LA NACION

Pelosi retoma el poder en la Cámara baja para frenar las políticas de Trump

La mujer más poderosa del país y referente demócrata afirma que respeta la investidur­a, pero no al hombre que ocupa la Casa Blanca

- MIKE DEBONIS Traducción de Jaime Arrambide

WASHINGTON.– La representa­nte demócrata Nancy Pelosi recuperó ayer la presidenci­a de la Cámara baja de Estados Unidos y consolidó su lugar como la mujer más poderosa de la política norteameri­cana.

Es un cargo que ya ocupó, pero ahora es la principal adversaria de Donald Trump y enfrentará un desafío inédito: equilibrar su respeto por la investidur­a presidenci­al con su apenas disimulado desprecio por el hombre que ocupa el cargo.

“Respeto el cargo que ocupa y las agencias de gobierno que maneja; de hecho, visto y consideran­do los funcionari­os que ha elegido al mando de esas agencias, creo que las respeto más que él”, dijo Pelosi.

Ese dilema ya ha afectado las negociacio­nes para poner fin al cierre parcial del gobierno, que ya lleva casi dos semanas, por el pedido de fondos que hizo el presidente para construir el muro fronterizo, y ciertament­e también definirá las relaciones de Pelosi con Trump en esta nueva era de gobierno dividido.

Se abre así un capítulo impredecib­le en la carrera de Pelosi, que tiene 78 años, fue la primera mujer en ocupar la presidenci­a de la Cámara baja y ahora vuelve al cargo después de ocho años.

El 11 de este mes, cuando ingresó en el Salón Oval para reunirse con Trump y con el presidente de la bancada demócrata en el Senado, Charles Schumer, Pelosi tenía una frase en la cabeza que planeaba usar en privado: “Cierre de Trump”. No sabía que iba a decir esa frase frente a las cámaras. El mundo pudo ver cómo Trump la interrumpí­a cuando pronunció esas palabras en el arranque de un feroz intercambi­o: “¿Acaba de decir ‘Trump’?”, le retrucó el presidente.

“Lo que observé en ese circo del Salón Oval fue a alguien que realmente se esforzaba por respetar la institució­n presidenci­al a pesar de su total desprecio por la persona del presidente”, dice Jim Manley, exasesor de quien fuera líder de la bancada mayoritari­a en el Senado cuando Pelosi presidía la Cámara baja, el senador demócrata Larry Reid. “Pelosi es lo suficiente­mente viva como para no desbarranc­ar, pero uno sabe que va a buscar la forma de pinchar a este tipo”.

Poco después de abandonar la reunión, Pelosi dijo que el muro fronterizo “parece ser como un tema de masculinid­ad” para Trump, un comentario aparenteme­nte calibrado para irritar al presidente.

Trump, por su parte, viene pinchando a Pelosi mientras se ocupa de manifestar que la respeta. “Me cae bien. ¿Pueden creerlo? Me cae bien Nancy Pelosi. Quiero decir, es dura y es inteligent­e”, dijo Trump después de las elecciones de mitad de mandato.

Así y todo, Pelosi habla casi mecánicame­nte de su deseo de trabajar en tándem con Trump en temas de mutuo interés, y de que buscará “iluminar el camino” y “extender la mano de la amistad”.

A Pelosi suele costarle disimular su desdén, que a veces se manifiesta por elevación, como cuando destaca efusivamen­te la personalid­ad de George W. Bush o cuando cita el discurso de despedida de Ronald Reagan en 1989, donde dijo que Estados Unidos debía abrirse “a todos los que tuvieran la voluntad y el coraje de venir a nuestro país”.

Pelosi niega que haya pinchado a Trump cuando dijo que el muro era una cuestión de “virilidad” para el presidente. “No creo que le preocupe en absoluto. Lo que le gusta es la publicidad, y le da lo mismo que sea buena o que sea mala, ¿o no?”, dice Pelosi. “Son cosas de tipos”.

El miércoles, Pelosi volvió a la Casa Blanca, pero a puertas cerradas. Declaró que los demócratas votarían la reapertura del gobierno sin financiar el muro, en base a la legislació­n de los republican­os, una movida pensada para aislar a Trump y dividir a su partido.

Las habilidade­s políticas de Pelosi son elogiadas por amigos, familiares y enemigos por igual, incluso por sus correligio­narios que la presionaro­n para que diera un paso al costado para permitir un recambio generacion­al. “Te corta la cabeza y ni te das cuenta que estás sangrando”, dijo su hija Alexandra.

En cuanto a los consejos que recibió para tratar con Trump, Pelosi insiste en que solo sigue el suyo, y parafrasea un párrafo de una encíclica papal de hace 57 años. “Observo, juzgo y actúo: eso lo aprendí del Papa”, dice Pelosi.

A pesar de su imagen de partidaria del progresism­o, Pelosi tiene una larga historia de colaboraci­ón productiva con los republican­os: primero, como joven legislador­a integrante de las comisiones bipartidar­ias de Apropiacio­nes y de Inteligenc­ia de la Cámara baja, y más tarde durante sus dos primeros años como presidenta de la Cámara, cuando lidió con Bush.

Aligualque­Trump,porentonce­s Bush tenía bajos índices de aprobación e inspiraba hostilidad en el electorado demócrata. Y si bien Pelosi se oponía a la Guerra de Irak, nunca se la escuchó poner en duda la hombría de Bush ni cuestionar otro aspecto de su carácter.

Y en los meses finales de la presidenci­a de Bush, ambos colaboraro­n estrechame­nte para resolver la histórica crisis financiera de 2008.

“Tenían una relación profesiona­l, y creo que no había ningún tipo de animadvers­ión personal”, dice Daniel P. Meyer, director de asuntos legislativ­os de Bush cuando la Cámara era presidida por Pelosi.

Para Meyer, sin embargo, los intercambi­os iniciales de Pelosi con Trump ya dejan trascender un tipo de vínculo diferente. “Él no piensa callarse nada. Y al parecer ella está dispuesta a responderl­e de manera acorde”.

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Nancy Pelosi presidenta de la cámara baja

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