LA NACION

Romina Manguel. “No necesito ni busco el escándalo”

Desde la radio y la televisión es una de las periodista­s más punzantes de la política; su vida y sus obsesiones

- | Fotos Hernán Zenteno Texto Fernanda Iglesias

Alos 15, cuando sus compañeras del colegio soñaban con su fiesta de cumpleaños, Romina Manguel trabajaba en una radio. Ya de chiquita era distinta: le gustaba leer. Jugaba a la biblioteca­ria y le costaba mucho conseguir amigas que quisieran ir a su casa, a ponerles números a los libros y armar fichas. “Era un bajón”, recuerda ella hoy, en su departamen­to de “recién separada”, mientras sus dos hijas fisgonean desde una prudente distancia. Es un mediodía de la última semana del año y en un ratito tiene que irse a hacer su programa de Radio Nacional, Va de vuelta. Ella está contenta porque logró seguir con su equipo completo, pero atenta a lo que pase con el resto de sus compañeros. Porque, si bien tiene otro trabajo en la tele (es columnista de Animales sueltos), lo que más le gusta es la radio.

–¿Es lo más importante?

–Sí, es lo que más disfruto, lo que me cuesta menos. La tele te obliga a estar todo el tiempo con la guardia alta y la radio es más relajada, es como estar en el living de tu casa. Jorge Lanata, que fue mi gran maestro, me enseñó eso. Es esa mesa de amigos de un bar adonde te querés acercar. Empezás a escuchar y te reís de algo que escuchás y nadie te habló a vos. Entonces te empezás a acercar, querés estar ahí... Esa cosa de equipo, de grupo, de clima, de inmediatez.

Viene de tapa Luego de iniciarse en un programa de Daniel Hadad, uno de sus grandes maestros en el periodismo fue Jorge Lanata. Luego llegó a las primeras líneas:

–Tardaste en pasar al frente, pero una vez que lo hiciste mostraste una personalid­ad fuerte.

–A mucho costo, eh, las mujeres batallamos todos los días. A los tipos no les pasa.

–¿Por qué lo decís?

–Siento que tengo que demostrar más que el resto. Tengo que revalidar el título todos los días. Tengo que justificar la silla en la que estoy, sea en lo de Lanata, en lo de Ari, en lo de Reynaldo... Siento que la mirada está más puesta en mí que en la de algún compañero que se puede equivocar más o menos. Eso me desgasta mucho. Yo no soy eso que muchas veces se ve en la tele o en la radio, a veces. El único lugar donde puedo estar tranquila es en el programa que hago en FM Millenium,

Confesión de parte. Una hora con un entrevista­do... es un placer. Ahora, el resto es una batalla todos los días. No sé si la exigencia es de afuera o es nuestra. A esta altura, la verdad, también me lo cuestiono. Yo hago radio y si estoy más gorda o más flaca... qué se yo.

–¿Te pesa lo que se diga de tu imagen?

–No sé. No le creo a nadie que dice que no le importa lo que digan los demás. Por supuesto que me importa y por supuesto que no me gustan las críticas sobre las que no podés responder.

–¿Cuáles son esas críticas?

–No las puedo ni reproducir. Hay una muy común que se les hace a las mujeres y no se les hace a los hombres... Pero ¿qué importa la cara que tengo?

–Todos tus maestros fueron hombres. ¿Hubo hombres que quizá no te valoraron por tu trabajo?

–Algunos, no hace mucho, me miraban con cara de “por qué no te vas a lavar los platos”. Lamento no haber laburado con Magdalena Ruiz Guiñazú. Se lo digo y se lo dije siempre. Me hubiese encantado tener a una mujer de referente. En este último tiempo, encontré en Ana Gerscherso­n a una mujer que quería una conducción de un programa periodísti­co y político hecho por una mujer, pero sin necesariam­ente tener una agenda de género. No es que porque somos mujeres tenemos que hablar solo de género. Yo quiero hablar de la interna del PJ, quiero hablar del balance del gobierno de Macri y no tengo que estar gritando yo soy mujer y entonces pienso que... ¡No! Y en Ana encontré una contención que estaba buena. Además, como ella es periodista, todo esto que todas vivimos lo vivió también. –Con todos, sí.

–¿Con Paluch también? Estuvo muy cuestionad­o.

–La verdad que sí. Me parece que no se pueden extrapolar las experienci­as y decir que como yo no tuve ningún problema con él, entonces no tuvo ningún problema con nadie. Es meterte en un camino complicado. Paluch fue muy generoso conmigo, me tuvo mucha paciencia. No tuve problemas personales con él, pero eso no significa que otras no lo hayan tenido. Es un tema en el que trato de ser muy cautelosa.

–¿Qué es lo que menos te gusta de vos?

–Que salto por todo, como periodista soy cuidadosa, cuido mis fuentes, las tengo hace muchos años... Pero a mí me echaron de todos los secundario­s porque saltaba por gente de la escuela que ni sabía el nombre y que nunca iba a saltar por mí. Porque a mí la injusticia me exaspera.

–Bueno, pero por eso sos periodista...

–Sí, sí, pero ¿viste cuando hay un conflicto en el grupo y viene el productor general y todos se quedan calladitos tomando café? Bueno, yo empiezo a hablar. Entonces, digo ¿por qué no me hago la tonta un rato? No está mal, está bueno. No son todas las batallas para mí.

–¿Te gustaría cambiar eso?

–¿A esta altura vos creés que se puede? Puede ser, esperar un poco más. A veces, en el afán de querer corregir porque sabés que un compañero está diciendo cualquier cosa parece que lo querés interrumpi­r.

–Se te ve agotada.

–Es mucha batalla. Yo no me puedo reivindica­r como feminista, ni mucho menos. La verdad es que no lo soy, es un camino que estoy aprendiend­o, de la mano de las mujeres más amorosas, inteligent­es y amigas que pude encontrar. Lo que sí me pregunto es: ¿por qué somos tan pocas mujeres conduciend­o? Hay, pero quiero que seamos más.

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Hernán zenteno “La batalla es mucha”, dice Manguel

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