EL ARTE DE LA PROVOCACIÓN LLEGA A LA ORILLA DEL MAR
En el Museo de Arte Contemporáneo de Mar del Plata, la artista presenta, siempre con su sello propio y extravagante, una instalación, dibujos y un inesperado homenaje a El Bosco
MAR DEL PLATA.– Da su última recorrida previa a la inauguración y aporta otro ajuste a su obra. “Qué buen pino este; acá hay mucho verde, pero suma más este verde de verdad”, dice mientras toma una rama, la quiebra en cuatro y funde su vivo color y texturas con las de las enormes imágenes que delimitan su instalación Pardés, holgada pero siempre impactante, en una de las salas de la planta alta del Museo de Arte Contemporáneo (MAR), donde la rosarina Nicola Costantino exhibe desde anoche algunas de sus últimas y mejores creaciones. Y promete sorprender más con Abisal, escala final y deslumbrante con una figura que parece escapada de profundidades marinas y brilla en una sala oscura donde la artista también se permitió jugar con pequeñas luces y espejos.
Con ellas trajo El verdadero jardín nunca es verde, otra pieza de su autoría que tuvo un paso más que reconocido por el CCK porteño y ahora, en el inicio de temporada, queda al alcance de marplatenses y decenas de miles de turistas que aquí visitan en esta época la sala de Félix U. Camet y López de Gomara, casi avenida Constitución.
La muestra titulada “Real absoluta” se abrirá al público a partir de hoy, a las 10. Anoche tuvo la apertura con invitados especiales y funcionarios a los que Costantino guio en el recorrido para contarles detalles de su creación, recursos, materiales utilizados y, por sobre todo, también recoger las sensaciones que generan sus trabajos. Junto a esta producción del Ministerio de Gestión Cultural bonaerense también quedaron habilitadas al público “Naturaleza muerta”, del colectivo artístico DOMA y exhibida también en el primer piso. Y “#WhatsUpArgentina. Mi casa tu casa”, de Daniel González.
Costantino resalta pronto el impacto que le generaron la infraestructura y los espacios del MAR y lo ideal que resulta para sus instalaciones. “Es soñado para mis obras”, dice. Coteja con otras salas donde montó El verdadero jardín nunca es verde, con una referencia directa a El jardín de las delicias, de El Bosco,
que siempre la deslumbró. Entonces dispuso aquellos andróginos a los que, por ejemplo, les superpuso otra obra suya, con cogotes de pollo y hocico de cerdo de un hombre. En el centro, su propia fuente de la vida: “Mi idea es presentarla como que no la inventó o imaginó El Bosco, sino que existía y la descubrimos ahora, como algo arqueológico”, explica. En los entornos de aquel jardín plasmó un desierto a partir del Valle de la Luna, escasean los hombres, abundan escenas arquetípicas femeninas y la sangre de la faena del cerdo muta en frutas y verduras rojas, con un mensaje de cambios en el consumo.
A su Pardés le sumó aportes en sus extremos, ambas absolutas novedades para quienes conocen muy bien su obra. Se decidió a hacer dibujo y pintura, algo que casi nunca había hecho, al menos para exponer en público. “Era solo para bocetos”, describe. Pero por fin expuso sus trazos puros, que en el resultado ve como una obra muy cargada, pero que le luce más que interesante. Ese collage lo reconoce como un experimento. También los árboles que en la pared están pintados, pero lucen también en pie, como creaciones en impresora 3D, revestidos por seda natural de viejos vestidos de novia que compró por internet.
Después el fantástico viaje por la instalación original, que abriga y envuelve desde las gigantografías que se confunden en el límite con las cortezas, ramas y más recursos naturales para generar este bosque que huele a pino.
“Se funde el espacio con la imagen”, resalta como objetivo logrado y enseguida recuerda su vocación de conectar nuevas obras con otras anteriores. “Trato de innovar y a la vez insistir en otras cosas”, explica sobre la intención que tiene como artista para llegar al público. Y repite que cada uno de esos recursos tiene un sentido de ser y estar. Las aves que aparecen en fotos, por ejemplo, son las de su primera obra con animales momificados envasados al vacío, técnica que aprendió en cursos de taxidermia. Lo mismo que sus muy reconocidos “Chanchosbolas”.
Pardés, cuenta, es un paraíso que se contrapone al desierto de El verdadero jardín… Un bosque bien verde que se relaciona con lo que la humanidad consume. Ella ubica a sus andróginos sirviendo una suerte de sopas de distintos sabores. Melón y palta, pepino y albahaca, leche de coco con cilantro… Exquisiteces a su criterio que se sirven en burbujas que lucen brillantes. El 1° de febrero, por única vez, esas tulipas y aquellas combinaciones vegetales se servirán al público para que se involucren con la obra también desde los sabores. Avisa que esa noche sus andróginos estarán personalizados, sirviendo copas.
El fin de recorrido es con aires de océano e inicio de un mar de emociones. Inspirada en la reciente confirmación de vida en la fosa de las Marianas. Abisal recrea algo de aquello que existe a más de 11 kilómetros de profundidad. A su criatura la diseñó a partir de dibujos del biólogo alemán Ernst Haeckel y la encerró en un clima de infinito. Las luminarias que nacen en un espejo superior y se reflejan en otro sobre el piso las hizo en resina a partir de moldes que tomó sobre huevos de codorniz. “Como espermatozoides, que van y vienen”. Desierto, bosque y, aquí, océano. El particular viaje que propone el arte de Costantino, con acceso libre y abierto a todo público.