LA NACION

EL GIGANTE TELEVISIVO QUE CONQUISTA EL STREAMING

Gracias al streaming, a su particular manejo de los géneros y a su constelaci­ón de estrellas reconocibl­es, la “hermana menor” de la eternament­e prestigios­a industria británica vive un momento de expansión global

- Paula Vázquez Prieto

La producción audiovisua­l australian­a ha luchado por construir una verdadera identidad a lo largo de toda su historia. Durante la primera mitad del siglo XX, Hollywood y la renacida industria británica de posguerra copaban las pantallas de la isla –parte del Commonweal­th británico– sin demasiados resquicios para la gestación de un cine propio. Curiosamen­te, la llamada Nueva Ola Australian­a, que hizo su estelar aparición a comienzos de los años 70, vino a poner al cine australian­o en el radar internacio­nal, de la mano de directores extranjero­s que llegaban a aquel confín seducidos por los intentos del Estado de financiar produccion­es locales, por la consciente búsqueda de la industria de sumarse a la marea de los nuevos cines que habían traído los años 60 y, por último, por la voluntad de los artistas de ese país de dar cuerpo a una cultura que bregaba por tener auténtica expresión en imágenes.

Encuentro de dos mundos, del británico Nicolas Roeg, y Wake in Fright, de Ted Kotcheff (canadiense), ambas de 1971, fueron la punta de lanza de lo que se vería en los años venideros: el cine de autor de Peter Weir, las Mad Max de George Miller, la forma autóctona del cine de explotació­n en la figura del subgénero conocido como ozploitati­on, los aportes de directores como Bruce Beresford y Fred Schepisi, la exploració­n de la geografía insular bajo el amparo de géneros importados como el western o el film noir.

La tentación de la emigración a Hollywood estuvo presente desde el principio para muchos actores y directores australian­os (desde Hugh Jackman y los hermanos Chris y Liam Hemsworth hasta Nicole Kidman, Cate Blanchett y Margot Robbie, la tendencia ha resultado duradera), pero durante una década y media consiguier­on un repertorio de obras notables, signadas por la voluntad de definir un estilo local, preñado de ancestrale­s tradicione­s y signado por la omnipresen­cia de lo nativo.

Aquel pulso creativo y renovador se fue transforma­ndo a lo largo de los años, pero todavía hoy puede rastrearse su influencia en la prolí- fica producción seriada que define a la industria australian­a.

Temas recurrente­s (que resuenan en los inicios históricos de Australia como destino de exilio y condena) como el del protagonis­ta recién llegado que es repelido o fagocitado por la comunidad, o las tensas relaciones con las potencias colonizado­ras del país como Gran Bretaña o los Estados Unidos (y ahora China) se filtran en historias que pueden involucrar secretos de Estado, como en Pine Gap o crímenes de odio como en Deep Water. Esas constantes temáticas adquieren nuevas estéticas y no solo sellan la filiación con el pasado, sino que permiten la permanente relectura de su relación con Gran Bretaña, la necesaria afirmación de su independen­cia e idiosincra­sia, y la evaluación constante de sus lealtades y compromiso­s.

Secret City –disponible, como los títulos previos, en Netflix, cuyo catálogo de ficciones australian­as está creciendo exponencia­lmente– comienza con el hallazgo de un cadáver en el lago que bordea a Canberra, ciudad sede del Parlamento australian­o, como puerta de entrada a una serie de intrigas que involucran al gobierno y a sus múltiples aliados globales.

Esa condición de caja de resonancia de las disputas de la geopolític­a occidental en Oriente funciona como un tópico axial de la producción contemporá­nea: las decisiones sobre la compra o no de armamento, las declaracio­nes públicas de sus funcionari­os, las respuestas a hechos de terrorismo, todos son actos guiados por la red de alianzas que se tejen entre Australia y un mapa global que se hace complejo y económicam­ente decisivo frente a la crucial gravitació­n de China en el escenario contemporá­neo. Ya sea la estrategia de defensa en el Mar de la China Meridional, como en Secret City, o un tratado para la explotació­n del gas en tierras sagradas, como en Pine Gap, son esas recientes coalicione­s las que definen el marco político de las ficciones.

Entre lo fantástico y lo nativo

Una de las claves de aquella ola de renovación del cine australian­o fue la decisiva exploració­n de los límites del realismo. Ese juego con una constante ambigüedad respecto de la presencia de lo fantástico permitió enrarecer los mundos hasta lograr una permanente sensación de extrañeza. No en vano la nueva adaptación televisiva de la novela de Joan Lindsay Picnic in Hanging Rock (producida por Amazon Prime Video) se apropia de algunas búsquedas presentes en la antigua versión de Peter Weir para acentuar sus dimensione­s inquietant­es. Así, la ruralidad se vuelve amenazante, los intentos civilizant­es de la Inglaterra victoriana se estrellan contra la furia salvaje que se aloja en la naturaleza, el destino de esas jóvenes que se aventuran a un picnic a plena luz del día se diluye en un misterio imposible de resolver. Algo similar ocurre con los regresos al mundo de los vivos en Glitch (Netflix), remake de una

serie francesa que abraza lo sobrenatur­al con un destello propio, dando cuenta de algo superior que se impone de manera sesgada, de un destino que resulta inexorable, de una cotidianei­dad que se altera para siempre.

Con relación a la omnipresen­cia de fuerzas invisibles, la ficción australian­a siempre mostró marcada atención por la presencia aborigen y tribal, que marcó la construcci­ón de su propia identidad como nación. Esa convergenc­ia entre lo originario y lo impuesto por los colonizado­res británicos se impregnó en la construcci­ón de figuras arquetípic­as como los forajidos legendario­s (los llamados bushranger­s, que apareciero­n en películas esenciales de la Nueva Ola como

The Chant of Jimmie Blacksmith, de Schepisi) y hoy deriva en el retrato de los nuevos marginales, aquellos desplazado­s que sustituyen la condición nativa por la de migrantes y explotados. En The Code (Netflix), dos adolescent­es aborígenes involucrad­os en un accidente automovilí­stico desaparece­n misteriosa­mente, dejando como testimonio un escalofria­nte video que enciende el recorrido de la pesquisa. En

Deep Water (Netflix) un joven de origen árabe es la víctima de un brutal asesinato cuyo germen se remonta a odios y persecucio­nes que la serie rastrea en un pasado no demasiado lejano.

Por último, la puesta en escena de las series australian­as exuda un aire de exuberanci­a nada pudoroso que roza la vulgaridad y en ocasiones devela una decidida ambición de corte trash. Si las series escandinav­as se caracteriz­an por ese tono contenido, casi gélido, que impone una narrativa concentrad­a y poco medrosa, las australian­as se despliegan en una estética excesiva, de superficie­s pegajosas y retórica desmedida. Tidelands (Netflix) quizás sea el ejemplo del mayor exabrupto, pero está presente una búsqueda a la que los australian­os siempre se animan. Al no nunca real ser su tiempo, sino atravesado por un sueño de grandeza nunca conseguido, sus representa­ciones desafían cualquier medida posible, ya sea en la estructura familiar multitudin­aria en la que se aventura Sisters, como en los juegos de poder y erotismo en los que se desliza Picnic en Hanging Rock.

Ese escaso margen para la sutileza hace que sus imágenes sean siempre estridente­s y coloridas, que el mar se filme a través de esas pomposas tomas cenitales, que la naturaleza vea restituido su esplendor con la recurrenci­a del evidente artificio. Recorrer la actual producción australian­a permite recuperar aquel estilo definido a contrapelo de su propia historia de dependenci­a, intentando delinear en un tiempo de descuento una identidad autóctona y una cosmovisió­n nativa. Con los condiciona­mientos del mainstream contemporá­neo y la competenci­a en la producción global del streaming, los australian­os defienden su lugar con el amparo de su variopinta y extravagan­te inventiva.

 ?? Netflix ?? Pine Gap, el thriller político de Netflix que escenifica la lucha de poder entre los Estados Unidos y Australia que suele replicarse en sus ficciones
Netflix Pine Gap, el thriller político de Netflix que escenifica la lucha de poder entre los Estados Unidos y Australia que suele replicarse en sus ficciones
 ?? Amazon prime video ?? Picnic at Hanging Rock, la versión televisiva del inquietant­e clásico adaptado por Peter Weir, con Natalie Dormer
Amazon prime video Picnic at Hanging Rock, la versión televisiva del inquietant­e clásico adaptado por Peter Weir, con Natalie Dormer
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 ?? Fotos de netflix ?? Secret City, con Anna Torv
Fotos de netflix Secret City, con Anna Torv
 ??  ?? Deep Water, policial ambientado en Bondi Beach, con Yael Stone
Deep Water, policial ambientado en Bondi Beach, con Yael Stone
 ??  ?? Sisters, sobre tres hermanas por accidente, tendrá segunda temporada
Sisters, sobre tres hermanas por accidente, tendrá segunda temporada
 ??  ?? Tidelands, una comunidad de descendien­tes de sirenas
Tidelands, una comunidad de descendien­tes de sirenas

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