Ni tanto que queme al santo
Los cruceros masivos no son para todo el mundo, pero también los hay de menos camarotes y pasajeros, para quienes los prefieran más íntimos. Resulta interesante leer un artículo que se hizo famoso en todo el mundo publicado originalmente en la revista Harper’s en 1995 por el escritor y periodista norteamericano David Foster Wallace, titulado A Supposedly Fun Thing I’ll Never Do Again (Algo supuestamente divertido que no volveré a hacer), donde describe sin piedad los ritos y ceremonias del barco al cual fue invitado. Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre, dice un dicho mexicano: muchas personas disfrutan de este tipo de viajes y al que se pase de cócteles y frivolidad a la larga o a la corta el mar lo hará sentir mal irremediablemente. Claro que al tiempo de estar en alta mar, en algunos casos surge la irresistible necesidad de desembarcar para pisar tierra firme. Las paradas estipuladas en los distintos puertos pueden cambiar de acuerdo a factores climáticos. El viaje inaugural del MSC Seaview canceló su parada en Búzios por mal tiempo y siguió hasta Río de Janeiro, donde después de un período de espera los pasajeros bajaron a tierra para pasear por el puerto reciclado con preciosos murales del artista urbano Kobra, tres museos imperdibles como el MAR (Museo de Arte de Río) o el Museo del Mañana, y por el bello centro histórico con iglesias antiguas y edificios art déco.