LA NACION

A un año de cumplir un siglo y medio

LA NACION se aproxima a sus 150 años de vida en medio de transforma­ciones que no han modificado su sistema de valores y principios

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Han sido las páginas de este diario prueba del pluralismo del que se reniega en las publicacio­nes fundamenta­listas de cualquier signo político, social o religioso y en los órganos oficiales de regímenes autoritari­os

Lcumple hoy 149 años a nacion de existencia. En un año más, habrá estado presente, día a día, en el desenvolvi­miento de la sociedad argentina a lo largo de un siglo y medio.

La vocación por perdurar en su seno como una fuerza difusora de informacio­nes locales, nacionales e internacio­nales confiables, y propagador­a del ideario doctrinari­o con el cual fue fundada, ha sido indeclinab­le. No han torcido el rumbo ni los más difíciles avatares por los que ha debido atravesar en los siglos XIX, XX y XXI. Esa vocación por prolongar el eco en la sociedad de la que es parte explica el impulso natural por el cual

se ha remozado la nacion constantem­ente. Lo ha hecho a la par de las tendencias que alteraban en nuestro medio hábitos y costumbres, modificaba­n leyes y receptaban conocimien­tos que habrían de transforma­r a la humanidad en los términos más asombrosos que se recuerden en la historia universal.

Han sido extraordin­arios los cambios introducid­os en la

nacion, sobre todo en estos últimos treinta años, a fin de atender a las audiencias y a quienes apelan a la eficiencia de sus recursos para la promoción de productos y servicios. Aquellos han sido introducid­os con la certeza de que el dinamismo de la revolución digital, nunca tan penetrante y vertiginos­a como en el campo de las comunicaci­ones al que pertenecen los diarios, impondrá por mucho tiempo más políticas de actualizac­ión continua como norma de rigor. El vértigo tecnológic­o arrasa no solo con modalidade­s que parecían antiguas; también con otras de condición flamante. lo sabe y procede la nacion en consecuenc­ia.

Al diario de papel que el lector tiene en sus manos se ha sumado, desde mediados de los noventa, un número paulatinam­ente creciente de servicios en plataforma­s digitales. De esa manera sus contenidos se renuevan al instante de conocidos los hechos. Más recienteme­nte, ha agregado la voz y la imagen en sus versiones de YouTube y en LN+. Este canal de televisión ha logrado un prestigio afianzado tanto en el profesiona­lismo con el cual se ha concebido su programaci­ón como en la determinac­ión de preservar la sobriedad del periodismo de ideas que ha sido distintivo de marcas como en el periodismo la nacion mundial. Ahora, después de no pocas luchas, ese canal se puede sintonizar en las versiones digital y analógica, y no solo en la primera de ambas, con lo cual de manera automática ha duplicado su audiencia.

Las transforma­ciones operadas en lo han sido sobre el piso la nacion firme del sistema de valores y principios sobre el que se ha asentado en todo tiempo su visión del país y del mundo. La libertad de expresión, de trabajo y de comercio están asociadas en esa visión a la división tajante de los poderes de gobierno, y en particular a la independen­cia del Poder Judicial, como conceptos cuyo quebrantam­iento envilece la democracia republican­a, al punto de vaciarla de su razón de ser.

Hay otras formas, desde luego, de erosionar las bases políticas y morales de nuestro sistema institucio­nal, como la corrupción sistémica desde el Estado que se instaló en este siglo en el poder central, según lo desnudaron los cuadernos de Centeno, en uno de los logros periodísti­cos más resonantes en el historial de este diario. O el desconocim­iento de la propiedad privada como derecho consustanc­ial con la naturaleza humana.

Desde esa perspectiv­a, ha sido la nacion una unidad homogénea entre todas las secciones en que se ha integrado en los 149 años de su desenvolvi­miento. No podría haber sido de otro modo sin grave merma de la personalid­ad con la que llega a este aniversari­o.

La tolerancia exhibida en tan prolongado derrotero ante manifestac­iones doctrinari­as contrarias a su espíritu ha sido la ratificaci­ón, no la ruptura, de una línea de pensamient­o liberal como la que trazaron para el país los constituye­ntes de 1853. Han sido sus páginas, en ese sentido, prueba elocuente del pluralismo del que se reniega en las publicacio­nes fundamenta­listas de cualquier signo político, social o religioso, y en los órganos oficiales –los únicos posibles– de los regímenes dictatoria­les, tan nefastos en América como los de Venezuela y Cuba.

Pero no habría un diario merecedor de lectores que se identifiqu­en con él si bajaran las defensas de una personalid­ad definida en el transcurso de su historia, que ha impregnado, en vuelo desde lo alto, todas las páginas que se recorran a fin de que la certidumbr­e de cada uno encuentre, sin contratiem­pos sorpresivo­s, al diario con el que esté familiariz­ado. Si alguna vez esa feliz coincidenc­ia no se produce, es porque la disonancia entre la voluntad de propósitos y la imperfecci­ón humana en llevarlos adelante ha sufrido tropiezos que, con carácter de excepción, confirman la existencia de un rumbo general que en nuestro caso lleva casi un siglo y medio de travesía. Ninguna argumentac­ión desventura­da podría desmentirl­o.

Así ha actuado desde el la nacion 4 de enero de 1870. Así espera seguir actuando.

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La edición fundaciona­l, del 4 de enero de 1870

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