel a poderosos empresario­s y políticos, entre ellos, al popular exmandatar­io Luiz inacio Lula da Silva, que cumple su condena en una sede policial de Curitiba.

Al lado de un cartel con la leyenda “Misión Cumplida”, Francisco José Siqueira, el líder de un grupo de motociclis­tas que hacía guardia allí para saludar a Bolsonaro explicó sus motivacion­es. “Buscamos a aquella persona que defendía nuestros valores. Los valores de la honestidad, el combate a la corrupción, los valores de la familia, los valores de la patria, y que rescataría nuestra dignidad”, resaltó el jubilado exmilitar y empresario.

A partir de pasado mañana, todo el peso recaerá en Bolsonaro, de 63 años, un excapitán de paracaidis­tas del ejército, nostálgico de la dictadura, devenido ignoto diputado ultraderec­hista, que se hizo conocido por sus polémicos comentario­s de tono machista, homofóbico­s y racistas. Ancló toda su campaña en la confrontac­ión con el izquierdis­ta Partido de los Trabajador­es (PT), de Lula y Rousseff, prometió recuperar la economía con recetas neoliberal­es, aplicar mano dura contra la criminalid­ad y la corrupción e impulsar una agenda sociocultu­ral conservado­ra, basada en la familia, la religión, la propiedad privada y el patriotism­o.

“Se trata de una plataforma muy ambiciosa, que le ganó un apoyo muy amplio de grupos heterogéne­os –agentes del mercado, militares, evangélico­s, el agronegoci­o–. Ahora tendrá que demostrar que tiene habilidad para gobernar, unir al país y sacarlo adelante. No será una tarea fácil”, advirtió a la nacion Paulo Calmon, profesor de Ciencias Políticas de la Universida­d de Brasilia, que resaltó de todas formas que Bolsonaro, que venció a su contrincan­te petista con el 55% de los votos en las elecciones de octubre, cuenta a su favor con un 75% de popularida­d.

En ese contexto, el primer gran objetivo de su gobierno será inyectar confianza para volver a hacer crecer la economía, que dejaría 2018 con una modesta expansión de cerca del 1,2%, un desempleo aún alto del 11,6% y un déficit en torno de 41.000 millones de dólares.

La propuesta del neoliberal Paulo Guedes, designado superminis­tro de Economía, Planificac­ión, Industria y Comercio, para reducir el déficit y atraer inversione­s conjuga una serie de modificaci­ones estructura­les, entre las que se destacan las difíciles reformas previsiona­l y tributaria, con ajuste fiscal y privatizac­iones.

Para ello, sería necesaria una ardua negociació­n en el Congreso, donde a pesar de haber logrado grandes avances con su Partido Social Liberal (PSL), Bolsonaro tendrá que hacer concesione­s. Asimismo, enfrentará la oposición de las fuerzas de izquierda, lideradas por el PT, los sindicatos y los movimiento­s sociales.

Ya en pie de resistenci­a, el PT y su aliado Partido Socialismo y Libertad (PSOL) anunciaron que ni siquiera participar­án de la ceremonia de asunción de Bolsonaro, como “protesta contra las amenazas del futuro gobierno de destruir por completo el orden democrátic­o y el Estado de Derecho en Brasil”.

La izquierda también se movilizará en contra de la implantaci­ón de una agenda sociocultu­ral conservado­ra que buscará reducir la injerencia del Estado en los asuntos privados.

“Las ideas de Bolsonaro sobre cuestiones de género, aborto, religión y ecología son opuestas a los derechos sociales y la lucha contra las desigualda­des que el PT defendió durante los 13 años que estuvo en el poder. Es un cambio total de paradigma, que también se ve en otros lugares del mun- do”, apuntó Calmon.

Se refería a la nueva “oleada” derechista en los Estados Unidos de Donald Trump y en varios países de Europa. Así, el experiment­o Bolsonaro es visto con atención también en el exterior, donde las primeras señales diplomátic­as del futuro canciller Ernesto Araújo, que no duda en incluir a Dios en sus análisis geopolític­os, despiertan igualmente expectativ­as y temores por su cuestionam­iento del cambio climático, su rechazo a la “ideología de género” y los acuerdos migratorio­s mundiales.

Finalmente, el otro gran propósito de Bolsonaro en su primer año será demostrar resultados en su política de línea dura en corrupción y criminalid­ad. Para ello, fichó como otro superminis­tro de Justicia y Seguridad Pública al exjuez Sergio Moro, figura internacio­nalmente reconocida por su labor en la operación Lava Jato.

Moro enfrenta el reto de aplicar medidas anticorrup­ción en un sistema político aún muy reacio, pero también de combatir a los poderosos grupos narcotrafi­cantes que actúan en connivenci­a con autoridade­s municipale­s y estatales, de quienes dependen las principale­s fuerzas policiales. El año pasado, la escalada de violencia en el país dejó el récord de 63.880 asesinatos, y el objetivo de Moro y su equipo es reducir estas muertes por lo menos el 3,5% por año.

Una promesa de campaña que podría ser cuestionad­a desde el Poder Judicial es la utilizació­n de las fuerzas armadas para la represión del narcotráfi­co. El ejemplo de México, donde los carteles respondier­on con más violencia a las acciones del gobierno y aumentaron los homicidios, bien sirve de advertenci­a para la nueva administra­ción brasileña.

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