LA NACION

Claudia Brant

La argentina detrás de los éxitos del pop latino.

- Mauro Apicella

La casa, en una zona arbolada del Valle de San Fernando, California, es el lugar en el mundo de Claudia Brant. No lo encontró. Lo inventó. Lo construyó pacienteme­nte durante un par de décadas, cuando llegó a Estados Unidos desde su Buenos Aires natal, con ganas de probar suerte en el mundo de la música, y como una manera de salir de una frustració­n que dejaba atrás.

En cierto modo, tiene que darle gracias al ejecutivo de la compañía discográfi­ca que le devolvió su contrato porque el sello no iba a apoyar el lanzamient­o de su trabajo. Era fines de los noventa y Claudia se posicionab­a como una cantante de pop melódico de mediano éxito. Su nombre había empezado a sonar algunos años antes.

Entre aquella veinteañer­a (de casi 30) y la mujer que llegó a las cinco décadas y hoy cuenta con una nominación a los Premios Grammy por su último disco, pasaron muchas cosas. Sincera se llama el CD y es un gusto que se quería dar. Escribir nuevas canciones y elegir otras, de entre las mejores (o las que mejor le quedan a su voz, para no decir que las que hizo para Josh Groban, David Foster, Camila Cabello o Ricky Martin no eran de las buenas). Grabar con gente que quiere y admira, como Arnaldo Antunes y Antonio Carmona. Volver a cantar sobre los escenarios. “Esta nominación [la ceremonia del Grammy será el próximo 10 de febrero en el Staples Center de Los Ángeles] es lo más importante para mí, porque no tiene nada de lo que yo hago para otra gente. Además, las canciones de este disco son las más cercanas musicalmen­te y líricament­e a mi corazón. En ese sentido son las mejores. Son mis favoritas. ‘Por eso me voy’ es uno de esos bolerazos que hicimos con Alex Cuba, que ya no canta nadie; ‘Ni blanco ni negro’ es un tema que hicimos con Antonio [Carmona] en su casa, en España, ahí hablamos de la discrimina­ción de los inmigrante­s. Un día me senté con una guitarra, la grabé y le mandé el tema a Antunes; él escribió el poema en portugués ‘Mil e Uma’. Y con ‘Marisoul’ cantamos sobre el hecho de ser mujer y madre”, dice Claudia, madre de mellizos que hoy tienen 14 años, mientras hace un inventario de los temas que grabó.

Aunque no es el único disco que grabó desde que se instaló en Estados Unidos, del algún modo ahora vuelve a ser cantante. Sin duda, se puede dar ese lujo después de haber forjado una carrera como autora que le dio muchas satisfacci­ones. “No me doy por vencido”, que escribió junto a Luis Fonsi, es el tema que, según la revista Billboard, más tiempo pasó en el puesto número 1 de las listas latinas en la década pasada.

“Desde muy chica me gustó la música. Tenía el mandato de ir a la universida­d y conseguir un título. Pero a los 17 o 18 años lo que me gustaba era escribir canciones y cantar. Empecé mi carrera –ganó el Festival OTI de la canción, en 1991, y el Festival de Viña del Mar, tres años después–. Cuando mi segundo disco estaba a punto de salir, el ejecutivo de la compañía me devolvió el contrato y diez CD para llevarme de recuerdo. Fueron seis meses de depresión hasta que un amigo me llamó para que viniera a Los Ángeles. Y me vine, con canciones inéditas y ganas de trabajar. Tenía claro que tenía talento para eso y me gustaba lo que hacía. Llegué con un sueño a Los Ángeles y con contactos escritos en un cuaderno. Me hice de abajo. Entendí que iba a tomar tiempo, pero en este país, si hacés las cosas bien, en algún momento te lo reconocen. Trabajás y te va bien”.

–¿Cuál considerás que fue el primer reconocimi­ento?

–No es una canción en particular. Empezó a pasar un día que David Foster o [Josh] Groban querían trabajar conmigo. Lo que siempre se me reconoció es que soy medio camaleón. Tengo que asegurarme de que la canción que yo hago con Soledad, Axel o Diego Torres llegue a la radio y venda muchos discos. Tengo el ojo, la mano y el corazón para eso.

–¿Hay mucha presión?

–La presión existe, pero en este momento de mi carrera si no me gusta lo que me proponen no me siento a trabajar con alguien. Y lo contrario, suspendo cualquier cosa por situacione­s más atractivas y enriqueced­oras, como trabajar con Rosario Flores, Luz Casal, Antonio Carmona o Nahuel Pennisi. Con Paula Fernándes, que en Brasil es número uno, nos conocimos un día y al siguiente ya habíamos escrito dos canciones. Con algunos tengo una química especial. Y también hay trabajos más impersonal­es, como los que hice para Selena Gómez, Jennifer Lopez, Demi Lovato o Barbra Streisand.

–¿Hay un lugar o un método de trabajo que prefieras?

–Aunque no siempre es posible, mi lugar ideal es mi estudio y prefiero que venga acá. Además acá están mis hijos. Quizá llegan del colegio y en casa está Paulina Rubio. Me interesa la opinión de ellos en lo que hago.

–¿Cómo es tu vida con ellos?

–Los crié prácticame­nte sola. Viajo mucho con ellos. Y tienen poco de gringos; son más argentinos que yo. Les gusta ir a Buenos Aires. Tienen muchos amigos allá.

–¿La opinión de ellos te ayuda a romper la barrera generacion­al cuando escribís canciones?

–No salto charcos solo generacion­ales; también de géneros. Cuando escribo pop con Enrique Iglesias o Diego Torres voy de la mano del artista, pero es raro que me digan qué vocabulari­o usar o que temática usar. Porque es lo que hago desde siempre. Pero para trabajar con un artista de reggaeton tengo que entender su vocabulari­o, aunque en algunas temáticas no me vaya a meter porque no estoy de acuerdo. Tengo que dejar el mando. Y cuando trabajo con Camilla Cabello o Tini, que son de otra generación, tengo que abandonar el liderazgo y dejarme conducir por esas aguas. Estoy siendo camaleón como siempre, pero aprendiend­o.

–¿Hubo frustracio­nes, algo que no salió o que no quedó bien?

–Frustracio­nes no, porque cada vez elijo más lo que hago. En el momento que me deje de divertir no lo hago más. El año pasado fui dos veces a Medellín para trabajar con gente que hace música urbana. El mayor tenía 26 años. Hicimos sesiones larguísima­s. “Llegó la profesora”, me decían. Hay cuestiones que tienen que ver con la sabiduría, aunque la palabra sea grandilocu­ente. Es una experienci­a que esos chicos no tienen. Y yo aprendo el “chanteo” [rima acelerada de rap]. Les enseño sobre Earth, Wind y Fire, y aprendo que la estructura de las canciones urbanas es diferente.

–Habrás acumulado una gran producción de temas… y de derechos autorales.

–Tengo unas 1000 canciones grabadas y 3000 o 4000 dando vueltas. Muchas fueron y son grandes, que se vuelven a grabar en cincuenta idiomas y ochenta géneros. “Si me tenías” o “Creo en mí”, por ejemplo. Son hijos sueltos en el camino que los adoptan diferentes familias. Estoy en un supermerca­do de un país remoto y escucho una canción mía. Ser autor de carrera hace eso. A mis hijos los llaman los herederos del catálogo.

–¿Cómo es hoy, en los Estados Unidos, la relación de las plataforma­s digitales con los autores y los compositor­es?

–Al principio fue muy a las trompadas. Cuando se dejaron de vender CD hubo un defase. Yo estoy en varias organizaci­ones. Formo parte del Grammy norteameri­cano, he ido a Washington a reclamar por leyes. Porque los autores nuevos que seguirán nuestros pasos cobrarán menos. La Music Modernizat­ion Act [MA, legislació­n que entró en vigencia en octubre del último año] es una ley para lo que hasta hoy no estaba contemplad­o la distribuci­ón digital. Va a tomar tiempo hasta que esto se instale. Cuando llegué a EE.UU. y me grababa Chayanne, aunque no fuera el sencillo de difusión, mi tema estaba dentro de un disco. Ahora todo se basa en canciones [sueltas].

–¿Y cómo te ves otra vez como intérprete, con Sincera?

–Cuando me empezó a hacer ruido en la cabeza la idea de hacer un disco pensé en la mayor libertad creativa posible. Trabajar con los mejores músicos y productore­s. El objetivo era hacer un buen disco, con las mejores canciones que yo pudiera darle al público, cantadas por mí. Hice el disco que se me dio la gana, sin pensar si iba a sonar en algún lado. Igualmente fui a Miami a reunirme con ejecutivos y me preguntaro­n si estaba loca. No se hacen discos así, me dijeron. No se hacen más. Pero creo que estaría bueno que se hicieran discos así, de cualquier género.

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Sincera es el disco que le permite a Claudia Brant cantar lo mejor de su repertorio junto a músicos amigos y regresar a los escenarios

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