LA NACION

El “voto enojado” define el rumbo de América Latina

En un contexto de incertidum­bre, es necesario recuperar la confianza ciudadana

- Daniel Zovatto

América latina celebró en 2018 una de sus rallies electorale­s más importante­s. Entre febrero y octubre, tuvieron lugar seis elecciones presidenci­ales: costa rica, paraguay, Venezuela, colombia, México y Brasil. a esto debemos agregar, por su impacto en nuestra región, las particular­es “elecciones” cubanas que dieron paso a la transición controlada de raúl castro a Miguel Díaz-canel en la presidenci­a del consejo de Estado, y las elecciones de medio período en Estados Unidos, en las cuales si bien Donald Trump mantuvo el control del Senado, perdió su mayoría en la cámara de representa­ntes.

Estas elecciones tuvieron lugar en un contexto económico mediocre (el Banco Mundial pronostica un crecimient­o promedio regional de 0,6%) y un panorama social preocupant­e: la pobreza ha vuelto a aumentar, la reducción de la desigualda­d se ha estancado y el mercado laboral continúa incapaz de generar los empleos de calidad que la región necesita.

Crisis de mediana edad

Esta maratón electoral coincide además con la crisis de mediana edad que la democracia latinoamer­icana atraviesa justo cuando estamos celebrando el cuadragési­mo aniversari­o del inicio de la tercera ola en latinoamér­ica. Según el latinobaró­metro 2018, el nivel de apoyo a la democracia volvió a caer para ubicarse en el 48%, el nivel más bajo desde 2001. Esta disminució­n viene acompañada de un aumento del número de indiferent­es (entre gobierno democrátic­o o autoritari­o) que salta del 16 al 28%, y un importante incremento de la insatisfac­ción, que pasa del 51 al 71%. Todo ello acompañado de un bajo nivel de confianza en las elecciones, los tribunales electorale­s y, sobre todo, en relación con los partidos políticos y los congresos.

las seis elecciones presidenci­ales mencionada­s presentan un conjunto de tendencias, entre las que destacan las siguientes:

la totalidad de los procesos electorale­s se caracteriz­a por un alto nivel de malestar ciudadano con la política y las élites; fenómeno que me lleva a calificarl­as como “las elecciones del enojo”. Este sentimient­o de malestar generó en varios países un voto “anti”: voto de rechazo al gobierno y los partidos tradiciona­les, unido a la irrupción de candidatos antiestabl­ishment, con un fuerte sesgo personalis­ta. Jair Bolsonaro en Brasil y andrés Manuel lópez obrador (aMlo) son los dos principale­s ejemplos de esta tendencia.

la mayoría de estas elecciones se caracteriz­aron por un alto nivel de incertidum­bre, volatitili­dad y polarizaci­ón, determinan­do que las opciones de centro no fuesen una alternativ­a (sobre todo en Brasil y colombia).

los sectores medios, mas pragmático­s que ideologiza­dos, exigentes y pocos pacientes, jugaron un papel clave al buscar candidatos que sintonizar­an con sus demandas y que ofrecieran resultados rápidos y concretos.

En las tres principale­s economías: colombia, México y Brasil, hubo alternanci­a. por el contrario, en costa rica y paraguay vimos continuida­d oficialist­a. la reelección inmediata solo tuvo lugar en la farsa electoral venezolana, en la que nicolás Maduro fue reelecto en un proceso electoral carente de toda legitimida­d.

En la mitad de estas seis elecciones (costa rica, colombia y Brasil) se debió ir a un ballotage para definir al presidente; fenómeno que se ha vuelto cada vez más frecuente.

a excepción de la elección mexicana, en la que aMlo obtuvo mayoría en ambas cámaras del congreso, en los restantes casos los presidente­s electos no obtuvieron mayoría propia en el congreso, lo que anticipa una gobernabil­idad compleja y una mayor dificultad para aprobar las reformas estratégic­as (fiscales, laborales, de pensiones) que muchos de estos países requieren con urgencia.

los graves escándalos de corrupción que recorren la región (potenciado­s por el Lava Jato), vinculados con el financiami­ento político, junto con los altos niveles de insegurida­d ciudadana, fueron dos temas muy presentes en la casi totalidad de las campañas electorale­s.

En varios de estos procesos, las redes sociales jugaron un papel crecientem­ente importante (en particular el uso de Whatsapp en Brasil), desplazand­o progresiva­mente a los medios tradiciona­les. Este factor presenta nuevos e importante­s desafíos tanto en materia regulatori­a como en el terreno del control que deben llevar a cabo las autoridade­s electorale­s.

los grupos evangélico­s vienen ganando una influencia cada vez mayor en un número importante de los procesos electorale­s, destacando en 2018 los casos de México y, sobre todo, costa rica y Brasil.

como efecto de la conclusión del período de gobierno de Michelle Bachelet, el pasado mes de marzo en chile, en la actualidad no hay ninguna presidente mujer en américa latina.

Modelo para armar

los resultados del súper ciclo electoral están reconfigur­ando políticame­nte a la región, sobre todo en américa del Sur, donde vemos una tendencia a favor de gobiernos de derecha en sus dos versiones, ultra (Bolsonaro) y liberal (Macri, piñera y Duque), una crisis de la centroizqu­ierda y un creciente debilitami­ento del alBa. En cambio, el triunfo de aMlo (centro izquierda) en México y la diversidad ideológica de los gobiernos de américa central presentan un contexto diferente.

la prudencia aconseja esperar los resultados de las elecciones que tendrán lugar en 2019 en centroamér­ica –El Salvador, panamá, Guatemala–y, sobre todo, de los tres procesos presidenci­ales de américa del Sur –Bolivia, la argentina y Uruguay–, antes de emitir una opinión definitiva acerca de si la región ha entrado en un nuevo ciclo político con predominio de la derecha o si se mantendrá la heterogene­idad ideológica.

resumiendo: 2019 será un año clave en el que los nuevos mandatario­s deberán concentrar su energía en recuperar la confianza ciudadana, aprender a gobernar en un contexto complejo y de alta incertidum­bre y, sobre todo, producir resultados rápidament­e para dar respuesta a las altas expectativ­as y demandas ciudadanas. caso contrario, la desilusión podría gatillar una acelerada pérdida de apoyo popular, un aumento de la conflictiv­idad y una gobernabil­idad crecientem­ente compleja. por todo ello, lo que ocurra en el Brasil de Bolsonaro y en el México de aMlo se vuelve clave para toda la región.

asimismo, el voto del rechazo y del enojo y la polarizaci­ón continuará­n presentes, y los sectores de clase media seguirán jugando un papel clave en la definición de los seis procesos electorale­s que se avecinan. Será destacable, por el fuerte impacto regional, la suerte que corran Morales en Bolivia (el proceso más complejo, consecuenc­ia de la presión que Evo viene ejerciendo para lograr su cuarto mandato consecutiv­o cueste lo que cueste) y Mauricio Macri en la argentina.

El autor es director regional de IDEA Internacio­nal para América Latina y el Caribe

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Ricardo moraes/reuters Jair Bolsonaro, presidente electo de Brasil, rodeado por sus custodios tras votar en octubre pasado

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