Novela pop sobre proezas sexuales
Los títulos de los libros cumplen, como se sabe, diversidad de funciones. Están los que siembran intriga, los que plantan un elemento extraño que en adelante se irá resignificando, los que dialogan silenciosamente con el final de la historia, los que atomizan su sentido. Irvine Welsh (Leith, 1958), el celebrado autor de Trainspotting
(aquel sismo literario de veinte años atrás, potenciado por su adaptación cinematográfica), novela que narraba las idas y venidas de un grupo de heroinómanos, consigue en las 450 páginas de su última obra una síntesis notable. Un polvo en condiciones es un modo algo más elegante o singular de decir “un buen polvo”: y lo cierto es que la novela, más allá de su precisión nominal, cuenta casi exclusivamente eso: el anhelo o la necesidad constante de tener buen sexo, acaso con una envidiable fe en que alguien, a esta altura, pueda llegar a escandalizarse.
Welsh ubica a uno de sus antihéroes históricos, Juice Terry Lawson, en el centro de una suerte de satélite en el que los episodios sexuales se suceden sin pausa. Un polvo en condiciones es una montaña rusa a la que reclamarle verosimilitud sería absurdo –el protagonista merecería figurar en el Guinness–, pero que recuerda aquella falacia de que la canción perfecta debería estar completamente hecha de estribillos. El taxi que conduce Lawson es un imán para todas las mujeres desesperadas de Edimburgo, lo que podría ser entretenido si no se repitiera infinidad de veces, y también es la excusa para todos los lugares comunes que, por fortuna, solo se concentran en lo sexual.