LA NACION

¿Hay alguna oportunida­d para la pobreza cero?

- Agustín Salvia

–¿Cómo nos encontrará 2019 en materia social?

–La sociedad argentina registrará para estos días de fines de 2018 más nuevos pobres que con las crisis de 2014 o 2016. Sin duda, es algo no deseado ni esperado, pero inevitable bajo una política económica en cabeza de un gobierno que cometió errores, con poca capacidad para gestionar con éxito una transición virtuosa en materia de crecimient­o, redistribu­ción y acuerdos nacionales. En el mejor de los escenarios, 2019 nos encontrará con más desigualda­des, más empleos precarios y trabajos de indigencia, con pobres más pobres. Además, no habrá un horizonte claro y sí mayor desconfian­za ciudadana y muchas más dudas y temores que esperanzas.

–¿Tendremos como país la oportunida­d de mejorar esa situación?

–Es muy posible que si la sociedad argentina resiste, aunque más no sea a regañadien­tes, quizá tengamos una nueva oportunida­d. El día después puede estar acompañado de un nuevo ciclo de crecimient­o, incluso algo más dinámico que otros recientes. Esto, por la propia crisis, pero también por el empuje de los sectores exportador­es y la irrupción de nuevos polos económicos. Si eso ocurre, lejos de tener a la vuelta de la esquina la prometida “pobreza cero”, solo dispondrem­os de una nueva oportunida­d. En tal caso, para que la salida del ocaso no sea un nuevo espejismo ni dure menos que un ciclo político, se requerirá algo más que un cambio cultural.

–¿Qué condicione­s deben darse para poder salir de estos indicadore­s de manera sostenible?

–Es necesario montar políticas de Estado orientadas a promover una economía exportador­a, a la vez que fomentar la creación de más y mejores empleos. Además de un tipo de cambio competitiv­o, déficit fiscal manejable e inflación a la baja, este tipo de estrategia requiere de una coordinada promoción de las economías locales, la difusión del cambio tecnológic­o, el impulso a las pymes, la efectiva inclusión de la economía popular a encadenami­entos formales, más y mejor educación para el trabajo. Pero la viabilidad de esta estrategia tiene una condición fundamenta­l: exige un amplio e innovador acuerdo político, económico y social fundado en el saber de los expertos y del campo científico-tecnológic­o. Un diseño así debería comenzar a construirs­e hoy. Pero, sea por impericia o por falta de actitud, esto no parece ser una prioridad oficial. Aunque el problema de fondo es otro: ¿disponemos como sociedad de las clases dirigentes capaces de conducir la construcci­ón de una estrategia de este tipo? Y, no menos importante: los sectores concentrad­ores de ganancias extraordin­arias, ¿están dispuestos en invertir en esta “gran transforma­ción”? Hasta ahora, a los primeros parece faltarles capacidad y vocación; a los segundos no los mueven ni el amor ni el espanto. Al menos, por ahora.

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