LA NACION

El enigma de un diciembre calmo

- Pablo Sirvén psirven@lanacion.com.ar Twitter: @psirven

Ala pregunta de por qué termina tan tranquilo el peor año desde la hecatombe 2001/02 no hay una sola respuesta, sino varias. Diciembre no perdona desde el fatídico último mes del año en que Fernando de la Rúa tuvo que tomarse el helicópter­o. Y tampoco suele hacer distingo si de o lógicos. Así como Cristina Kirchner lo tuvo bien negro y luctuoso en el fin de año de 2013 con revueltas policiales y 14 muertos, lo que no le impidió tocar el tambor como si nada en la Plaza de Mayo sin que los sectores autodenomi­nados progresist­as se rasgaran las vestiduras como ahora lo hacen ante el menor requiebre oficialist­a, también lo padeció Mauricio Macri, después de dos diciembres en paz (los de 2015 y 2016), el año pasado, con las 14 toneladas de piedra y las batalles campales frente al Congreso.

Pero ahora la inesperada placidez subleva a los espíritus más levantisco­s que manifiesta­n su perplejida­d, en modo de tosca desesperac­ión, sin medir siquiera las peligrosas consecuenc­ias que puede acarrearle­s política y hasta judicialme­nte. Es el caso del imprudente tuit de Gabriela Cerruti. “Si Buenos Aires es la París de Sudamérica –escribió–, hoy deberíamos estar todos con chalecos de algún color rompiendo todo hasta que den marcha atrás con el aumento del transporte y la luz”.

Aparte de su desopilant­e trauma con el amarillo, por ser distintivo de Pro (prefiere hablar de “chalecos de cualquier color”), su brutal incitación a la violencia es doblemente grave ya que no se trata de una persona anónima e iletrada, sino de un miembro de la “Honorable” Cámara de Diputados de la Nación. Extraño que ningún fiscal haya actuado de oficio. Aparte de generarse un horrible auto-bullying, ya que en las redes sociales suelen masacrarla tras sus cada vez más frecuentes exabruptos, Cerruti ni siquiera toma el ejemplo de su líder máxima, Cristina Kirchner, que, por el contrario, atraviesa la honda recesión con táctico silencio. No lo hace de buena ni por lástima a un gobierno que la tiene bien difícil en lo económico (y que demasiado seguido parece echar más nafta al fuego, como fue el anuncio en un mismo día de los mega-aumentos en servicios y transporte­s, y la imposición de gravámenes a plazos fijos y otras inversione­s financiera­s preferidas por las clases media y alta).

La expresiden­ta parece comprender que para mantener cierta aptitud electoral debe abrir lo menos posible la boca para no ser, por contraste, más funcional a los designios oficialist­as que a los propios. Por eso, Juan Grabois, el líder de los movimiento­s sociales, que últimament­e se acercó a la actual senadora, repiensa en estos días con espíritu autocrític­o si no fue una mala estrategia encabezar la protesta frente a Eltrece para exigir al Grupo Clarín que cumpla con la ley e incluya en la grilla televisiva la señal de Barricada TV. “Por ahí equivoqué el método”, reconoce.

Eso no sería lo más sorprenden­te. Consulta do en off para esta columnas obre este mes de diciembre tan particular, que empezó con el impecable cierre del G -20 y que tuvo sus protestas callejeras, pero sin la persistenc­ia ni los hartantes cortes de otros años, aclara que él siempre habla en on, ejemplo que deberían seguir la mayoría de los dirigentes que se pasan de cautos en sus anodinas declaracio­nes públicas, pero que suelen desmadrar sus lenguas cuando se saben protegidos por la reserva periodísti­ca. Ayudaría a desterrar el doble discurso y a sincerar el debate mediático.

Grabois, precisamen­te, da una primera posible explicació­n a la inesperada calma chicha de este diciembre al que solo le quedan horas para ser historia. Al preguntárs­ele cómo calificarí­a, del 1 al 10, la “paritaria” de los movimiento­s sociales (esto es, el dinero que recibieron en el año que termina) su respuesta sorprende:

–11.

–¿¿¿Perdón???

– Eso. Pedíamos 10 y nos dieron 11. –Paradójica­mente, avalás lo que les endilgan desde el otro extremo los ultra oficialist­as: que ustedes solo funcionan a dinero.

–Y sí–vuelve a asombrar con su extraordin­aria franqueza, no exenta de cierto cinismo–; el Gobierno compra tranquilid­ad social, paga un seguro. Pero no confundir tranquilid­ad con paz. La paz es producto de la justicia. Igual no voy a hacer nada para voltearlo ni queremos que se vayan en helicópter­o.

Miran que las elecciones presidenci­ales ya están a la vista y tienen expectativ­as. Empiezan a ceder los intentos destituyen­tes de los primeros años. Una buena noticia.

No fue magia, diría Cristina Kirchner. Según fuentes del Ministerio de Desarrollo Social,el refuerzo de comida a los comedor es fue del 30% y para los que perciben la AUH (Asignación Universal por Hijo) hubo un bono en septiembre de $1200 y en diciembre, de $1500. Más la actualizac­ión de programas sociales nacionales, el plan bonaerense Más Vida, el bono acordado con la CGT y el que recibieron los empleados públicos, a lo que se sumó la ampliación de créditos A ns es. Nada compensa la inflación demás del 47%, pero alivia.

Aunque quizá lo que confía un alto funcionari­o sea lo más importante: “Es algo de lo que no alardeamos, pero nosotros no entregamos el territorio a nadie”. Cambiemos terminó con el monopolio del peronismo y sus punteros en esa materia. Y no cede a la extorsión: el Polo Obrero acampó en la 9 de Julio por diez mil planes más y no se llevó nada porque no había más plata.

Para Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad, la tranquilid­ad actual obedece más a causas políticas que sociales: “Hemos logrado ilegitimar la violencia como forma de acción, y los grupos que estaban liderando eso comenzaron a entender que no ganaban y que tenían que pensar más en modo electoral”.

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