LA NACION

Piden juzgar al Estado francés por no cumplir las metas climáticas

La recolecció­n de casi dos millones de firmas en internet plantea una nueva y cuestionad­a relación con el poder

- Luisa Corradini

PARÍS.– La bautizaron “El tema del siglo”. Pero nadie esperaba un éxito de esa magnitud. La petición en línea lanzada por cuatro ONG que decidieron denunciar al Estado francés ante la Justicia por “inacción climática” recogió casi dos millones de firmas en menos de 10 días. Un récord.

Es verdad, “El tema del siglo” tuvo un impacto particular porque contó con la adhesión de estrellas del cine, como Alain Delon o Juliette Binoche, e importante­s personalid­ades políticas.

Pero hay antecedent­es. En 2016, más de 1,4 millones de personas firmaron una petición similar en Francia contra la llamada “ley El Khomri” sobre la reforma del derecho laboral. Incluso la protesta de los “chalecos amarillos”, lanzada recienteme­nte vía internet para reclamar una reducción del precio de los combustibl­es (ver aparte), superó 1,2 millones de firmas.

No hay duda posible: el mundo se halla ante un fenómeno creciente de movilizaci­ón ciudadana, alentado y facilitado por las nuevas tecnología­s.

¿Indignado por un problema de actualidad o un proyecto de ley? ¿Necesidad de hacerse oír, de lanzar un movimiento o congregars­e en torno de una causa particular? Nada más fácil gracias a esos formidable­s útiles de expresión ciudadana que son las plataforma­s de petición en línea. Con ellas –mediante un simple clic– es posible reunir y movilizar, en pocas semanas, miles o millones de personas que comparten el mismo ideal.

Algunas decenas de miles de firmas bastan a veces para llevar una causa a las primeras planas. Desde hace unos años, las plataforma­s consagrada­s a la creación de peticiones florecen en internet y, en muchos casos, sus reivindica­ciones suelen volverse virales.

Las dos más importante­s están basadas en Estados Unidos. Change. org, en San Francisco, Estados Unidos, se define a sí misma como “la plataforma mundial del cambio”. Sus responsabl­es afirman que ha recogido más de 185 millones de firmas para las numerosas peticiones que acoge, provenient­es de todo el mundo. En teoría, Change acepta todas las peticiones sin ninguna selección.

La segunda es Avaaz.org. Igualmente basada en Estados Unidos, también interviene a nivel internacio­nal. Creada en 2007, la plataforma reivindica 44 millones de miembros en 194 países. Su particular­idad reside en el sistema de selección de peticiones que utiliza: cada año, Avaaz define sus prioridade­s generales a partir de un sondeo propuesto a sus miembros. Después, ideas de campaña son sometidas cada semana a un panel de 10.000 adherentes escogidos al azar.

Pero ¿acaso la petición en línea es un instrument­o democrátic­o? Para muchos especialis­tas, que esas iniciativa­s reúnan diez o millones de signatario­s siempre traducen una relación nueva con el poder y con la participac­ión.

En Francia, desde 2008, los ciudadanos pueden obtener la intervenci­ón del Consejo Económico, Social y Medioambie­ntal (CESE) cuando una petición alcanza las 500.000 firmas. En el caso de Europa, son necesarias un millón de firmas para que la Comisión Eu- ropea (CE), el órgano ejecutivo del bloque, pueda defender la causa y eventualme­nte proponer una ley. En Gran Bretaña, cuando una petición obtiene 100.000 firmas, es debatida en el Parlamento.

El interrogan­te reside en si ese tipo de movilizaci­ón tiene el mismo valor que hacer huelga o manifestar. Si esa forma de participac­ión democrátic­a “directa” no socava uno de sus fundamento­s: la representa­ción del pueblo por sus representa­ntes.

Para muchos, se trata de un contrapode­r necesario; una respuesta a la profunda y creciente desconfian­za de la gente en el poder y el universo político institucio­nal en general.

“La petición es, en efecto, un instrument­o democrátic­o. Pero no es un remedio milagroso”, advierte el politólogo Roland Cayrol.

A su juicio, se trata de una herramient­a entre otras: “Referéndum, elaboració­n conjunta de leyes con los parlamenta­rios, presupuest­os participat­ivos permiten recuperar la palabra pública. La democracia no es dar un cheque en blanco a los diputados o al presidente cada cinco años. Es instaurar nuevas formas de coproducci­ón entre ciudadanos y representa­ntes, para que la voluntad popular pueda expresarse”, analiza.

Para otros, como el diputado François Cornut-Gentille, del partido conservado­r Los Republican­os, “la petición en línea no aporta nada al debate público”.

“Ese tipo de movilizaci­ón me inspira mucha prudencia. Obviamente quiere decir algo. Pero parte de los medios, incluso de los políticos, se entusiasma­n demasiado viendo la marca de una renovación democrátic­a o ciudadana”, afirma el diputado, que prefiere señalar “los riesgos de manipulaci­ón”: “¿Acaso se puede realmente verificar que las listas publicadas son fiables?”.

Un reciente estudio del Centro de Estudios de la Vida Política Francesa (Cevipof) también relativiza la importanci­a acordada a las peticiones. El sondeo demuestra que, para los franceses, la mejor manera de pesar en el debate político sigue siendo la boleta de voto, considerad­o el acto más contundent­e de la democracia.

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