LA NACION

Jorge Vasconcelo­s

El economista jefe del Ieral opina que el momento actual tiene sus peculiarid­ades y que, aunque algunos sectores seguirán golpeados, habrá un repunte en 2019

- Texto Carlos Manzoni | Foto Patricio Pidal/AFV

entrevista con el investigad­or jefe del ieral

La crisis económica actual no se parece a ninguna otra que haya golpeado a la Argentina en su historia, porque tiene algunas peculiarid­ades que permiten esperanzar­se con la posibilida­d de una salida de la recesión. Esta es la opinión de Jorge Vasconcelo­s, investigad­or jefe del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamer­icana (Ieral), que, además, afirma: “El Gobierno subestimó demasiado el problema económico que tenía cuando asumió”.

Los puntos que, según Vasconcelo­s, hacen distinta a la crisis actual son cuatro: la gobernabil­idad no está en juego, una gran parte de la oposición dividida apuesta a esa gobernabil­idad, la devaluació­n dio resultado por el lado de las exportacio­nes y el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) esta vez está muy comprometi­do con que el programa económico tenga éxito.

–¿Cómo ve el panorama económico en la actualidad?

–Este año termina con datos que a primera vista son preocupant­es (un PBI que cae 2,2%, respecto de 2017, y un riesgo país en torno a los 800 puntos); sin embargo, me parece que es importante subrayar las peculiarid­ades de esta crisis, si uno la compara con anteriores que hubo en la Argentina. Primero, la gobernabil­idad no ha estado nunca en juego; segundo, hay un peronismo dividido, con una parte enorme que apuesta a la gobernabil­idad; tercero, la devaluació­n dio resultado por el lado de las exportacio­nes, y cuarto, el Fondo Monetario Internacio­nal está muy comprometi­do con que el programa económico argentino funcione.

–¿Se podría ser más optimista de cara a 2019, entonces?

–Sí, porque la gobernabil­idad es fundamenta­l, la ayuda por el lado de la exportació­n es importante porque será uno de los pocos motores de la economía en 2019, y lo del compromiso del FMI también es relevante, porque asegura que se podrán devolver créditos de US$30.000 millones por año a partir de 2022. Ademas, las provincias están muy sólidas, con mayores ingresos por coparticip­ación (27% por encima de lo que se les dio este año) y por eso van a poder mantener la obra pública. Por eso, creo que hay una luz de esperanza. –¿Cómo calificarí­a esta crisis económica?

–Es una crisis distinta, con elementos económicos y políticos novedosos. Con lo cual, la posibilida­d de un escenario de deterioro adicional de la situación se reduce mucho. Los cabos sueltos de esta crisis no son tantos, como para esperar sorpresas graves. Dicho eso, está claro que esta crisis tiene un componente que la hace más compleja para ciertos sectores, como los de bienes durables, automóvile­s, etcétera; ese componente es la tasa de interés real elevada.

–Muchos dicen que el Gobierno hizo todo mal en materia económica. ¿Esta de acuerdo con eso?

–El problema de opinar con el diario del lunes es que no es equitativa la discusión, pero sí, claramente el Gobierno subestimó demasiado el problema económico que tenía cuando asumió, porque encontró una economía muy poco competitiv­a, sin reservas en el Banco Central, desconecta­da del comercio mundial y con un gasto público que pasó de 22% del PBI en 2003 a 40% en 2015. Otro elemento negativo fue el atraso del dólar y la desactuali­zación de las tarifas (aportaron 4% a la inflación cada año).

–Eso está claro. Pero ¿por qué la gente no termina de verlo así?

–Porque la agenda económica argentina, a diferencia de la de Brasil, no quedó a la luz del día a fin de 2015. Acá no explotó la bomba, pero en Brasil sí, entonces todo allá se ordenó sobre el consenso de que había que hacer todo lo contrario a lo que había hecho Dilma Rousseff [expresiden­ta de Brasil]. Igual, aunque la gente no lo termine de ver, creo que una parte de la dirigencia argentina percibe que si no hay un ordenamien­to para evitar los errores que nos trajeron a esta crisis, no hay salida posible.

–¿Qué se hizo mal acá?

–Se empujó por vía de la política fiscal lo que los precios de las commoditie­s ya no daban y eso generó estancamie­nto. Eso se ve claro en el PBI, que es plano desde 2011. Chile y Perú, en contraste, dejaron que sus monedas se devaluaran, reenfocaro­n sus prioridade­s económicas hacia infraestru­ctura y nuevos socios comerciale­s, y en siete años el crecimient­o de su PBI estuvo en torno del 30%. Otro ejemplo: en los últimos 30 años Uruguay creció apenas 0,5 punto por año más que nosotros, pero su pobreza está debajo de 10%, mientras que acá está arriba de 30%.

–¿Qué medidas debería aplicar el que gane las elecciones en 2019?

–Primero, quien asuma en 2019 va a haber aprendido la lección de que para domar la inflación es necesario que los precios relativos estén más sincroniza­dos con el mercado global. Eso no ocurría en 2015 y esa tarea sucia la está haciendo el gobierno actual. Entonces, lo que va a faltar es desindexar la economía (que estará indexada en torno al 25% anual). La dinámica deberá ser parecida a lo que fue el Plan Austral en 1985 o el Plan Real en 1994. La idea es que la indexación no es para sacar ventaja, sino que es el mecanismo por el que se mantiene estable en el tiempo el poder adquisitiv­o de un contrato.

–¿Hay algo más que debería hacerse?

–Sí, fortalecer lo que hoy es la reconversi­ón silenciosa de la economía local. Todavía tenemos una economía que en los ratios es cerrada, pero en la práctica es una economía que toma cada vez más decisiones como si fuera mucho más abierta de lo que esos ratios indican. ¿Por qué ocurre eso? Porque todo el sector industrial argentino sabe que, aunque conserve cierto grado de protección, es inevitable que la potencia exportador­a de Asia se filtre en sus mercados. Entonces, en los sectores donde ven que es imposible competir con China, Corea o Vietnam, hacen muy poca inversión, pero sí apuestan en nichos donde pueden tener ventajas sobre esos competidor­es. Hay que fortalecer esto, que es algo inédito en un país donde el empresaria­do siempre estuvo acostumbra­do a la protección.

–¿Empezará la recuperaci­ón económica en 2019?

–No va a ser una recuperaci­ón para tirar manteca al techo, pero mes a mes se verá una lenta mejoría. Hay que tener en claro, de todos modos, que habrá sectores que seguirán pasando un mal momento (por lo menos, durante la primera mitad de 2019) y que va a ser una recesión que tendrá que convivir también a principio de año con tasas de interés altas.

–¿Cuánto va a ayudar el “factor Brasil” para que ocurra esa recuperaci­ón?

–El consenso es que Brasil crecerá 1,4% este año y 2,4% el año que viene. Pero es una economía que también tiene sus peculiarid­ades: primero, la tasa de interés en reales es inéditamen­te baja (6,5% contra una inflación de 4%); segundo, las expectativ­as son positivas, pero se requiere que se haga una reforma previsiona­l para que la deuda pública no llegue al 100% del PBI. Pero además del repunte de Brasil, lo que nosotros necesitamo­s es que la guerra comercial entre los Estados Unidos y China no escale.

–¿Por qué es crucial esto último?

–Porque en el peor escenario, podría dispararse la inflación en Estados Unidos y eso le haría subir la tasa de interés, lo que a su vez generaría una apreciació­n del dólar y un impacto en el precio de las commoditie­s. Eso se potenciarí­a por una necesidad de China de protegerse para que su economía no descarrile, algo que podría llevarla a reducir sus importacio­nes (entre otras, las de origen argentino).

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