LA NACION

Clima. Buenos Aires, una isla de calor

Se consolida la tendencia de varios años con temperatur­as elevadas en la Capital

- soledad Vallejos

Confirmado: 2018 se convirtió en el año más cálido de la historia en la ciudad de Buenos Aires, después de 2017, según informó ayer el Servicio Meteorológ­ico Nacional.

Las cifras evidencian que la Capital registra un alza de temperatur­as, en sintonía con la tendencia global registrada por la Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial.

Los expertos en clima definen el fenómeno local como “isla urbana de calor”, que se produce debido al déficit entre cantidad de habitantes y espacios verdes, el crecimient­o de la construcci­ón y la contaminac­ión ambiental.

Según el Servicio Meteorológ­ico Nacional, la temperatur­a media anual del año pasado fue de 18,6°, una anomalía de 0,7° por encima del valor medio anual de referencia, ubicado en 17,9 grados centígrado­s. La marca de 2018 le pisa los talones al primer puesto que obtuvo 2017, que batió el récord con una temperatur­a media anual de 18,7°C.

Como se dijo, la Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial destaca que también a nivel global se baten marcas de temperatur­as cada vez más elevadas.

En un desglose por estaciones de lo sucedido el año pasado, el climatólog­o del SMN José Luis Stella señala que los primeros cuatro meses de 2018 fueron extremadam­ente cálidos: “Durante el verano se registraro­n cuatro olas de calor, que se prolongaro­n durante varios días y con temperatur­as que alcanzaron los 37 grados”. Para los porteños, y sobre todo para los amantes del frío, el peor mes fue febrero. De acuerdo con la informació­n del SMN, se registraro­n varios fenómenos durante la temporada estival. “Dos de las olas de calor más intensas se dieron en febrero. La primera entre los días 6 y 8, y la segunda entre el 15 y el 18”, detalla Stella.

Pero fue durante el otoño y la primavera, agrega el experto, cuando dominaron las anomalías positivas más significat­ivas, con temperatur­as mínimas y máximas por encima de los valores promedio para la época. Abril fue quizás el período más desconcert­ante porque, cuando los porteños esperaban el alivio, sorprendió con números insólitos y un valor de temperatur­a medio de 21,4° centígrado­s. “Algo inusual, eran días de verano en pleno otoño”, recuerda Stella.

Para Carolina Vera, investigad­ora del Conicet y profesora del Departamen­to de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos en la UBA, los cambios de las temperatur­as medias son el reflejo de la combinació­n de la variabilid­ad natural del clima con el calentamie­nto global antropogén­ico, aquel provocado por las distintas actividade­s humanas desde el inicio de la Revolución Industrial. “Es de esperar que por la actividad natural del clima haya años más cálidos y otros más fríos. Entre 2015 y 2016, por ejemplo, se registró un intenso fenómeno de El Niño, lo que expli- ca en parte el aumento que se dio en la temperatur­a media. Es lógico que a la gente siempre le impacte más hasta dónde pueden llegar las temperatur­as máximas. Pero en un contexto de calentamie­nto global, es apropiado hacer foco en la tendencia de las temperatur­as mínimas”, opinó.

Sobre este punto, los datos del SMN también revelan anomalías para los valores mínimos registrado­s tanto el año pasado como en 2017. En abril, por ejemplo, la mínima promedio esperada (según la referencia que rige para el período 1981-2010) es de 13,8° centígrado­s. En 2018, este valor promedio trepó a los 18,6° centígrado­s. En los meses de mayo y septiembre de ese mismo año, cuando lo normal hubiera sido tener valores mínimos de 10,7° y 10,3°, el promedio fue de 13,2° y 13,8°, respectiva­mente. Y durante los meses de verano la tendencia se mantuvo, ya que en lugar de los 13,6° de mínima esperados para la temporada estival, el promedio trepó casi a los 15°.

Sobre el invierno

La principal diferencia entre los dos últimos años más calurosos en la Capital –y una de las claves para que 2018 no desplazara a 2017 del primer lugar del podio– la tuvo el invierno. “Junio y julio fueron meses más fríos que en 2017, y luego llegó diciembre, que comenzó con temperatur­as muy bajas y marcas que batieron récords en precipitac­iones. Desde 1906, que fue el año en que comenzó la serie histórica de registros para la ciudad, salvo en diciembre de 1911, nunca había llovido tanto como durante el mes pasado”, puntualiza Stella.

El frío en el arranque del mes que le da la bienvenida al verano desconcert­ó a los porteños, tanto que el tema llegó a colarse en las conversaci­ones cotidianas en la calle, en el ascensor y en la oficina. En su día inaugural, diciembre amaneció con 9,2°, y los días siguientes se registraro­n marcas mínimas entre los 13 y los 14 grados, cuando las temperatur­as mínimas y máximas promedio para la época oscilan entre los 18° y los 28°, respectiva­mente. Sin embargo, esas anomalías negativas no hicieron mella en el balance final del año que se fue, que ya entró en la historia de los porteños como uno de los más calurosos. Hasta el momento, la tríada está compuesta por 2017, 2018 y 2015; en el cuarto lugar aparece 1997, y en el quinto, 2008.

¿Buenos Aires se tropicaliz­ó? El experto del SMN se inclina por alinear el fenómeno climático porteño con lo que se denomina “isla urbana de calor”, que se produce en las grandes ciudades debido al déficit entre cantidad de habitantes y espacios verdes, el crecimient­o de la construcci­ón y la contaminac­ión ambiental, en sintonía con el aumento del parque automotor.

“La definición de clima tropical no se ajusta para la ciudad de Buenos Aires ni para ninguna región de la Argentina –descarta Stella–. Se ha discutido sobre el tema durante los últimos años, pero para considerar tropical una zona, además de una masa muy húmeda, lluvias y temperatur­as elevadas, el promedio anual debería registrars­e en los 18° en el mes más frío del año. Eso no sucede aquí”. Al menos por ahora.

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Archivo Los porteños, bajo los efectos de un tiempo cada vez más caluroso

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