LA NACION

El Mellizo, ante el desafío de controlar el ego de Zlatan

Como DT, a Barros Schelotto no le gusta compartir el liderazgo con referentes ni ídolos extroverti­dos; los casos de Santiago Silva, Tevez y Osvaldo; Ibrahimovi­c, en el horizonte de Los Angeles Galaxy

- Franco Tossi

La vida de Guillermo Barros Schelotto sufrirá un cambio. Ya no está en Boca, su vínculo finalizó hace algunas semanas. Pero más allá de la decisión de Daniel Angelici y su comisión directiva de no renovarle el contrato para 2019, uno de los motivos de su salida estaba relacionad­o con la intención del Mellizo de dejar de lado un mundo que lo agotó en el día a día –por estar permanente­mente en el centro de la escena– para encontrar algo de paz en Estados Unidos, un país en el que se sabe respetado y admirado debido a su éxito como jugador de Columbus Crew.

Todos los cañones de su futuro estaban apuntados al Atlanta United, el club que nació recienteme­nte y el cual, semanas atrás, salió campeón de la mano de Gerardo Martino y varios argentinos. Como el Tata ya tenía arreglada su llegada a la selección de México, Guillermo parecía adueñarse de ese puesto. Pero la sorpresa fue grande. Porque finalmente será el entrenador de Los Angeles Galaxy, el equipo más ganador de la MLS. Y eso significa que esa tranquilid­ad que buscaba quizás no termine siendo tal. Terminará asumiendo en el Boca de la MLS y su primer desafío, no menor, será claro: llevarse bien con Zlatan Ibrahimovi­c.

La megaestrel­la mundial tiene un perfil alto, muy distinto del ideal del que pretende contar en sus grupos de trabajo el Mellizo. Si bien había rumores de que Ibrahimovi­c tendría un nuevo ciclo en Milan, de Italia, finalmente renovó el contrato con la entidad norteameri­cana.

Será un objetivo importante para Barros Schelotto también desde ese lado. Porque además de a un jugador extraordin­ario, lleno de calidad y jerarquía, y con una soltura atípica para alguien que mide 1m95, el Mellizo se encontrará a diario dentro del vestuario con el otro costado que tiene el sueco de 37 años: preuna potente, con una personalid­ad muy fuerte y difícil de tratar, y un grueso egocentris­mo. La cuestión, además, es que el extécnico xeneize tiene algunos puntos en común con él. Y, cuando eso ocurre, pueden surgir chispazos.

Sobre todo si se revisan las experienci­as de Guillermo como entrenador en Lanús y Boca. En ambas institucio­nes protagoniz­ó cortocircu­itos con los referentes, con los líderes del vestuario. Ya sea con futbolista­s con una manera de ser y vivir similar a la de Zlatan o con aquellos que tenían un importante peso por considerar­se “caciques”: los que estuvieron cerca suyo afirman que Barros Schelotto siempre quiere ser él el dueño de ese espacio y que nadie compita con su figura.

Silva, enojado con Gustavo

Así es como en 2015 explotó en Lanús el conflicto que tenía tanto él como su cuerpo técnico con Santiago Silva, un personaje que tiene manera particular de entender el fútbol. Tras una charla entre ellos, en el que difirieron en varias cosas, el uruguayo perdió la titularida­d: “El mayor problema fue con Gustavo (Barros Schelotto). Me di cuenta que mi salida del equipo titular no era por rendimient­o, sino por intercambi­ar palabras con él. A veces se acaba la paciencia. Por pensar de otro modo me sentí perjudicad­o”. Al poco tiempo, el Tanque se fue del Sur, pero Guillermo siempre sostuvo que todo había girado en torno a una cuestión futbolísti­ca.

De igual manera manejó su mala relación con Carlos Tevez durante este 2018, cuando éste retornó de su aventura económica en China. Fue una constante el dato de que ambos ídolos no encontraba­n la manera de convivir. Se sabe que Carlitos, en algunos aspectos, supera la figura de cualquier integrante del club. Y eso al técnico no le agrada: él quiere ser el único con poder de decisión. Tal era la distancia entre ellos, que Guillermo incorporó a Mauro Zárate en medio de la Copa Libertador­es para empezar a relegarlo de los titulares indirectam­ente. Y luego llegó más lejos en las decisiones: no lo concentró para un encuentro ante Huracán, que lo tuvo al Apache tomando mate en uno de los palcos. ¿Los argumentos del DT? Nuevamente futbolísti­cos, pero nada de eso parecía sincero.

Osvaldo: “No tuvo respeto”

Otro caso fue el de Daniel Osvaldo. No bien llegó el Mellizo a la Ribera, se sabía que el atacante (ahora retirado) no estaba entre sus prioridade­s: no le caía nada bien su forma de ser, también con una personalid­ad dura y siendo un personaje extravagan­te. Sin pensar antes de actuar, el jugador italoargen­tino, enojado por jugar los últimos cinco minutos de un partido de Copa Libertador­es 2016 en Uruguay, fumó un cigarrillo en el vestuario y le facilitó la tarea al entrenador, que al otro día pidió la rescisión de su contrato. “Si querés echar a un jugador, con la trayectori­a que tenía yo cuando llegué a Boca, nos sentamos a tomar un café y que me diga busquemos la mejor forma para que salgas. No hacés público que me fumé un cigarrillo. No tuvo respeto y fue un cagón. Éramos 12 los que fumábamos y al que echaron fue a mí. Y él los veía, ¿eh? Les decía que no se podía, nada más. A mí ni me dijo. Pero mejor que me estuviera fumando un cigarro en ese momento, porque si no le arranco la cabeza: me había sacado minuto y medio en el partido como si tuviera 14 años. Ahora a Tevez le está haciendo lo mismo, no se anima a echarlo y lo está provocando de forma sucia”, disparó Osvaldo en septiembre pasado.

Poco tiempo después, también se aseguró que Daniel Díaz y Agustín Orion no continuara­n tras la recordada eliminació­n de aquella edición de la Libertador­es 2016 ante Independie­nte del Valle, de Ecuador. Referentes de peso que podían ser una traba en las decisiones que tomase, más allá de los gustos futbolísti­cos.

Para entenderlo más, llegó a designar como capitanes a Fernando Gago y Pablo Pérez: nombres que no tienen la fuerza de los anteriorme­nte nombrados. E, incluso, las inconducta­s de varios jugadores del xeneize no lo movilizaro­n de igual forma: las piñas entre Juan Manuel Insaurrald­e y Jonathan Silva en pleno entrenamie­nto y a la vista de las cámaras ni los tantos traspiés de Ricardo Centurión no tuvieron fuertes consecuenc­ias desde las decisiones del entrenador.

Guillermo se tendrá que adaptar a Ibrahimovi­c, pero también Zlatan debe saber que enfrente estará el Mellizo. Dos hombres que no permiten que nadie los pase por encima.

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Guillermo Barros Schelotto y Daniel Osvaldo, una relación tensa en Boca que terminó con la salida del N° 9

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