Zonas francas que no despegan
Son una herramienta de impulso económico en muchos países, pero a nivel local se usan como meros depósitos; la falta de incentivos impositivos y la imposibilidad de vender lo allí producido en el mercado interno son algunas de las causas de su decadencia
la falta de incentivos impositivos y la imposibilidad de vender su producción en el mercado local hace que sean meros depósitos aduaneros
Las zonas francas son un instrumento de impulso económico muy aprovechado en casi todos los países de la región y varios de otros continentes, pero en la Argentina esa oportunidad se deja pasar. Si bien aquí hay 14, estas no cumplen sus objetivos, que son aumentar las exportaciones, atraer inversión extranjera directa, promover la apertura de las economías e impulsar el desarrollo regional.
Como herramienta de política para el desarrollo y el crecimiento orientado a la exportación, las zonas francas han proliferado en los últimos 40 años. Fueron ampliamente utilizadas en Asia y América Latina en los 70 y en las últimas dos décadas se han vuelto cada vez más comunes en África y en otras economías en desarrollo, según surge del informe “Zonas francas: otra oportunidad perdida en la Argentina”, elaborado por Estudio Ledesma.
La conclusión del trabajo mencionado es: la Argentina no logró utilizar correctamente el instrumento, aún a pesar de tener profundas necesidades en todos esos aspectos y una agenda de reformas estructurales largamente pospuestas como resultado de los costos políticos, sociales y hasta fiscales que las mismas implican. Tampoco capitalizó la experiencia internacional y regional.
¿Por qué no aprovecha la Argentina sus zonas francas? Gabriel Caamaño, economista de Estudio Ledesma, responde que, principalmente, porque el régimen es demasiado amarrete en los incentivos (en el mundo son más agresivos en cuanto a exenciones impositivas). “Además, no permite a los que trabajan en zonas francas adherirse a otros regímenes de promoción ni vender en el mercado interno, aún pagando el impuesto equivalente”, agrega.
Francisco Heredia, vicepresidente de la Cámara de Zonas Francas, opina que estas zonas no funcionan aquí porque no entregan ventajas a los usuarios. “Hoy es un costo adicional estar en una zona franca. El principal problema es que no se puede introducir al territorio aduanero general nada que se fabrique allí”, comenta.
La advertencia que surge del análisis de Estudio Ledesma es que se pierde terreno respecto de países vecinos justamente en aquellas ciudades de frontera. Estas se podrían beneficiar mucho si se les permitiera tener lo que se conoce como zonas francas con ventas al por menor o en tiendas minoristas.
En efecto, los especialistas en esta temática afirman que contar con una zona especial libre de impuestos posibilita captar al visitante extranjero ofreciendo precios atractivos a la vez de desalentar el cruce de locales que salen a la búsqueda de productos a mejor valor del otro lado, acción última que termina perjudicando al empleo y comercio local.
Los beneficios que reditúan las zonas francas están probados en otros países. Heredia enfatiza que cálculos hechos en Colombia, Costa Rica y República Dominicana indican que por cada dólar de exención el Estado recibe entre 3,5 y 6 veces, porque se genera mano de obra y consumo, y se reactivan las economías regionales.
Marcelo Leite, presidente de Buenos Aires Zona Franca La Plata, que tiene la concesión de esa zona franca desde 1996, señala que el problema a nivel local es que se trata de un régimen que nació viejo, porque de zonas francas, como se las conoce en el mundo, solo tiene la denominación. “Cuando este esquema se diseñó, se pensó en procesos productivos de exportación, pero después es criterio se restringió”, comenta.
Como todo lo nuevo, en el momento de su aprobación, el régimen representó una amenaza para muchos sectores, algo que motivó mucho lobby para que esta herramienta perdiera fuerza. “Cuando se sancionó, se prohibió volcar lo producido ahí en el mercado interno, con excepción de bienes de capital que no registraran antecedentes de producción en el territorio”, señala Leite.
Esa legislación tan restrictiva solo dejaba lugar para producir algo muy de nicho, que jamás vio la luz en estos 25 años. Es por esto que a las pymes que se radicaron ahí no les quedó otra que mirar hacia afuera, y lo hicieron hacia Brasil, que era lo más cercano y rentable. Pero justo en 1994, el Mercosur dispuso que las industrias radicadas en una zona franca perdían la preferencia arancelaria si exportaban a un país del bloque. “Esto las terminó de matar”, acota Leite.
Entre las cosas que habría que hacer para cambiar la situación actual están asignar una autoridad de aplicación del régimen específica a nivel del Poder Ejecutivo, flexibilizar las restricciones para la venta de la producción de la zona franca en el territorio aduanero general, redefinir los paquetes de incentivos tributarios y aduaneros, hacer más laxos los criterios de localización y expansión e incorporar actividades de servicios.
En este sentido, según Heredia, hay una luz de esperanza, si se aprueba alguno de los dos proyectos legislativos que buscan modificar la ley 24.331 de zonas francas. Los puntos principales de estas iniciativas son: 1) la mercadería resultante de actividades productivas podrá destinarse al Territorio Aduanero General; 2) dentro del ámbito de la zona franca, las obras, locaciones, ventas y prestaciones de servicios no estarán alcanzadas por el IVA; 3) eximición del pago de la tasa de estadística; 4) las provincias podrán eximir a los usuarios total o parcialmente de tributos e impuestos provinciales; 5) las contribuciones patronales a la seguridad social tendrán un porcentaje de disminución según su distancia al puerto de Buenos Aires, y 6) se habilita emisión de warrants sobre mercaderías depositadas en la zona franca.