LA NACION

Una familia americana donde todo es desmesura

- Carolina Esses PArA LA NACION

Eltemadela­familiadis­funcional dio mucho de lo mejor de la literatura norteameri­cana del siglo XX. Basta recordar a la familia Glass, de J.D. Salinger, o más recienteme­nte la familia Levov en

Pastoral Americana, de Philip roth, o a Jonathan Franzen y los Lambert, en esa gran obra que es Las Correccion­es.

Tierra madre, la última novela de Paul Theroux –autor prolífico cuyo libro más recordado tal vez sea La costa de

los mosquitos, llevado al cine en 1986 y protagoniz­ado por Harrison Ford–, busca hacerse un lugar en esta serie.

Definida por Theroux como autobiográ­fica, la novela narra el vínculo con su familia: seis hermanos dispuestos a devorarse unos a otros y una madre que, como aquel Kurtz despótico y salvaje de El corazón de

las tinieblas, se dedica a reinar sobre ellos. “Somos familia, dice la gente con una sonrisa confiada, y yo pienso: que Dios os ayude”, se explaya el narrador, Jay Justus. Sigue: “La expresión ‘familia numerosa’ no me sugiere un grupo de personas que se llevan bien: me hace pensar en extraños problemas corporativ­os, traiciones, avaricia y crueldad”. Justus –un escritor ya maduro que supo llevar una vida nómade y vivir de su literatura de viajes, como Theroux, famoso en ese género– cuenta su regreso a Cape Cod tras la muerte del padre. Allí se instala en una cabañita de alquiler cerca de su madre y sus hermanos para escribir la novela familiar: “Un relato sincero de la historia de mi familia, de mi larga experienci­a de viajero en la tierra madre.”

La novela recuerda esas comedias de humor negro –en cada celebració­n familiar se le guarda una silla vacía a Angela, la hermana muerta–, o esos shows de televisión estadounid­enses en los que los personajes entran y salen de escena, repitiendo siempre la misma matriz discursiva de malos entendidos y reconcilia­ciones. Como si se tratara de una calesita el lector ve girar, una y otra vez, aquí a las hermanas confabulad­oras; allá a Hubby, el hermano obeso o al sobrino inadaptado; aquí al hermano sarcástico; allá al padre, hombre esquivo y brazo ejecutor de la violencia de la madre.

Abundan los diálogos, las conversaci­ones telefónica­s que siempre se prestan a confusión y múltiples interpreta­ciones. Las hermanas Franny y rose leen permanente­mente dobles intencione­s en cada palabra que el narrador intercambi­a con la madre; Floyd, el poeta, no hace más que burlarse del resto a través de referencia­s literarias que solo entiende el narrador; se envían anónimos, se espía la casa de la madre, se destruye evidencia. Las interaccio­nes dentro de la familia, parece decir Theroux, siempre pueden leerse en clave policial. Y si no, habrá que buscar respuestas en la antropolog­ía: Justus habla de la familia numerosa en la que lo tocó crecer como de una tribu en extinción, “furiosa y aislada, en guerra consigo mismo”, una familia “demasiado torpe para prosperar, demasiado monstruosa para contemplar­se, un fenómeno grotesco”. Un grupo endogámico y primitivo en el que cualquier intruso –una novia, un hijo dado en adopción con el que se reencuentr­a años después– es visto como una amenaza que hay que destruir rápidament­e.

Tierra madre es una novela desmesurad­a y, en cierta medida, extraña. Por la extensión y por cierto capricho personal.¿Seiscienta­spáginasco­nlos pormenores de la vida familiar, con los chismes, con las peleas y las reconcilia­ciones? Para quien desea contarlo todo dentro de la tradición realista, bien puede no haber medida: “… sabía que la sinceridad de mi relato debilitarí­a cualquier otro intento de contar mi historia”, dice Justus. “Cuando la terminara, ya no habría más secretos y no quedaría nada por decir. La verdad de mi narración dejaría fuera de juego a todos los demás.” Pasadas las primeras doscientas páginas el lamento de Justus empieza a volverse repetitivo, pero hay algo lisérgico en el relato que impulsa al lector adelante. Quizá sea que esa madre de la que nunca se dice el nombre propio tiene algo de todas las madres, esa infancia algo de todas las infancias. O del experiment­o que es siempre toda familia: un grupo de personas unidas por el más azaroso de los vínculos.

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Tierra madre Paul Theroux Alfaguara Trad.: Mariano Peyrou666 páginas $ 299

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