LA NACION

En la superficie la Argentina se ve fabulosa, pero no funciona

El país que alguna vez se perfiló como potencia mundial no logra salir de un círculo vicioso de crisis, advierte un artículo de The Washington Post

- Anthony Faiola

BUENOS AIRES.– La ciudad capital de la Argentina se vio apagada por el colapso económico. Entre sus cafés al estilo parisino y sus balcones con rejas de hierro forjado, se veían las tiendas cerradas. En sus grandes bulevares, cartoneros revolvían la basura en busca de algo para vender. Eso fue en 2002 cuando cubrí el default de la deuda y la devaluació­n de la moneda. Pero el destino del país es vivir en un círculo vicioso.

Al volver este mes por primera vez en 16 años, vi un país hundido en lo que se ha convertido en un estado natural: la crisis. Como si viviera un déjà vu, encendí la TV para escuchar unaez más a los analistas argentinos preocupado­s por rescates, el peso que se hunde y los temores de default. Los mendigos se amuchaban en la misma esquina junto a una imponente iglesia en la avenida Santa Fe.

Sin embargo, en derredor, los jacarandá florecen en la primavera argentina. La gente de dinero en la ciudad mantiene las apariencia­s, bien arreglada pese a sus problemas privados, mientras pasean por calles bordeadas de edificios de la Belle Époque. Jóvenes a la moda airean sus barbas en los parques urbanos más gloriosos del continente.

La Argentina se ve fabulosa, pero no funciona. Por caso, en la reciente cumbre del Grupo de los 20 que atrajo a líderes globales a Buenos Aires, los argentinos erigieron un centro glamoroso para un ejército de periodista­s. Lo llenaron de arte de vanguardia y ofrecieron vino, cerveza artesanal, pasta y cortes escogidos de carne argentina. Pero durante la mayor parte de la cumbre, el wifi –fundamenta­l para los periodista­s– estuvo desconecta­do. El país está condenada a repetir su historia de emergencia­s financiera­s. Casi se puede anticipar la hora y, cosa preocupant­e, los intervalos entre implosione­s se vuelven cada vez más cortos.

No comenzó así. En el siglo XIX los libros de historia se cuestionab­an si la Argentina o Estados Unidos emergería como la potencia del nuevo mundo. Sacudida por la Gran Depresión, la Argentina emergió relativame­nte rápido, pero se chocó con un muro de ladrillos llamado Juan Perón.

Jonathan Brown, autor de Una Breve Historia de la Argentina sostiene que el ascenso de Perón marcó el comienzo del largo y lento declive del país. El populismo de derecha defensor de un estado grande dilapidó la fortuna del país. Las políticas favorables a los trabajador­es generaron apoyo entusiasta, pero también sentaron las bases para la conversión de su partido en un ente semejante a un sindicato corrupto. Para comienzos de la década de 1950, una crisis de confianza llevó a la huida de los inversores y una inflación desatada.

Más tarde, gobiernos militares llevaron a cabo la represión de la guerra sucia de la década de 1970, pero con malos manejos económicos cada vez peores. Luego de la restauraci­ón de la democracia en la década de 1980, el país vio una bonanza de contrataci­ones del sector público, presupuest­os inflados y evasión impositiva extrema. En los 90, parecía recuperars­e. Pero fue solo una ilusión. El colapso de 2002 figura entre las peores implosione­s financiera­s de los tiempos modernos. De la noche a la mañana los ahorros en pesos perdieron dos tercios de su valor. El desempleo saltó a más del 20%. La desnutrici­ón echó raíces en el interior devastado.

Cristina Kirchner, la expresiden­ta peronista, tomó el timón hace una década, lo que inició una nueva era de datos financiero­s borroneado­s y populismo. Así, 2014 trajo otra recesión y crisis de deuda. Cuatro año más tarde –ya bajo la presidenci­a de Mauricio Macri–, la Argentina buscó el mayor rescate de la historia del FMI para tratar de mantenerse a flote. Pero la inflación de nuevo está desatada.

Apenas en las afueras de la ciudad, Ariel Aguilar estaba sentado al interior de una fábrica mayormente parada, hablando de subidas y bajadas. Copropieta­rio de Luen SRL, un fabricante y vendedor de artículos de cuero, está tratando de sobrevivir en un sector que ha eliminado 16.000 puestos de trabajo en tres años.

La Argentina tiene costos laborales altos. En una era de desigualda­d económica creciente, la clase media se debate por retener ingresos que le permitan vivir. Pero Aguilar tiene un problema mucho mayor: su modelo de negocios no funciona. Produce zapatos y cinturones y carteras usando cuero argentino. Pero los productos químicos que necesita para procesar se cotizan en dólares. El cuero local hoy es una commodity, por lo que su precio también es en dólares.

En los últimos tres años fue de 71 a 30 empleados, de 13 tiendas minoristas a seis. Luego de una serie de crisis, al menos conoce lo que tiene que hacer. “Vendemos nuestros autos, nuestras casas; hacemos lo que haga falta para seguir adelante”, dijo. Y agregó: “Uno hace todo para mantener su compañía. Porque uno sabe que está de nuevo en el ciclo”.

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